Ernest Hemingway sobre la escritura, la lectura y el oficio del escritor

“Como escritor no debes juzgar. Debes entender”, aconsejaba Ernest Hemingway en el compendio de Esquire de 1935 sobre consejos de escritura, dirigido a un joven y arquetípico aspirante a escritor, pero basado en un encuentro real que había tenido un año antes.

“Como escritor no debes juzgar. Debes entender”, aconsejaba Ernest Hemingway en el compendio de Esquire de 1935 sobre consejos de escritura, dirigido a un joven y arquetípico aspirante a escritor, pero basado en un encuentro real que había tenido un año antes.

En 1934, un aspirante a escritor llamado Arnold Samuelson, de 22 años, se propuso conocer a su héroe literario con la esperanza de robarle algunos momentos para hablar de escritura. Era hijo de un inmigrante noruego, acababa de terminar un curso de periodismo en la Universidad de Minnesota y, como no había querido pagar el costo de 5 dólares de la matrícula, se había quedado sin su diploma de grado. Estaba convencido de que su educación literaria sería mejor si aprendía directamente de Hemingway, aunque fuera brevemente, así que pidiendo aventón se fue de Minnesota hasta Key West. “Era algo muy estúpido”, recordaría Samuelson más adelante, “pero un vagabundo de 22 años durante la Gran Depresión no tenía que tener muchas razones para hacer lo que hacía”. Y por más irracional que pareciera la búsqueda, se acabó quedando con Hemingway por casi un año, durante el cual se convirtió en el único y verdadero protegido del titán literario.

Samuelson comparte la experiencia y lo aprendido en un manuscrito que descubrió su esposa después de su muerte en 1981. Eventualmente se publicó como “Con Hemingway: Un año en Key West y Cuba” y terminó siendo lo más cercano a un perfil psicológico sobre el gran escritor.

Y apenas llegó Samuelson a Key West, Hemingway se dispuso a proporcionarle lo que el joven había venido a buscar. En uno de sus primero intercambios, le entregó a Samuelson una lista escrita a mano con instrucciones.

«Aquí hay una lista de libros que cualquier escritor debe haber leído como parte de su educación… Si no los has leído, no tienes educación. Representan diferentes tipos de escritura. Algunos pueden aburrirte, otros inspirarte y otros están tan hermosamente escritos que te harán sentir que no tiene caso intentar escribir».
  1. El hotel azul de Stephen Crane
  2. El bote abierto de Stephen Crane
  3. Madame Bovary de Gustave Flaubert
  4. Dublineses de James Joyce
  5. Rojo y negro de Stendhal
  6. Servidumbre humana de W. Somerset Maugham
  7. Anna Karenina de León Tolstoy
  8. La guerra y la paz de León Tolstoy
  9. Los Buddenbrook. Decadencia de una familia de Thomas Mann
  10. Hail and Farewell de George Moore
  11. Los hermanos Karamazov de Fiódor Dostoyevsky
  12. The Oxford Book of English Verse
  13. La habitación enorme de E.E. Cummings
  14. Cumbres borrascosas de Emily Brontë
  15. Allá lejos y tiempo atrás de W.H. Hudson
  16. El americano de Henry James

El que no estaban en la lista, pero que Hemingway le recomendó considerándolo “el mejor libro que un americano jamás escribió”, y que además marcaba el inicio de la literatura americana, fue Las Aventuras de Huckleberry Finn de Mark Twain.

Además de estas bases edificantes, Hemingway le ofreció al joven Samuelson algunos consejos para escribir. Abogando por permanecer en lo que ahora los psicólogos llaman el flujo o “ en la zona”, empieza hablándole de la disciplina psicológica del proceso de escritura:

«Lo más importante que he aprendido sobre escribir es nunca escribir mucho de una sola vez… nunca secarte por completo. Deja un poquito para el día siguiente. Lo más importante es saber cuando parar. No te esperes hasta que te hayas vaciado totalmente. Cuando todavía tengas buen ritmo y llegues a un punto interesante y ya sepas qué va a pasar, ese es el momento de parar. Déjalo y no pienses más sobre eso; deja que tu subconsciente haga el trabajo».

Luego, compartiendo los consejos de Lewis Carroll para superar el bloqueo creativo, Hemingway considera las tácticas prácticas de esta estrategia psicológica:

«La siguiente mañana, después de un buen sueño, estando fresco, reescribe lo que escribiste el día anterior. Cuando llegues al punto interesante en el que ya sabes lo que va a pasar, síguele desde ahí hasta que te detengas en otro punto interesante. Así siempre lo que escribas estará lleno de puntos interesantes y al escribir nunca te atorarás y lo que escribas se mantendrá interesante. Y una vez que lo acabes, ahora corta lo más que puedas. Lo más importante es saber qué dejar afuera. Si puedes tirar lo que en la historia de alguien más sería un punto de interés, entonces vas bien».

Hemingway regresa a la recompensa de esta práctica:

«No te desilusiones por encontrar que hay mucho trabajo mecánico a la hora de escribir. Sí, lo hay y no puedes saltártelo. Yo reescribí Adiós a las armas por lo menos cincuenta veces. Tienes que trabajarlo. El primer borrador de cualquier cosa es una mierda. Cuando empiezas a trabajar toda la emoción es para ti y ninguna para el lector, pero aprenderás a trabajar tu historia de modo que el lector la recuerde como una experiencia propia y no como algo que leyó. Esa es la prueba verdadera de la escritura. Cuando logras hacer eso, el lector se quedará con la emoción y tú no. A ti solo te toca el trabajo duro y, mientras más escribas será más difícil porque cada historia tiene que ser mejor que la anterior. Yo puedo y sé hacer muchas cosas mejor que escribir, pero cuando no escribo me siento como mierda. Tengo el talento y siento que lo estoy desperdiciando».

Cuando Samuelson le pregunta sobre cómo puede uno saber si tiene talento, Hemingway le contesta:

«No puedes. A veces te la puedes pasar años escribiendo antes de que se muestre. Si alguien lo tiene dentro de sí saldrá tarde o temprano. Lo único que te puedo aconsejar es seguir escribiendo, aunque sea muy difícil. La única razón por la que yo hago algo de dinero con el oficio es porque soy como un tipo de pirata literario. De diez historias que escribo sólo una es buena, así que tiro las otras nueve».

Hemingway redondea esto con unas palabras sobre la ambición, la autocomparación y la originalidad:

«Nunca compitas con escritores vivos. No puedes saber si son buenos o no. Compite con escritores muertos que ya sabes que son buenos. Así, cuando los superes sabrás que vas por buen camino. Debes de haber leído todo lo bueno para saber qué se ha hecho, porque si tienes una historia como alguna que ya se haya escrito, la tuya no va a ser buena a menos que superes la anterior, pero la tendencia debe ser siempre a ir hacia arriba en vez de hacia abajo. Y no imites a nadie. Todo el estilo es la incomodidad de un escritor al asentar un hecho. Si tienes una forma de decirlo por ti mismo, eres afortunado, pero si tratas de escribir como alguien más, te vas a quedar con la incomodidad del otro escritor y con la tuya».

Hemingway advierte entonces a Samuelson sobre la lamentable envidia que surge al tener éxito:

«Cuando empiezas a escribir todo el mundo te desea suerte, pero cuando te vaya bien, te querrán matar. La única forma para siempre mantenerte arriba es escribir cosas buenas».
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