Escribe Pedro Medina León
La breve historia literaria de Miami no tiene más de sesenta o setenta años, aunque recién en la década de los ochenta empezó a tomar los caminos que hoy la caracterizan: el género noir y las historias sobre el choque cultural. En 1985, apareció Continental Drift, de Russell Banks, obra que, sin exagerar, podemos considerar “la gran novela de Miami”, y en 1987, desde lano ficción, T. D. Allman lanzó Miami, City of the Future, quizá el libro más vigente para entender la ciudad. Pero el antes y el después en la ruta literaria de Miami lo marcó Charles Willeford entre 1984 y 1988, cuando publicó las novelas del detective Hoke Moseley, conformadas por Miami Blues (1984), New Hope for the Death (1985), Sideswipe (1987) y The Way We Die Now (1988).
Como todo miamense, Willeford no nació en Miami, llegó en la década de los sesenta —tenía cuarenta y uno—, luego de un periplo por otras ciudades de Estados Unidos, Francia y Perú. Acá estudió Literatura Inglesa en la Universidad de Miami, para dedicarse a la docencia en el Miami Dade College.
A pesar de tener cerca de una veintena de títulos bajo su nombre, no gozó de mayor reconocimiento literario hasta la aparición de la saga de Hoke Moseley, ambientada en la patibularia década de los ochenta en Miami. Moseley, divorciado, buen bebedor, vive en un hostal de Miami Beach y es un policía de la calle sucia. Su entorno gira mayormente entre mexicanos, cubanos, gangueros, traficantes de drogas y haitianos indocumentados. Sin embargo, lo valioso de estas obras, además de su calidad literaria, es que el detective, en cada episodio, descubre y se enfrenta a la cultura latinoamericana y a una ciudad a la que no termina de comprender, pero que tiene que aceptar para adaptarse a aquello que lo rodea, pues incluso en su entorno laboral son cada vez más los colegas policías que se apellidan Pérez y Sánchez, como su compañera de guardia Ellita, cubana, a quien si bien al comienzo miraba despectivamente, más adelante termina siendo su roommate.
A Willeford, sin duda, Miami lo impactó y, a través de Hoke Moseley, corrió el telón de una ciudad hasta entonces poco conocida, que no tenía absolutamente nada que ver con la imagen que vendía. Eso ha cambiado poco: nuestros narradores —desde los más comerciales en inglés, como Carl Hiaasen o Les Standiford, hasta los más indie en español, como el caso de los autores de Viaje One Way. Antología de narradores de Miami— recrean a la ciudad a veces noir, a veces con una fricción cultural, pero, en ambos casos, hostil y difícil de entender. Ellos también muestran una ciudad muy distinta a la que se conoce.
A Willeford se lo llevó un infarto en 1988, sin sospechar que estaba dando los primeros trazos a la identidad literaria de una ciudad que, veinticinco años después, no la tiene totalmente consolidada, pero hacia eso va. El quinto libro de la saga Moseley nunca se publicó: se quedó en manuscrito. Miami Blues fue llevado a la pantalla en 1990 y, aunque no fue un gran éxito, es considerado uno de los films clásicos de Miami. Hablar de un padre de la literatura miamense sería muy ambicioso, pero sí es justo decir que la sombra de Charles Willeford está entre las páginas de nuestros autores.