Escribe Luis Eduardo García
La vigencia de Kafka se debe a que sus novelas funcionan como una anticipación de las realidades distópicas de nuestro tiempo, pero también a la seducción de una narrativa salpicada de humor y de absurdo, algo que no se suele ver. A Kafka se le asocia más con mundo cerrados y sombríos. Tampoco se destaca la ligazón de este autor con lo mejor de la tradición novelística.
La novela moderna nació con Miguel de Cervantes Saavedra, quien a su vez creó a Gustav Flaubert, a Leon Tolstoi y a Fiódor Dostoyevski, quienes a su vez crearon a Franz Kafka y a James Joyce, quienes a su vez crearon a Jorge Luis Borges, a la generación perdida, al boom y así hasta llegar a nuestros días. Se trata de una manera simplificada de esbozar la línea de precursores en la novela moderna.
Con Franz Kafka se inicia o se lleva hasta su máximo desarrollo lo que podría llamarse la línea distópica de las narraciones, que tiene sus antecedentes en el «Poema de Gilgamesh», la «Biblia» y la «Divina Comedia» de Dante Alighieri. Son creaciones ficticias sobre una sociedad imaginada con características negativas en las que los más débiles son sujetos de alineación y víctimas de un poder omnímodo, verbigracia «1984» de George Orwell o «Fahrenheit 451″ de Ray Bradbury. La línea utópica, en cambio, comprende creaciones ficticias de sociedades futuras que favorecen el bien y la felicidad humana. Un ejemplo de esto serían » La República» de Platón y «Utopía» de Tomás Moro. La vigencia de Kafka se debe a que sus novelas funcionan como una anticipación de las distopías del mundo actual y, aunque en menor medida, al humor y al absurdo derivado de esos mundos opresivos.
Alrededor de Frank Kafka se han levantado una serie de mitos. El primero de ellos tiene que ver con el destino de sus libros. Su deseo era, y está escrito en una carta o testamento, que sus novelas y cuentos inéditos fueran incinerados por su amigo Max Brod tan luego él muriera. Sin embargo, se sabe fehacientemente que la víspera de su muerte estuvo corrigiendo las pruebas de su último libro. ¿Acaso no quería que ninguno de sus creaciones inéditas lo sobreviviera? Por otra parte, Kafka publicó en vida, entre 1912 y 1924, siete libros en pequeñas editoriales.
Otro de los mitos es atribuirle al escritor checo capacidades paranormales que lo permitieron predecir el acceso del nazismo y el futuro distópico de la humanidad. Con el tiempo se ha llegado a saber que Kafka no solo no era poseedor de esas capacidades, sino que sus novelas tuvieron como modelo otras novelas anteriores a las suyas. Es el caso de El proceso, cuya construcción, según lo ha demostrado línea por línea Guillermo Sánchez Trujillo en su ensayo «Los secretos de Kafka», utilizó como fuente la novela «Crimen y castigo» de Fiódor Dostoyevski. Es de ahí, de sus lecturas y de su aptitud para entender la lógica de la vida humana, que extrae las situaciones y las imágenes de integran sus narraciones.
En la novela «El desaparecido», comúnmente publicada «América» e inacabada como sus otras dos novelas («El Proceso» y » El castillo^), encontramos los elementos constantes que caracterizan su narrativa. Karl Rossmann es un chico de 16 años que vive una serie de situaciones incomprensibles que están más allá de su voluntad. Nada de lo que hace es congruente, aunque él siempre piensa de manera clara. Al final, trata de huir de ese mundo asfixiante a través de un empleo absurdo y desconcertante en una compañía de teatro, pero la novela se trunca y no sabemos qué sucede, aunque lo podemos adivinar: lo aguarda un callejón sin salida.
La influencia de Kafka sobre los novelistas contemporáneos es todavía muy grande. Uno de los que más han sido marcados por él es Haruki Murakami. Muchas de sus novelas siguen su rastro ya sea en los temas, la manera de narrar y en la construcción de ciertos personajes. Pero donde se hace más evidente es el libro de relatos «Hombres sin mujeres».
De los siete cuentos que lo componen, uno de ellos me parece que muestra mejor las probidades del novelista y su admiración por el autor de «La metamorfosis»: Samsa enamorado. En el primero, una mujer casada ─apodada Sherezade por su amante debido a sus grandes dotes de narradora oral─ y un hombre maduro ─recluido en un departamento por razones ideológicas─ mantienen encuentros esporádicos donde el sexo es una pulsión, una aproximación física desprovista de la más mínima pasión. Lo más importante es la comunión que logran gracias a las conversaciones post-coito que mantienen y a la evocación del pasado que hace ella, gracias a lo cual la pareja consigue finalmente un éxtasis pasajero. La forma en que avanza la historia es realmente magistral.
Samsa enamorado está lleno de referencias a Frank Kafka y a su novela La metamorfosis. El insecto ha regresado a su condición de Gregor Samsa en un momento en que Praga es invadida por un ejército extranjero. Este personaje, cuyo físico es idéntico al de Kafka, está desconcertado porque la realidad a la que vuelve ya no es la misma y no entiende muchas de las cosas elementales que ha vivido antes. Samsa se enamora de una muchacha jorobada. Una lectura atenta nos advierte que la relación entre el ex insecto y la joven funciona como un espejo que refleja la deformidad moral de los seres humanos. En ambos cuentos, enamorarse es siempre una maldición que termina con la partida de la mujer y, por lo mismo, con la llegada irremediable de la soledad.