Una entrevista de Juan Carlos Mejía
Tras el enorme éxito de “La distancia que nos separa” -con más de siete reimpresiones en Perú, ediciones en México, Argentina, España y ahora la traducción al francés e inglés- Renato Cisneros presenta ahora “Dejarás la tierra”, novela que presenta como una precuela del libro aterior, y que cierra una etapa en la vida del escritor ahora radicado en Madrid, y cuyo éxito se corona con la venida de su primera hija al mundo.
“La distancia que nos separa” y “Dejarás la tierra” tienen en común la mirada hacia tus orígenes, has realizado una arqueología familiar.
A veces hay temas que reclaman ser narrados, uno suele pensar que elige temas para escribir pero en realidad ellos te eligen a ti porque siempre han estado dentro de ti. A mí el pasado siempre me interesó, era un niño viejo a quien le encantaba escuchar las historias de mis abuelos. Siempre me he sentido menos conectado con mi tiempo que con otro tiempo, de los típicos chicos que leían Caretas, siempre me ha interesado ese tipo de arqueología. Luego esa inquietud se conectó con una urgencia.
¿De qué urgencia estamos hablando?
Cuando me di cuenta que conocía pocas cosas de mi padre me di cuenta que ahí estaban los temas sobre los que yo debía escribir ya que venía de escribir dos novelas juveniles pero con temas totalmente distintos, con un estilo noctámbulo que tenían que ver muy poco conmigo mismo. Siento ahora que tengo la necesidad de escribir libros que se conecten conmigo, con mi origen y mi procedencia. El pasado siempre ha estado atormentándome o fascinándome.
En el primer libro se nota cierta distancia con respecto al personaje principal (El Gaucho); sin embargo, en esta segunda entrega, el lector puede ver que el autor juzga a sus antepasados, ¿por qué el cambio tan brusco?
Originalmente “La distancia…” y “Dejarás la tierra” era un solo libro. La parte de la historia de mi padre tenía ese tono neutral que intentaba no juzgar a ese personaje que, para algunos, era un villano de la historia peruana y, para otros, un ser épico. Me pareció importante que el hijo no juzgara al padre. La parte de “Dejarás la tierra” tenía un tono similar pero decidí cambiarlo y mostrar a sus personajes en su esencia real, con un narrador más involucrado en la historia describiendo lo rocambolescos que eran. No sé si juzgando pero sí describiendo con más incisión sus dilemas morales y sentimentales, el tono aquí es melodramático. No tuve miedo de narrar las cosas de esa manera porque, al final, todas las familias tienen ese tipo de personajes pintorescos.
Bellatín ha dicho que las editoriales están creando “escritores comestibles” y el año pasado, coincidentemente o no, aparecieron una serie de títulos nacionales sobre el padre o la familia, ¿qué piensas de esto?
Cuando saqué la novela de mi padre, salvo Vargas Llosa con “El pez en el agua”, no había visto ningún libro contemporáneo sobre el padre que suscitara interés en mí para escribir así, mis intereses eran otros. Yo no miraba si el mercado estaba abierto a la posibilidad de un libro como ese, nunca me ha interesado escribir en base a los géneros o temas que están de moda.
Pero lo familiar parece estar en boga, tenemos los libros de Yrigoyen, Robles, Sumalavia en cierto sentido, el tuyo mismo, por ejemplo…
Sí, claro, pero como te comentaba, si quisiera escribir sobre temas o géneros de moda, estaría publicando novelas policiales, de esas que venden mucho. Mis libros son más bien muy privados e íntimos.
A pesar de lo íntimo que resultó ser “La distancia…”, el éxito fue rotundo, ¿no?
Al parecer sí, es un libro que “funcionó”, aunque a veces esta palabra ya me molesta porque pareciera que estamos hablando de un producto o un electrodoméstico que funciona o no. Pero creo que logró conectar con muchos lectores que, además de conocer un poco más el contexto histórico peruano, lograron encontrar algún tema suelto con sus padres. Yo trato de no juzgar a los demás en función de escritores comerciales, quisiera creer que todos responden a necesidades más narrativas, ideológicas pero lo cierto es que cada uno escribe lo que puede, con lo mucho o poco que tiene a la mano. Quisiera saber a qué autores se refería Bellatín, pero últimamente se tiende a pensar más en las ventas de los libros que en lo que dicen. Hace poco leí una especie de crítica que decía que “La distancia que nos separa”, el último libro de Tola o el de Gamboa, pertenecían a una nueva estirpe de libros hechos para vender.
¿Te consideras parte de esa nueva estirpe?
Si yo escribiera libros para vender no tendría ningún problema en decirlo. Yo escribí esta novela y la anterior para sacarme temas de encima, yo no pienso en los lectores cuando escribo, en ellos pienso cuando el libro ya existe porque me interesa mucho saber qué cosas que ellos descubren en la novela les resultan interesantes y, por ende, luminosas para mí.

El escritor y periodista Renato Cisneros durante la presentación de la novela en la 22 FIL Lima 2017 (Foto: Difusión)
En los últimos años la prensa y la crítica literaria graba frases como “El Vargas Llosa 2.0” o “El sucesor de Bolaño” respecto de algunos autores nacionales, ¿crees que estamos viviendo una etapa de sucesión de altares y no estamos construyendo un nuevo escenario literario?
Esas comparaciones son molestosas pero existen. Es un falso elogio decirle a alguien “el Vargas Llosa 2.0” o “el Bolaño del presente” porque incluso cuando parece haber un punto de comparación positiva, en el fondo están diciendo que no tienes una voz propia. Creo que para hablar de sucesión de altares, debemos reconocer primero que ha habido altares. No sé si la gente escribe con esa idea de pertenecer a un canon o de trascender, algo que se tomaba muy en cuenta antes.
¿Renato Cisneros quiere trascender con sus libros?
Yo escribo para contarme las historias a mí mismo, y esperando que alguien, en algún otro lugar del mundo se identifique con ellas. La idea de éxito o trascendencia son temas difusos, ¿qué es trascender? ¿Que sigan hablando de mis libros en cincuenta años? Si alguno de mis textos se sigue leyendo para entonces por supuesto que será un halago pero no es algo que me inquiete. Creo que estas discusiones solo suceden en al ámbito intelectual, dudo mucho que un lector vaya a las librerías preguntando por si el autor de algún título tiene esas intenciones. Además, la relación autor – lector es una de las más puras que existen. Lo mejor que le puede pasar a un libro es ser comprado, leído y discutido. Más que la trascendencia, yo quiero que mis libros lleguen a esa larga vida que significa la discusión.
Existe, muchas veces, recelo por la protección de la familia en la literatura, está en la sangre, dicen. Sin embargo, en tus dos novelas expones esas historias al público, ¿cuánto de liberación o de carga hay en ella?
Sí, sangre, clan, raíces… Yo pienso que la familia es un sistema, por definición, autoritario. Uno llega a una familia y no tiene nada que elegir, es parte de un cosmos en el que todo está ya resuelto, el credo, la forma de pensar, hasta el lugar en la mesa. Cuando uno escribe, de cierta forma, puede ir en contra de estas imposiciones, esto no tiene nada que ver con llevarse bien o no con los parientes, yo quiero mucho a mis tíos, a mis primos. Aunque no parezca, respeto mucho sus historias aquí contadas. En el libro no intento satanizar las vivencias que tuvieron, más bien intento normalizar esos “dramas privados”.
¿Con qué propósito?
Cuando uno ve que el dolor tuyo también puede ser el del otro, te sientes menos tonto, más acompañado. Hay algo de vanidoso en pensar que los problemas de uno son solo de uno. Cuando hablas de manchas familiares piensas que solo te está pasando a ti pero te das cuenta que es una especie de red en la que todos están inmersos. Quizá, también, hay algo de impudicia que tiene que ver con el silencio que ha habido en mi familia. No digo que esté bien, es la única manera en que me sale escribir.
Si nos ponemos místicos, los epígrafes resultan ser sentencias y me refiero específicamente al de Talese, ¿sientes algún temor de que la historia que descubriste, tu historia, se repita?
Creo que escribir ayuda a conjurar ciertos maleficios porque una novela pone en discusión ciertos temas y creo que corta con una secuencia atávica de cosas que no se decían. La idea es marcar un punto de quiebre, formar una nueva dinastía. No tengo ni idea de si mi hija se interesará en escribir de mí. Yo soy parte de los Cisneros que ya vivimos esa especie de declive, los hombres probos quedaron enterrados hace mucho. No tengo miedo de que la miseria llegue, es más, creo que siempre estamos viviendo entre la gloria y la miseria.
Vas a ser padre por primera vez. Alguna vez tus hijos leerán tus libros ¿es esto alguna especie de freno moral para los libros que vendrán?
Si ellos leen mis libros podrán darse una idea de cuáles eran mis inquietudes para haber publicado. Si serán una cortapisa o algún tipo de freno… espero que no. Deseo seguir teniendo libertad al momento de publicar. Cuando uno escribe hay algo de suicida también, de contar todo lo que sientes que debes contar, descartando lo innecesario para comentar solamente lo esencial. Quiero seguir escribiendo novelas que necesite escribir, no que tenga qué. De esas que están conectadas a algún tipo de heridas o fastidios. Tengo algunos temas en la cabeza con mis vivencias del 2000, un año muy especial para mí. No tocaré más el tema familiar, eso se terminó en “Dejarás la tierra”.
Has escogido vivir en Madrid, que tu familia se asiente y crezca ahí…
Sí, vamos a radicar unos cuantos años allá y luego veremos cómo van las cosas.
¿Dejarás tu tierra?
En la última novela de Loriga, “Rendición”, hay una frase que me gustó mucho y dice algo como “es más fácil sacar a un hombre de su comarca que a la comarca del interior de ese hombre”. He dejado la tierra físicamente pero siempre llevo al país conmigo. El hecho de vivir lejos te permite tener una visión más paisajística del país. Hay un montón de cosas que me seguirán atando al Perú, para bien y para mal.