Escribe Guillermo Schavelzon
“Nadie es profeta en su tierra”, viejo refrán que no podría estar mejor aplicado en estos casos, que no son algo excepcional en el mundo de la literatura. Muchos grandes escritores son reconocidos en otros países antes que en el propio. Para que eso suceda tiene que haber detrás un gran editor, como es el caso de Hubert Nyssen, fundador de la editorial francesa Actes Sud, a quien conocí gracias a Alberto Manguel, uno de sus autores.
Siendo un editor principiante, estaba de visita en Nueva York cuando unos amigos le hablaron de un escritor local muy interesante, que no obtenía el reconocimiento de la crítica ni de ventas. Nyssen lo leyó, creyó haber encontrado algo extraordinario y se jugó, contratando -con un anticipo mínimo- Ciudad de cristal y La invención de la soledad. Los publicó en Francia y el éxito fue increíble: la editorial lleva más de 50 ediciones y cientos de miles de ejemplares publicados.
Se generó una verdadera “epidemia Auster”, que rápidamente se fue extendiendo por todo Europa. En España -antes de que la epidemia se generalizara-, ya lo había publicado sin mayor repercusión la editorial Júcar, de Gijón (Asturias) -dato que se suele olvidar-, cuyo editor era José Manuel Caballero Bonald.
Con semejante éxito, los editores de Nueva York se enteraron de que el escritor que arrasaba en Europa vivía allí, al otro lado del East River, frente a Manhattan, y así logró en Estados Unidos, su pais, el éxito de ventas y el reconocimiento de la crítica que antes no había recibido.

Un tiempo después, Nyssen, a quien en París consideraban“un editor de provincias” (Actes Sud estaba en Arles, la ciudad de La Provençe donde vivió Van Gogh) demostrando su gran olfato lo volvió a hacer: descubrió a la escritora rusa Nina Berbérova, que vivía y enseñaba en Princeton (New Jersey) después de haber vivido 25 años en París. Tenia varias novelas inéditas que ninguna editorial había querido publicar. “Nina Berbérova había esperado la fama, la gloria, el reconocimiento, en vano, durante algo más de medio siglo”, escribió Juan Pedro Quiñonero.
Nyssen la visitó, la leyó y la contrató. Cuando la publicó en francés sus novelas produjeron una verdadera explosión. De Francia pasó a ser publicada en todo el mundo. (Circe en España). Jacqueline Kennedy, que era editora en Doubleday, se enteró del fenómeno y le pidió a Nissen que las pusiera en contacto para visitarla en Princeton: la contrató, y la lanzó en Estados Unidos.
La sede de Actes Sud en Arles (hoy la editorial pertenece, como muchas otras, a Gallimard), está frente a una plaza, a la que el Ayuntamiento le puso el nombre de la escritora.
A diferencia del rescate de escritores que tienen éxito cuando ya han muerto (como Lampedusa, el autor de El Gatopardo), Paul Auster y Nina Berbérova pudieron disfrutar del reconocimiento internacional de los lectores durante muchos años.