Epifanías literarias

¿Puede una revelación fortuita e inesperada cambiar para siempre la vida de un escritor? Se llama epifanía y son célebres las de César Vallejo, Arguedas, Mario Vargas Llosa y Ciro Alegría.

Escribe Luis Eduardo García

Epifanía, dice el Diccionario de la Lengua Española es, en un sentido amplio, cualquier “manifestación, aparición o revelación”. En un sentido literario, vendría a ser algo así como la manifestación, aparición o revelación inesperada de una verdad secreta u oculta que lleva un escritor en su mundo interior. Las epifanías tienen un carácter místico y son corrientes en el ámbito religioso, en la vida de los santos, por ejemplo, en quienes es frecuente este tipo de iluminaciones. En la existencia mundana también podría decirse que existen epifanías en la medida en que un ser humano promedio podría protagonizar el develamiento de una idea o un asunto importante que le cambia la vida.

Pero las epifanías que a mí me interesan y conmueven son las literarias y tienen una fuerte carga mística o religiosa. Se trata de episodios en la vida de algunos poetas y narradores a partir de las cuales sus vidas no solo cambian, sino que cobran sentido a partir de una manifestación trascendente e insospechada.

La epifanía, según Rubens.

Existen muchos casos de epifanías literarias, pero me voy a referir a cuatro de ellas que, creo, simbolizan esta experiencia. La primera tiene que ver con un episodio en la vida de José María Arguedas, uno de los novelistas más queridos del Perú. Lo leyó ante el público en el Primer Encuentro de Narradores Peruanos realizado en 1965 en Arequipa. El texto lleva el título de “Soy hechura de mi madrastra” y es un breve relato autobiográfico en el que cuenta cómo se quedó huérfano de madre a los dos años y cómo es que su padre lo llevó a vivir con su madrastra, una mujer que tenía tres hijos y lo maltrataba con particular encono. La mujer le hizo la infancia infeliz. Cuando su padre no estaba, lo mandaba a dormir en la cocina con la servidumbre. Su cama era un pellejo de res y su abrigo una frazada sucia. Fue allí, en ese mundo siervos y seres maltratados que el pequeño José María Arguedas conoció “la ternura y el amor sin límites de los indios, el amor que se tienen entre ellos mismos y que les tienen a la naturaleza, a las montañas, a los ríos, a las aves”. En realidad, lo que Arguedas vivió fue una epifanía; es decir, un momento de irradiación mística que lo ayudó a tomar conciencia de la riqueza interna que albergaba y que lo llevó escribir con un gran sufrimiento.

El escritor peruano en la Asociación Nacional de Escritores y Artistas (ANEA), el 07 de setiembre de 1955. (Foto: Archivo Histórico El Comercio).

La segunda experiencia tiene como personaje a César Vallejo y se refiere al momento en que fue reconocido por sus hermanos de La Bohemia de Trujillo como el sucesor de Darío. Lo cuentan Haya de la Torre y Luis Alberto Sánchez en el libro «Correspondencia 1924-1976». Sucedió en 1916, durante unos funerales simbólicos en honor al autor de «Azul», una celebración salpicada de mucho vino y comida. Era de madrugada y los bohemios seguían celebrando en la ramada Los Tumbos.

César Vallejo, poeta universal.

En un momento determinado Vallejo proclamó su “independencia poética” y afirmó muy contundente: “Darío es Darío y yo soy yo […] y aquí llegamos al cero y del cero vamos a contar de nuevo”. Lo dijo bañado en lágrimas. Antenor Orrego, su mentor, se puso de pie y dijo a los cuatro vientos: “Óyeme, César, te lo digo porque eres incapaz de envanecerte: tú eres genio, yo te proclamo el genio de la poesía americana; y por eso sufrirás mucho (César Vallejo no paraba de llorar). […]». A continuación, los bohemios tejieron una corona de hojas de laurel y coronaron al autor de «Trilce». Fue, creo, el momento en que Vallejo tomó conciencia plena de la grandeza que le esperaba.

Mario Vargas Llosa
Mario Vargas LLosa, premio nobel de literatura.

La tercera epifanía es la que vivió Mario Vargas Llosa Llosa. Se encuentra registrada en el libro «El pez en el agua» publicado en 1993. Ocurrió en diciembre de 1946, cuando su madre le presenta a un señor desconocido como su padre, a quien él creía muerto. Él era un niño de once años que hasta entonces había llevado una infancia feliz. Su progenitor era ahora una presencia abrupta y autoritaria que no dudaba en maltratar a su madre y a él. En esta nueva vida no solo perdió la inocencia de un modo violento, sino que se sumergió en la soledad del niño que sufre y, por lo mismo, en el encuentro con una fuerza que lo ayudaría a sostenerse toda la vida contra el miedo y el maltrato paterno: la vocación literaria.

Ciro Alegría, uno de los grandes escritores peruanos que muy poco se lee hoy.

La cuarta revelación pertenece a Ciro Alegría. Está contada en el texto «El César Vallejo que yo conocí». Se trata del famoso perfil en el que Alegría evoca su encuentro con el poeta genial, el maestro taciturno y el personaje al que “le faltaba un tornillo”, según la pacata sociedad trujillana de comienzos del siglo XX. Alegría narra el trato amable y generoso que recibió de su profesor y, sobre todo, reflexiona cómo es que este se convirtió, sin quererlo, en un modelo de iniciación literaria. «[Vallejo] (me)e hacía narrar sobre los hermosos paisajes de la sierra, el rugir de las aguas del río Marañón y otros pasajes de balseros cuando cruzaban para ir a la otra banda con motivo de la fiesta patronal […]. Por eso creo que mi maestro César Vallejo me marcó para que yo fuera escritor», escribió el autor de «El mundo es ancho y ajeno».

Luis Eduardo García
Luis Eduardo García (Chulucanas, Piura, Perú, 1963) Poeta, narrador y periodista. Es docente de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Privada del Norte de Trujillo. En 1985 ganó el VI concurso “El poeta joven del Perú” y en el 2009 el Tercer Premio del Concurso Internacional Copé de Poesía. Ha publicado cuatro libros de poesía: Dialogando el extravío (1986), El exilio y los comunes (1987), Confesiones de la tribu (1992) y Teorema del navegante (2008); dos de cuentos: Historia del enemigo (1996) y El suicida del frío (2009); y uno de crónicas, ensayos y entrevistas: Tan frágil manjar (2005). El lugar de la memoria (2023) premio de novela breve del BCR. Mantiene desde 1986 una página de reseñas y comentarios literarios en el suplemento dominical del diario La industria de Trujillo.

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