Escribe Alberto Buendía Matamoros
La sorpresa que me he llevado con la lectura de La vegetariana de la escritora surcoreana Han Kang (premio Nobel 2024). Una novela perfecta en su estructura de tres capítulos. Cada uno de ellos con un punto de vista distinto que tiene como propósito ocultar al lector la esencia de su personaje principal: Yeonghye. Una mujer apacible y taciturna que, por culpa de unas pesadillas, toma la drástica decisión de no comer carne.
Ante sus familiares, este cambio es incomprensible. Su vida da un giro al verse abandonada por su esposo y volverse un objeto sexual para su cuñado. Pero no todo acaba allí, pues Yeonghye ahora tiene el deseo de convertirse en una planta y solo acepta alimentarse con agua y sol. La responsabilidad de la salud y la vida de Yeonghye recaerá en su hermana mayor, Inhye. Que tomará la decisión de encerrarla en un hospital psiquiátrico.
La vegetariana es una obra rica en metáforas, con un lenguaje bellamente escrito. Incluso en las escenas más violentas y oscuras de la novela, la autora sabe darle el equilibrio estético para no pasarse al terreno del espanto. Aunque el lector no podrá dejar de sentir cierta inquietud e incluso algo de miedo.
Me arriesgo a decir que nadie podrá quedar indiferente al terminar su lectura. Confieso que una fibra íntima ha sido tocada. Estamos ante una obra maestra cuyas referencias son La metamorfosis de Franz Kafka y Bartleby de Herman Melville. Aunque si nos ponemos más rigurosos hay también cierto acercamiento al mito de la ninfa Dafne y el dios Apolo. No obstante, la principal intertextualidad de La vegetariana es un relato de la misma Han Kang titulado El fruto de mi esposa*, en donde se nos narra la historia de una mujer que se convierte físicamente en un árbol, quedando al cuidado de su marido.