Escribe José Vadillo Vila
Para Joaquín
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Un balón busca el gol entre los vetustos pabellones del Presbítero Matías Maestro. El gallinazo levanta la mirada displicente. Tiene las garras sobre un sepulcro y el sol latiga su nuca cóncava. El gringo nos calcina sin sudarios. Y desde el tren de la Línea 1 de Lima los vivos otean la hoz de la muerte a vuelo del pájaro y chequeando el Tik Tok en su celular.
La tribuna imperecedera la componen las almas de poetas, políticos, militares, empresarios y ciudadanos de un Perú que heredamos. El esférico de trapo busca a los fundadores del equipo del pueblo, el Alianza Lima. Como en 1901, cuando en la calle Cotabambas (que va del Parque Universitario a la avenida Grau), en el Centro de Lima, nacía el club de football Sport Alianza, a iniciativa de la muchachada del barrio, e inspirados en el nombre del stud aledaño, propiedad del presidente Augusto B. Leguía y de su socio, H. M. Beausire. El resto es historia que la hinchada goza y sufre, en las buenas y las malas, con el corazón grone en la garganta.

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Un epitafio como denominador común cincela estas cárcavas: “Aquí yace un fundador de ‘Alianza Lima’, el equipo del pueblo”. A todos salvaguardan una jardinera y dos floreros con el escudo blanquiazul y flores azules y blancas de plástico, material que se usa, en prevención contra el dengue de cada estío.
Ahora parecen nichos recién estrenados. En el primer camposanto del país reluce el del quinto piso del pabellón Santa Ana. Pertenece a don Carlos, uno de los tres hermanos Pedreschi. El Libro de oro de Alianza Lima (2001) cuenta la importancia que tuvo esta familia italiana, también los Chacaltana, los Carvallo, los Carreño, los Rivero y otros, en los primeros pasos de la oncena que luego cambiaría de nombre por Alianza Lima y sería el club más popular del Perú.
Avanzamos por la avenida larga donde se ubica el cenotafio de Ramón Castillo. Enrumbamos al noreste. En otro pabellón, más olvidado que el anterior, con jardines marchitos, duermen juntos los hermanos Guillermo y Julio Rivero Gatten, primer ídolo blanquiazul y fundador, respectivamente. En la tumba del segundo se puede leer “Caja mutual de antiguos jugadores de football”.
También en un quinto nivel (pabellón San Sebastián) visitamos el nicho de don Ismael Carvallo Gonzales, el primer arquero del Sport Alianza. El tiempo casi se había encargado de borrar su nombre. Ahora lo protege un vidrio y tiene el escudo blanquiazul por triplicado, en la lápida y en los floreros.

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El origen del club íntimo se relaciona con los potreros del stud Alianza, en la misma calle de Cotabambas. Ahí, el presidente del Perú que amaba las carreras de solípedos, autorizaba para que los chicos del Sport Alianza practiquen con la pelota de trapo. Y en el Presbítero yace bajo una cruz de granito la tumba de don Bernardino. De los pabellones del primer camposanto de Lima, el San Joaquín es el más famoso por ser “el pabellón de los suicidas”. Uno de sus huéspedes es el menor de los hermanos Pedreschi: Adolfo, quien abraza la eternidad junto a los restos de su esposa, Adelina.

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Al otro lado de la 17 del jirón Áncash, el cementerio El Ángel también salvaguarda restos de otros fundadores. Como se trata de un camposanto más reciente, del siglo XX, la historia del Alianza Lima es más abundante: yacen quienes partieron en vuelo sin retorno del avión Fokker (1987), los tetracampeones (1931, 1932, 1933 y 1934), e ídolos blanquiazules de diversas décadas.
La tumba de don Julio Chacaltana Chacón está cerca de la entrada principal. Las termitas del olvido querían borrarlo de la historia, pero hoy el granito bruno ha recuperado su color original, la Virgen María que lo acompaña destaca y, en una esquina, un detalle nuevo: el escudo blanquiazul.

Desde la avenida principal se pueden distinguir los gladiolos azules y blancos que distinguen en el pabellón Santa Atenea la tumba de otro fundador del equipo de los potrillos, don José Carreño Chumbes. Minutos más allá de caminata, por el intrincado universo de pabellones, el nicho de don Francisco Cárdenas Villajuan. Al recuerdo que le hicieron su esposa e hijos a don Eduardo Pedreschi (en el fila “E” del pabellón Santa Genara) hoy se suma el escudo aliancista. Y en Santa Grimanesa, don Manuel Carvallo Gonzales luce flores y jardinera con los colores del club del cual habló hasta el día de su muerte, en 1981.

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“Cuando muera, quiero ver a mi viejo y a Alejandro Villanueva”, dice el periodista Marco Paredes Castro. Se santigua en cada tumba que visitamos. Saluda a los panteoneros con familiaridad. Habla con ellos preocupado, como si preguntara sobre tumbas de familiares muy queridos, la gente no respeta y se roba hasta las flores de plástico. En el 2019, Paredes fundó la Asociación Cultural Alejandro Villanueva. Hace un quinquenio su primera labor fue hacer el mantenimiento y preservar la Quinta Chacaltana, en la calle Cotabambas, donde se inició esta historia deportiva. Y desde el 2023 se ha dedicado a recorrer el Presbítero Matías Maestro, El Ángel y otras necrópolis, buscando las tumbas de hombres que fundaron el club de sus amores. Fue una labor de hormiga que Marco ha hecho sin el apoyo del club. Ha consultado a fuentes muy informadas del aliancismo como Armando Leveau.
Pero para dar con el lugar exacto donde yace un difunto en El Ángel se necesitan los nombres completos y la fecha exacta del fallecimiento. Marco carecía de esos datos. Fue un octogenario de Cotabambas quien, por ejemplo, recordaba más o menos dónde estaba la tumba de don Julio Chacaltana.
Y durante dos años y medio, Paredes dedicó todos los sábados y domingos, de 9 de la mañana a 1 de la tarde, a buscar pabellón por pabellón, nicho por nicho, tumba por tumba. Caminaba hasta que le dolían las piernas. “La asociación la integramos 36 personas. La ventaja es que soy divorciado y no tengo carga familiar, y yo he hecho la búsqueda en nombre de mis hermanos de la asociación”.
En el Presbítero, descartaba los pabellones anteriores a 1900. Gracias a esa labor detectivesca dio con dónde descansan 9 de los 22 fundadores del club íntimo. El año pasado hizo un alto para dedicarse a buscar las tumbas de los tetracampeones, ya que el 18 de noviembre del 2024 se celebraron los 90 años de esa gloria. Y dio con las 19 tumbas.

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La búsqueda ha sido agotadora. Recordemos que solo el Presbítero alberga 220,000 nichos y que El Ángel triplica el número.
“Nosotros somos hinchas que buscamos revalorar la historia de Alianza Lima de manera cultural y respetando a aquellos que nos hicieron grandes”, dice Marco.

El primer paso fue dar con los nichos. La mayoría estaban muy descuidados. El siguiente paso fue restaurarlos. Cuando los vidrios de los nichos estaban rotos, se cambiaban; y se mandaba poner un sobremarco. Si la lápida llevaba un arte original, se recuperaba, se ponían los dos floreros (con los escudos y los colores del club), la jardinera y el epitafio a los fundadores del aliancismo. Dándoles una morada “decente” y reconocimiento.
“Es entendible tener una lápida olvidada si toda la familia ya murió, pero un club que celebra su aniversario, que sigue adelante, no puede olvidar justamente a quienes lo fundaron”, dice. Al ver la seriedad de su trabajo, por las redes sociales se sumaron hinchas aportando lo que podían, en forma grupal o de manera individual, para apoyar en la recuperación de las tumbas.
“Tenemos que seguir buscando”, dice Paredes, hincha desde niño del Alianza Lima y que de joven tuvo su etapa de barrista, en el famoso (por combativo) Cártel de San Borja. Con los años, conoció a la hija de Alejandro «Manguera» Villanueva, doña Luzmila, y ahí se volvió “alejandrino a morir”. Fue ideando la idea de la asociación y la primera acción fue cuidar a la hija del ídolo. “Predicamos el aliancismo sin violencia. Esa es la visión que tenemos como asociación cultural”. Calcula que solo ha mapeado el 30% de El Ángel. La tarea es titánica y este año lanzará una convocatoria para un voluntariado. Buscará a otros aliancistas de corazón para que se sumen a la investigación exhaustiva por los pabellones de las dos necrópolis históricas limeñas y así dar con todas las tumbas de los fundadores. Recuerda que el Colo-Colo de Chile tiene un mausoleo en Santiago donde yacen sus fundadores. Sería lo ideal. Lo básico, que los directivos del Alianza Lima colaboren en forma mensual a mantener limpios los nichos que ya recuperaron los grones de corazón. El balón va a su cancha.

Cada 19 de abril, los hinchas asisten a la calle Horwitz del Cementerio General de Santiago, lugar donde se encuentra ubicado el mausoleo de los viejos cracks de Colo-Colo, para rendirle honores a su fundador, a los ex futbolistas y ex técnicos del Club que descansan en la gloria eterna.
Datos:
Hoy, a las 10:00 horas, es la romería blanquiazul. Se inicia en la puerta n.° 3 del Presbítero Matías Maestro (Cripta de los Héroes).
Sport Alianza se fundó el 15 de febrero de 1901 en la esquina de la calle Cotabambas y la alameda Grau (actual avenida Grau), en el número 334, en la casa de José Carreño, el primer presidente del club.
A partir de 1925 deja definitivamente el Sport Alianza Lima para llamarse a secas, Alianza Lima.
La asociación ha dado también con las tumbas de los tetracampeones.
Cifra:
350 soles en promedio ha costado poner cada tumba en valor.