Una entrevista de Pedro Medina
La literatura tiene la capacidad de transportarnos a mundos en los que la realidad se confunde con la memoria, los sueños y lo inexplicable. Solo para Insomnes, de Rocío Uchofen, es una obra que juega con estas fronteras, llevando al lector a escenarios donde el tiempo se desdibuja y lo cotidiano se torna inquietante. A través de una prosa envolvente, la autora construye relatos en los que la nostalgia, la migración, la violencia y la muerte emergen como hilos conductores de historias que, aunque diversas en sus temáticas, comparten una atmósfera de enigma y profundidad psicológica.
En sus cuentos, la memoria es un elemento clave que moldea la percepción de los personajes y los lleva a cuestionar su propia existencia. Desde bosques que esconden figuras espectrales hasta ciudades donde los recuerdos parecen cobrar vida, Uchofen sitúa a sus protagonistas en escenarios que los desafían y los confrontan con sus propias sombras. Este juego entre lo real y lo fantástico es uno de los rasgos distintivos de su obra, donde la incertidumbre se convierte en un recurso narrativo que mantiene en vilo al lector.
Además de explorar el misterio y lo sobrenatural, Solo para Insomnes se adentra en temas de gran impacto social, como la violencia de género, la marginalidad y la migración. A través de personajes que enfrentan situaciones límite, la autora nos invita a reflexionar sobre la fragilidad humana y la lucha constante por la supervivencia. Sus relatos no solo buscan entretener, sino también generar preguntas sobre la naturaleza de la identidad, el destino y el paso del tiempo.
En esta entrevista, Rocío Uchofen nos habla sobre su proceso creativo, las fuentes de inspiración detrás de sus historias y la manera en que la literatura le permite explorar lo desconocido. Desde la elección de los escenarios hasta la construcción de personajes con vidas complejas, nos adentramos en el universo narrativo de una escritora que ha logrado capturar la esencia de la inquietud y la introspección en cada página de su libro.

En varios de los relatos de Solo para insomnes, la memoria juega un papel crucial en la construcción de la realidad de los personajes. ¿Cómo influye su propia experiencia personal en la forma en que aborda este tema?
Creo que siempre hay una intersección, aunque sea breve, entre la experiencia personal y los temas abordados. Muchos de los cuentos de Solo para insomnes surgieron de algún motivo personal que desencadenó la idea del relato. Algunas historias nacen de la observación; por ejemplo, «Recuerdo el viento azotado por las ramas» se inspiró en un bar que solía frecuentar, donde me llamó la atención la hermandad que existe en la barra y las historias que la gente comparte. Otras historias emergen de anécdotas que alguien me cuenta, como «Las trizas», que nació a partir de una historia que me relató una buena amiga y que, poco a poco, se transformó en otra cosa dentro del cuento. También hay historias que surgen de lecturas o de la música, como «El sonido del bambú» y «Salvar a Vixen».
Mi experiencia personal influye en escenas, rasgos y hasta en la forma de hablar de mis personajes. «Y el Guadalquivir…» y «Pupilas» surgieron tras un viaje de varios días a España. «Árboles» proviene de mis recuerdos en la biblioteca del CSI. «El momento del guerrero» comenzó con una visita al museo de Sipán. Creo que el cuento más personal del libro es «Caerte de la baranda»; aunque no es autobiográfico, las historias y personajes tienen un correlato directo con mi juventud. Sin embargo, ni yo soy ese personaje ni los demás son personas de aquella época; aunque llevan mucho de ellos, terminan siendo otros por diversos detalles.
Sus relatos presentan escenarios diversos, desde bosques misteriosos hasta ciudades extranjeras. ¿Cómo elige los espacios en los que se desarrollan sus historias y qué importancia tienen en la narrativa?
Imagino los espacios geográficos al escribir. No puedo narrar lo que no estoy imaginando. En ese sentido, me ayuda mucho poder visualizar lo que escribo; así voy viendo detalles. Por ejemplo, en «Camino de hojas secas» podía ver y oír la caminata final. Para mí es fundamental situar a mis personajes en espacios coherentes y verosímiles, que concuerden con lo que estoy contando. Es como organizar una obra de teatro, donde hay que encontrar los detalles y colores adecuados para crear un ambiente.
Aunque todo es abstracción, los espacios geográficos o mentales son esenciales en la narrativa. Es necesario hallar un lugar donde los personajes hagan que la historia sea interesante; sin embargo, no es necesario describir todo, bastan unas cuantas pinceladas. Cuento, además, con la imaginación de los lectores. Creo que la lectura me ha ayudado a visualizar sin problemas, porque al leer, sobre todo narrativa, creamos imágenes y abrimos espacios en nuestro catálogo personal de lugares. Además de ser lectora, soy una ávida visitante de museos de todo tipo, y lo que encuentro en ellos alimenta mi iconografía personal. Me gusta caminar por las ciudades cuando viajo; no suelo seguir tours, sino que me adentro en lo que ve la gente del lugar todos los días. Eso me ayuda a aprehender espacios, movimientos y arquitectura.
En «Pupilas» y «Bolsa de reciclaje», aborda temas como la violencia y la marginalidad. ¿Cuál fue el proceso de investigación para construir personajes con historias de vida tan complejas y realistas?
«Pupilas» nació de un viaje a Sevilla junto a mi prima. Durante la visita, tuvimos la oportunidad de recorrer el Hospital de la Santa Caridad, que forma parte de la ruta Murillo. Aún es un sanatorio; aunque parte del edificio funciona como museo abierto a turistas, la otra ala alberga enfermos que deambulan con sus acompañantes o languidecen en el patio. Eso llamó mi atención y pude ver a mi personaje desvaneciéndose allí. En el lugar también se exhibe una pintura de Camprobín llamada La muerte y el joven galán, lo que también influyó en la historia. Lo demás fue investigar el sitio, caminar por donde caminó mi personaje y sentir el Guadalquivir, los caminos empedrados, la luna. La violencia doméstica es, lamentablemente, algo muy presente en nuestra cultura, y en Sevilla, según leí en periódicos y noticieros, sucede lo mismo.
«Bolsa de reciclaje» surgió de una historia más extensa que estaba escribiendo. El Perucho y la Doña son abstracciones de personas que veo cuando voy a la parte latina de la isla en la que vivo. Mientras pensaba en el cuento, veía con frecuencia a una mujer mayor con su carrito lleno de botellas. Pasaba frente a mi auto, descansaba bajo un árbol… y desapareció de mi vista justo cuando terminé de escribir el cuento. Además, en mi trabajo como agente de bienes raíces, tuve que visitar casas victorianas para un cliente y entré a una especie de pensión administrada por una anciana que me mostró los cuartos donde dormían hombres recién llegados del trabajo. Ambas experiencias ayudaron a construir ese universo.
La muerte y lo sobrenatural aparecen con frecuencia en su obra, a veces como una presencia palpable y otras como una metáfora. ¿Cómo define la relación entre lo fantástico y lo real en su literatura?
La muerte es la contraparte de la vida y un misterio que da pie a diversas interpretaciones. Lo sobrenatural es parte de mi historia personal: crecí en Perú, rodeada de religiosidades extremas y sus contradicciones. Las historias de duendes y aparecidos abundaban en mi infancia, incluso en la ciudad.
Mis cuentos no intentan resolver. No me inclino hacia lo fantástico ni hacia lo realista; simplemente escribo lo que imagino. Lo fantástico y lo real son dos caras de una misma moneda en la mano de la escritora.
En sus relatos, el tiempo parece desdibujarse, con personajes que oscilan entre el pasado y el presente, lo real y lo onírico. ¿Cómo concibe el tiempo en su narrativa y qué papel juega en la construcción de la historia?
El tiempo es un concepto abstracto. En narrativa, las técnicas como los raccontos o los flashbacks nos introducen en la mente del personaje y nos permiten navegar la historia. La elección de la estructura temporal no es gratuita; debe contribuir a contar mejor la historia.