Lo único infinito que tiene final

Luis Eduardo García encontró en México una novela donde se mezclan los libros, la escritura, la ficción y aquello que convierte a la literatura en inolvidable: la vida misma.

Escribe Luis Eduardo García

Busqué la novela infructuosamente por muchas librerías durante meses hasta que, sin quererlo, hallé una a mi paso por un aeropuerto de México. La perseguía porque muchos me habían hablado de ella con entusiasmo, ¡y vaya que no se equivocaron! “El peso de vivir en la tierra” es una novela ingeniosa, original y extraordinaria.

Mario Vargas Llosa sostiene que la lectura es una forma de llenar los vacíos que dejan las insuficiencias de la vida. También ha escrito que una de las funciones de la literatura es hacer vivir a los lectores una vida paralela a la real o enriquecerla con experiencias y emociones que estos nunca podrían vivir en su vida ordinaria.

Por lo general, la mecánica de la representación literaria funciona así: la realidad real es siempre el punto de partida, el modelo, la referencia que luego pasa a convertirse en realidad literaria con todas las consecuencias que esto supone para un lector. Esta realidad nueva pueda estar cerca o lejos del modelo original (realista o fantástica) y mejorar (utopía) la realidad en que se sustenta o incidir en sus agravantes (distopía).

Mario Vargas Llosa y David Toscana, la noche en que este último recibió el Premio Bienal Vargas Llosa por «El peso de vivir en la tierra».

Pero a veces ocurre al revés: la realidad literaria se incorpora a la realidad real como fuente de representación. Esto es lo que ocurre en «El peso de vivir en la tierra» (Alfaguara, México, 2023, 323 pp.) del mexicano David Toscana, un libro que ganó el V Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa que se celebra en Guadalajara. Aunque, claro, no es que la realidad literaria se introduzca literalmente en la realidad real, se trata más bien de un ingenioso juego metaliterario que seduce desde un primer momento al lector.

Un grupo de seres «raros» liderados por Nicolás se aburre en Monterrey. Para aliviar esta situación, este decide adoptar el nombre de Nikolái Nikoláievich Pseldónimov, un científico ruso ganador del Premio Nobel en 1956 y fallecido en 1986, e invita a otros a vivir su fantasía. Él, su mujer, Marfa, el borrachín Guerásim y otros aliados deciden vivir la vida de los personajes que aparecen en los libros escritos por Gogol, Tolstoi, Dostoievski, Pushkin, Pasternak, Chéjov, Bábel, Esenin, Solzhenitsyn, Ajmátova y algunos otros autores rusos, casi todos disidentes y defensores de la libertad de pensamiento y opinión.

Esa emulación es, en realidad, la puesta en escena de una gran obra teatral hilvanada con las frases, los pasajes y los diálogos de esos textos emblemáticos, salpicados con escenas biográficas de los autores y retazos de la vida fáctica. Ese es el guion que siguen y van enriqueciendo conforme viven el presente. La historia está salpicada de situaciones irritantes, humorísticas y disparatadas, así como de escenas de alta poesía, ya sea por el lenguaje o el sentido que presentan las situaciones narrativas.

Portada de la edición de Alfaguara de «El peso de vivir en la tierra»

Vargas Llosa ha destacado el humor del que se vale la novela: “Hay un humor que permite todos los excesos y que no abandona nunca a David Toscana en esta narración. Los personajes cambian de naturaleza, de nombre y saltan alegremente de la realidad mexicana a una excentricidad rusa y lo hacen con absoluta naturalidad, acaso lo más difícil y logrado de esta empresa […] El humor, al que recurre Toscana constantemente, no es un humor sencillo sino enrevesado y múltiple, pero, aun así, cumple su función, que es despertar la carcajada en los lectores y hacer que celebren los hallazgos. («El Comercio», «El peso de vivir en la tierra», 5 de junio del 2023).

El novelista peruano ha destacado también la estructura del libro de Toscana, tal vez lo más sorprendente de este libro: montar sobre una base de citas, pedazos de cuentos, novelas y escenas de la literatura rusa más o menos semejantes una estructura propia que no es discordante con ellos, sino que más bien los pone en relieve y complementa, consiguiendo así un discurso narrativo que fluye a pesar de estas costuras y añadidos. Trabajo arduo, temerario, pero muy ingenioso que ha dado como resultado una novela extraordinaria.

En la novela del mexicano David Toscana los protagonistas, aburridos, se transforman en personajes de cuentos rusos en un proceso no exento de humor pero que tampoco oculta los horrores del periodo soviético.

Los personajes creados por David Toscana revelan una característica esencial del ser humano: la capacidad y la libertad para imaginar y, más que nada, realizar en la vida real ese anhelo. El tiempo en el que se desarrolla el presente de la historia son los años 70 del siglo XX, cuando ocurre la carrera espacial y se viven rezagos del mundo estalinista. La historia tiene como eje una anécdota: la tanda de amigos que ha usurpado las identidades literarias quiere viajar al espacio, para los cual sus integrantes deben entrenarse como cosmonautas, tarea en la que se empeñan con resultados tragicómicos y reveladores de la condición humana.

Nicolai y Marga, los protagonistas, son los directores de ese mundo postizo, literario, que, al ser representado en la calle, en un bar, en un hotel o en cualquier espacio ordinario le da nuevo sentido a la existencia y a la libertad que tanto anhelaron vivir y defender los autores citados en la vida real. Vivir es hermoso, pero tiene un plazo de caducidad contra el que nada pueden los seres humanos. La metáfora de los cosmonautas rusos que mueren al volver a la tierra lo explica mejor: sus corazones no soportan el peso de vivir en ella. Los personajes de la historia quieren de alguna manera morir como ellos y hacer de sus vidas una obra de arte.

«La vida es lo único infinito que tiene final», dice un personaje al concluir la historia. Tremenda frase marco para una novela asombrosa que no debería acabar nunca.

Luis Eduardo García
Luis Eduardo García (Chulucanas, Piura, Perú, 1963) Poeta, narrador y periodista. Es docente de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Privada del Norte de Trujillo. En 1985 ganó el VI concurso “El poeta joven del Perú” y en el 2009 el Tercer Premio del Concurso Internacional Copé de Poesía. Ha publicado cuatro libros de poesía: Dialogando el extravío (1986), El exilio y los comunes (1987), Confesiones de la tribu (1992) y Teorema del navegante (2008); dos de cuentos: Historia del enemigo (1996) y El suicida del frío (2009); y uno de crónicas, ensayos y entrevistas: Tan frágil manjar (2005). El lugar de la memoria (2023) premio de novela breve del BCR. Mantiene desde 1986 una página de reseñas y comentarios literarios en el suplemento dominical del diario La industria de Trujillo.

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