Escribe Antonio Coello Rodríguez
La ciudad de Lima fue fundada a orillas del caudaloso Río Rímac. En sus márgenes se encontraban, de un lado, la ciudad de Lima, mientras que al otro lado del río estaba el populoso distrito del Rímac, también conocido como «Bajo el puente». Ambos lugares estuvieron unidos por el Puente de Piedra, construido durante tiempos del Virrey Juan de Mendoza, Marqués de Montesclaro, quien inició su construcción en 1608, terminándolo en 1610. Con anterioridad a este puente hubo otros, pero siempre eran destruidos por las arremetidas del río, como ocurrió con el Puente de criznejas o el Puente de palo (Sifuentes 2010:63). El puente Balta aún no existía.
Conforme fue creciendo la ciudad, esta necesitó de otro puente que solucionara el problema del tránsito, pues uno solo no se daba abasto, ocasionando constantes atolladeros debido al paso continuo de carretas, acémilas y personas. Sin embargo, siempre fue una preocupación constante por parte del gobierno central y de la Municipalidad de Lima, pero debido a las continuas crisis del país, estos proyectos quedaban en solo ideas.
A mediados del siglo XIX y gracias a la riqueza que proveyó el guano y del salitre, Lima empezó a cambiar su fisonomía. Se pobló de grandes obras y sobre todo se destruyeron las viejas murallas coloniales, las cuales, a manera de corsé, no permitía que Lima creciera. En ese momento gobernaba en Perú el Mariscal Ramón Castilla y ajo su tutela se vivirá un tiempo de boato y riqueza temporal, conocido en historia como “falaz prosperidad” (Basadre 1968).
Esta riqueza momentánea dará lugar a nuevas obras, planteando la urgencia de dotar a Lima de otro puente pues «…el aumento sucesivo de la población y la extensión del territorio exigen desde hace algunos años la necesidad de establecer otros puntos de tránsito entre ambas poblaciones. Se ha proyectado en varias ocasiones la construcción de dos puentes más, uno por el lado de Santa Rosa de los Padres y el otro por la Barranca» (Fuentes 1866:505).
En otra nota del diario El Progreso, de 1867, se dice: «Entre las mejoras que faltan a nuestra capital se nota más que otra la fácil y expedita comunicación de las dos bandas del rio, pues ya no hay quien deje de observar que el puente principal es estrecho e incómodo y que el de madera, colocado entre la barranca y la Alameda de Acho, es apenas un recurso provisional”.
Nace el Puente Balta
El Nacional del 7 diciembre 1867, publica una nota periodística solicitando un “Nuevo puente para el Rímac, el cual debe colocarse frente a la estatua de Colón”. La necesidad de construir un puente en la denominada zona de la barranca obedecía a que recientemente se había inaugurado allí el monumento a Cristóbal Colón, el cual presentaba una gran alameda que era visitada por los limeños para ver este genial monumento que embellecería más a Lima, convirtiendo a dicho lugar en un nuevo foco de desarrollo para la capital, a la vez que permitía derivar el flujo de personas que cruzaban hacia el Rímac y, lo más importante, que conectaba directamente con la Plaza de Toros de Acho.
Esta nueva obra formaba parte de todo un sistema que servía para embellecer más a esta zona, recientemente integrada gracias al puente, pero que ya tenía los conocidos baños de Piedra Liza, la alameda de Acho y el monumento a Colón, inaugurado en 1860 (Coello 2021:207).
En 1869 el Ministerio de Obras Publicas convocó a una licitación pública para esta nueva obra. Las propuestas y costos para el nuevo puente fueron las siguientes: la de Guinassi costaría 280,000 soles, la del Sr. Brown costaría 334,000 soles, la del Sr. Gonzáles sería de 590,000 soles, la de Wendel, 300,000 soles, y por último la de Armero 398,000 soles. El gobierno nombró como peritos a los señores Nyston y Backus para que evaluaran la mejor opción. Estas propuestas aparecieron en los diarios de la época, pues la nueva obra debía ser conocida por todos los ciudadanos. Luego del debate quedaron como finalistas los proyectos de los señores Weelock y Armero, escogiendo finalmente como ganador el proyecto de Armero. Inmediatamente después empezó el otro debate: ya tenemos el diseño del puente, ahora ¿dónde lo construimos y con qué materiales?
Es así que se consideró desarrollar un puente con arcos de fierro y bases de piedra, que lo convertiría en un puente eterno, y el lugar escogido sería frente a la Plaza de Acho, debido a las razones ya expuestas, pero también porque en esa zona de Lima el río es más angosto. No debemos olvidar que la zona de la Barranca (hoy Campo ferial Amazonas) era una zona muy peligrosa y sucia, considerada un muladar. El puente unirá la calle de la Barranca por el lado de Lima, mientras que para el caso del Rímac comunicaría con el ovalo de la Plaza de Acho.
Entre las características de la obra podemos decir que el puente tendrá 12 metros de ancho, los estribos y machones tendrán un cimiento de mampostería de 2.50 metros de profundidad, un ancho de 5.50 metros para los estribos y 6 metros para los machones. Las bóvedas del puente se compondrán de 9 zerchas de fierro fundido. Las juntas de las piezas de fierro que componen las bóvedas serán apretadas por cuñas de fierro y rellenadas con betún de fierro de limaduras de fierro dulce (Ver Anales del Cuerpo de Ingenieros del Perú, 1874).
En el diario El Comercio (1869) se dio la noticia de la colocación de la primera piedra, la cual sucederá al medio día y acudirá el presidente de la República, don José Balta y sus ministros de estado, señores Gálvez, Barrenechea, La Rosa, Piérola, el Obispo de Lima y demás autoridades “El acto se verificará en el centro del río, en cuyo sitio se han colocado los aparatos necesarios para el objeto”. Al construirse el Puente de Fierro o Balta las autoridades pensaron que este lugar atraería las miradas de los limeños y sería un lugar de paseo, pero sucedió todo lo contrario: inmediatamente la zona se llenó de ambulantes, rateros que aprovechaban la Alameda de Acho y la margen el río para escabullirse, más aún en los días de corridas de toros, esa zona era inundada por gente de mal vivir que se mezclaba con aquellos que acudían a distraerse.
Para fines del siglo XIX, Lima ya contaba con los siguientes puentes: el de hierro, denominado Balta, situado al oeste del viejo o de piedra, y los de la Palma o Arana y el Municipal, ambos de madera y construidos al oeste de Lima (El Rímac; marzo, 1890). Al iniciar el siglo XX se volvió a discutir sobre la poca comunicación con el Rímac, así que poco a poco empezaron a presentar propuestas para nuevos puentes.
“Después de que el clásico puente Balta ha estado soportando durante más de 80 años el peso de la circulación de carretones cargados con víveres y animales traídos de las chacras, carruajes jalados por caballos, automóviles y camiones, ha llegado el momento de tener otro puente proyectado al final de la avenida Tacna, bajo el nombre de Santa Rosa, para compartirse el tránsito de circulación entre la parte alta y baja de lima» (El comercio, 1958).
Para fines del siglo XX, el puente Balta estaba completamente olvidado y descuidado, pero aun así una nueva obra para el país lo pondrá en la palestra, nos referimos a la instalación del gas natural de Camisea, el cual se colocó debajo de la vieja vía férrea del tren. Esta nos permitió ubicar los cimientos del Puente Balta así como el deplorable estado del mismo. En trabajos nocturnos se colocaron las tuberías del gas, contando con la supervisión constante del entonces Instituto Nacional de Cultura, hoy desaparecido en escena ante los nuevos trabajos de «modernización» de los rieles para el acoplamiento a un nuevo tipo de tren, bajo la gestión del alcalde Rafael López Aliaga.