J. D. Salinger, el guardián de una historia maldita

J. D. Salinger, el huraño escritor norteamericano que marcó generaciones con "El guardián entre el centeno", escribió una de las novelas que generó su propia leyenda negra.

Escribe Gabriel Rimachi Sialer

Aún recuerdo la primera impresión que tuve al leer “Un buen día para el pez banana” (1948): incomodidad, desconcierto y un profundo asombro. En ese orden. Este cuento, que catapultó a la fama a J. D. Salinger por el inolvidable personaje suicida Seymour Glass, le abrió el camino a la aparición de uno de los grandes clásicos de nuestro tiempo: “El guardián entre el centeno” (1951), novela breve con la que Salinger se convertiría en un imprescindible de la nueva narrativa contemporánea norteamericana y cuya presencia, en oscuros lectores, fue forjando esa leyenda urbana y maldita que, aún en estos días, la rodea.

El 8 de diciembre de 1980, Mark Chapman, el asesino de John Lennon, declaró a la policía que su defensa se hallaba en las páginas de ese libro, firmado por él mismo durante su arresto sin resistencia. A inicios de la década del 90, un niño acusado de asesinar a sus padres repetía, ante el juez que veía el caso, un pasaje completo de “El guardián entre el centeno”. Es conocida la leyenda urbana de que el FBI rastrea la pista de aquellos que compran la novela como prevención de asesinos en potencia. Y esta historia se cuenta mejor en la película Seis grados de separación, en la que el personaje que interpreta Will Smith está haciendo una tesis sobre la novela. “¿Recuerdan a Holden Caulfield, el arquetipo de joven sensible, con su gorra roja de cazador?, ¿una gorra para la caza del ciervo? Qué te has creído. Me la quité y la miré con un ojo cerrado, como si estuviera afinando la puntería. Es una gorra para cazar gente. Yo me la pongo para matar gente”, dice en una parte de la novela.

A pesar de ello, El guardián entre el centeno se ha convertido en un libro de texto en las escuelas de Estados Unidos, y pese a no ser precisamente una novela juvenil, comparte el mismo espectro de lectoría que El señor de las moscas (la violenta novela de Golding donde unos niños se deshumanizan al tener que subsistir en una isla luego de un accidente aéreo) o El señor de los anillos, de J. R. R. Tolkien. Tres años más tarde, en 1954, Salinger publicaría 9 cuentos, colección de relatos donde destacan Un buen día para el pez banana y Para Esmé, con amor y sordidez.

Con la aparición de “El guardián entre el centeno” Salinger empieza una vida ermitaña que ayudó a consolidar su imagen de escritor excéntrico. Alrededor de su casa en un pueblo lejano llamado Cornish, Salinger hizo levantar una palizada para que nadie invadiera su privacidad. No brindaba entrevistas a ningún medio, peleaba para siempre con los amigos que declaraban sobre él, rompió lazos con su hija cuando ésta publicó una biografía no autorizada donde describía el carácter maniático de su padre; no se dejaba fotografiar, sus contratos editoriales especificaban que ninguna imagen debería ir en la portada, ninguna foto del autor, ninguna reseña o biografía. La novela hablaría por sí misma, caso contrario, una demanda haría que se destruyera el total de las impresiones realizadas. La última imagen que se le tomó fue toda una hazaña para el fotógrafo que la hizo, pues tuvo que esperar durante semanas a que el escritor saliera de su casa a realizar compras en un supermercado: la imagen, que dio la vuelta al mundo, muestra a un iracundo Salinger intentado golpear al avezado gráfico.

J. D. Salinger en fotografía captada por un fotógrafo que esperó semanas a que el autor saliera de su casa a hacer compras.

En 1944, cuando contaba con tan sólo 25 años, Salinger conoció a Hemingway cuando éste, adelantándose al general Leclerc en la liberación de París, tomó el Hotel Ritz y sus bodegas de vino. Durante la celebración, Salinger le confesó a Hemingway que quería ser escritor, y el autor de Por quién doblan las campanas le pidió que le mostrara sus cuentos. Dos años después, Salinger le enviaría una carta desde Nuremberg, en la Alemania ocupada, contándole que se había hecho internar en un hospital buscando encontrar a una enfermera que se pareciera a la protagonista de Adiós a las armas. Desde entonces, la influencia de Hemingway en la narrativa de Salinger sería dominante, tal como menciona acertadamente Niño de Guzmán en Relámpagos sobre el agua. Para Niño de Guzmán, El guardián entre el centeno es “una emotiva novela sobre la pérdida de la inocencia, un vigoroso alegato contra los condicionamientos de la vida moderna y el imperio de la artificialidad. Lo que el muchacho de 16 años se pregunta constantemente es si es posible conservar la integridad de la infancia en un mundo adulto contaminado por la falsedad y la corrupción”.

La casa de J. D. Salinger

J. D. Salinger murió, a los 91 años, el 27 de enero de 2010, y con él se fue una leyenda. Ahora sus lectores esperan a que todos los escritos que guardó tan celosamente durante más de medio siglo salgan a la luz. Pero algo es cierto, en el voluminoso libro de Herman Hesse titulado Escritos sobre literatura, figura una reseña a El guardián entre el centeno, de 1953: “Ya se lea esta novela como historia individual de un muchacho difícil, ya se lea como símbolo de toda una nación y un pueblo, el autor nos conduce por el hermoso camino de la extrañeza a la comprensión, del rechazo al amor. En un mundo y en un tiempo problemáticos, la literatura no puede alcanzar nada más elevado”. No es mal momento entonces para recordar también las certeras palabras de Norman Mailer, acaso proféticas: “El guardián entre el centeno puede cambiar la vida de la gente”. Amén.

Gabriel Rimachi Sialer
Gabriel Rimachi Sialer. Director y Fundador del Círculo de Lectores Perú. Autor de los libros de cuento "Canto en el infierno", "El color del camaleón", "El cazador de dinosaurios", "Historias extraordinarias"; la novela infantil "La increíble historia del capitán Ostra"; y la novela "La casa de los vientos". Reconocido en la antología nacional "El cuento peruano 2001-2010", del crítico literario Ricardo González Vigil, dirige la editorial Casatomada y la revista del Círculo de Lectores.

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