«Los hijos del orden», de Luis Urteaga Cabrera (Fragmento)

El crítico literario Abelardo Oquendo escribió de este libro: "Nadie ha escrito en el Perú una novela tan violenta como ésta. Aquí, con una dureza cuya implacabilidad no desvirtúa la hermosa y lúcida ternura que subyace en sus páginas, Luis Urteaga Cabrera historia la rebelión en una cárcel de menores que convergen a ese lugar de horror. A través de las confluyentes biografías de los hijos de un orden atroz, se revelan, tanto algunos rostros del país que por primera vez acceden a la literatura, cuanto la calidad extraordinaria de un autor que, de lo inédito, da un salto definitivo a la primera línea de la narrativa peruana de hoy". Los dejamos con un fragmento de esta estupenda novela.

Un texto de Luis Urteaga Cabrera*

“… SI TUVIERA GUÍA, aquí está lo mío, ahorita mismo tráiganme coca, ron y un chibolo que me caliente los meados que se han helado, pero cartuchito para reventarlo, no los de la palomilla que están muy traficados que los inspectores sepan que pago lo que pidan por una armada de hoja por un trago de ron con cualquier servicio yo les pago cuando salga de aquí a ver si se me pasa el dolor de los palos, también qué huevón descolgarme del tercero con estos fuelles de mierda que están perdiendo la costumbre de respirar y estas cabronas piernas que ya no me aguantan en vez de conseguirme un chibolo sanito y bueno y pasarme la gran vida ahora, en cambio, aquí encerrado y molido sin tabaco hasta las huevas y con la pieza ardiéndome de tanta mano o guía para pagarle a algún huevón que cumpla mi castigo al inspector de turno que me saque de aquí y me pase como castigado sería firme ser bacán como en el cerro donde cada capo tiene su media docena de cabros para que los quieran, les cocinen, les laven y remienden los trapos, los abriguen y no aquí uno hasta las cachas molido a palos por intento de fuga y sin fuerzas ni para pescarse los piojos y aplastarlos una buena mierda, jamás otra cosa tal vez con otros fuelles, no con estos, y dónde los consigo para que no me asfixie tanto a los perros que iba a ganarles a los tombos, si de tan panzones no corren ni mierda, pero sus balas sí son rápidas, antes debí coquear o tirarme media bota de charol filtradito y me corro de aquí, al Callao, sin parar con fuerza suficien-te para cualquier bronca o lo que sea sin palos ni dientes de perro o de tombo y no estaría aquí, lástima que están escaseando, ¿qué chucha pasará con los proveedores que me tienen olvidado?, ¿en qué maldita hora se me ocurrió quitarme solo por la gran puta? Menos mal que ya me falta una semanita cuando salga de la celda, ahí mismito voy donde Guto, Chamo, Pigua; a mí no me van a venir con huevadas, lo sé todo: Manoeseda me lo ha dicho, además en el aire se huele que están cocinando algo grande, no por las puras van a estar tirando ladrillo y cemento si nunca han sido chupos o pateros, si de puro haraganes a esos huevas no les gusta ni rascarse las pelotas y ahí, en el muro nuevo, tan contentos dándoles a la chamba como asalariados sin huelga ni pliego de reclamos, para que los soplones no lo caguen todo, como pasa aquí casi siempre con cualquier plan, por secreto que sea, mejor sería a chairazo limpio como el Niño Lindo o a punta de molotó’, que el culeado ese sabe hacer y quemar el reformatorio con piojos, cucarachas, ladillas, ratas, arañas, alacranes, inspectores, hormigas, tombos, hambre, mugre, director, balas, frío, empleados, perros, palo y todo lo demás. Carajo, tal vez el calor del incendio me abrigue los fuelles y entre aire para ayudar a quemarlo todo, y nada de ponerse triste que soy un trome, como dijo el Carasa: muchos con una fuga, pocos con dos, menos pocos con tres y muy pocos con cuatro, y por algo habrá de ser si de chico mechaba como la puta madre, hasta los grandes me tenían miedo, pero ahora me saca la mierda cualquier huevon-cito, a mí que fui quien fui y ya no soy más, no por otra cosa sino por la chaqueta y la paja que me han quitado todita la fuerza y ni siquiera un traguito por la mierda y una hambre de la gran puta me comería una mano pero no la izquierda que la necesito para sacarme la leche por lo menos con un chivatito. Pásenlo entre los barrotes, aunque sea en pedazos, aquí yo lo vuelvo a armar, comenzando por el culo, que es lo más rico y siguiendo con la boca para que me lo chupe, no sean tan egoístas para engreírlo, pegarle, hacerlo llorar y rogar uno de los cantorcitos, negociando con el inspector y un trapo en la boca para que no se ponga a pegar gritos si las fuerzas me dan y consigo que se me pare y no me falle tampoco el fuelle, qué buena vaina, solo ellos, los muy conchudos, y uno aquí chamullando con las paredes como un loco, te lo coloco sin más diversión que correr-sela, desperdiciando ríos de leche espesa, que podrían servir para criar un chibolo, secando sus ojos con cariñitos y golpes, guapeán-dolo y cantándole para que se asuste y afloje, se alegre y me agarre ley, y todo el mundo contento y uno también, pero bien enchairado para defenderse, sino cualquier día un capo me pone al corriente, todo el A está lleno de faites y hasta los más monses se dan de capos conmigo, que no soy peje y muchos del B ya despuntan y cualquier día aquí corren ríos de sangre, hay mucha bronca por la menor cojudez, mucha mierda revuelta, por eso quiero quitarme de acá; si las bandas me apoyaran, pero así cagado no les sirvo para nada, solo quiero comida y que me dejen asfixiar tranquilo en el rincón de la celda que está lleno de mierda, sin que me joda nadie, porque estos fuelles no tienen remedio: cada día reciben menos aire y que me den cualquier cosa que se pueda manducar más, aunque sea carne humana, a eso nadie se atreve y voy a ser el primero, aunque sea mía la pierna, que es carnosa; si los piojos no fueran tan enanos, aquí nadie pasaría hambre, pero ni comiéndolos a puñados, todo el día se satisface uno y más es lo que se cansan las mandíbulas y los labios, que bien te pueden servir para darme una chupadita; las ratas son muy pendejas: no se dejan agarrar y entre varias pueden comerte a ti, antes que tú las comas a ellas; además, adivinan las intenciones, no se acercan, desde lejos nomás me hacen cachita, y otra vez la asfixia de mierda, tengo que quedarme bien quieto, por la gran puta, cuando sale una banda, que haga reventar todo esto para ayudar a enfriar inspectores, tombos y tiras con una buena punta o con veneno en la comida si alguna vez salgo por esta cruz consigo racumín, para darles a todos los chuchas, ni la madre del director se salva el primer hijo de puta, si alguien averigua dónde vive sería bien camba asaltar su casa, comerse a toda su familia y quemar sus cosas para que aprenda a no darnos vuelta, pero que no usen los dientes, nada de mordidas, carajo, que les bajo la pepa de un solo viaje, y echar una gran cagada al patio desde la torre, para ahogar en mierda a toditos como los loquitos del A, que cagan en cualquier parte y la palomilla les hace comer su mierda y ellos se ríen, no sienten los golpes, pensarán que es un juego, pero qué van a pensar así como los perros, seguro les gusta un palazo y, ja, ja, ja, una patada y ja, ja, ja, y nosotros, ja, ja, ja, sin parar, hundirles nomás el fierro, mejor si se enfrían para ahorrarles las penas, menos que las mías, el pecho se me ha cerrado y otra vuelta comienza la asfixia, apretando la garganta, sin dejar pasar ni una mierdita de aire con las manos, solo el Gordote o Sansón que se quiebran a cualquiera y cómo no, si se papean el combo de los chibolos y pobre del que pitea, yo cada vez más ralo, no hay carne sobre estos huesos, un chiquillo de cualquier precio, señor inspector, guía, no tengo pero puedo firmarle un papel cuando aprenda a escribir, donde diga que le debo tanto, por un culo nuevito no se haga rogar, pongo mi huella como en la seccional y le pago con el primer bollo que me haga cuando me quite de aquí, soy buena firma, no es por nada pero además choro merfi, puya, bacán, pregunten en Mendocita pero sanito para reventarlo si no no hay negocio y otra vuelta para que tenga que regresar a la manopla alrededor del capo que reparte el trago a las locas y para uno ni mojones, aunque sea el último chibolo y esté enfermo, loco o muerto hasta que me quite y cafiche una costilla bacán y, entonces, buena cáscara, buen merco, trago bueno, nada de chamba, te rompes las manos en los talleres, las autoridades venden las obras y se tiran la guía o las llevan a sus casas y cuidadito con protestar hijos de puta, malnacidos, que les sacamos la mierda a palo limpio, los colgamos de los huevos, el pecho se llena de algo espeso que le quita sitio al aire, debe ser caca como esa vez que me zamparon de cabeza en un balde, lo menos una hora, y me vino sangre como mierda, nada de visitas, carajo, nada de descanso, a chambear, choro de mierda, si quieres tragar, carajo, afuera joden y joden, aquí los vamos a fondear, el mar está aquí cerca, los mandamos al cerro, que los trafiquen los asesinos y se vuelvan locos, a ver si así dejan de joder y qué chucha si se mueren, mucho mejor, palo al que no rinde y al que rinde, al que reclama, al que no obedece, al que mira feo, al que no contesta, al que no se calla, al que se apura, al que se demora, al que se duerme, al que se enferma, yo ya no puedo, que alguien me ayude a matar las cucarachas, que se pasean en la cara, las ratas que clavan sus dientes en los dedos cuando uno se duerme y un día me papean entre varias viéndome tieso sin aire, creyendo que estoy muerto aunque me falta poco, pero estoy vivo, quién va a gestionar mi libertad, si no tengo a nadie, tengo que escapar otra vez, pero pronto, el pecho ya no aguanta más tiempo, un día de estos se para del todo, está cada vez peor por el frío del cemento, si me dieran siquiera una frazada, ese es tu castigo, choro de mierda, púdrete en el cerro, me trago entera una rata para que abra un camino en mi pecho y pueda entrar el aire, si no cómo escapar, cómo meterme al hospital, curarme la chaqueta, hacer collera. Y no esta asfixia de mierda que otra vez está llegando, tal vez lo mejor sería abrirme las venas aunque sea con los dientes, para que se derrame la poca sangre que me queda y se acabe de una vez y para siempre, este desgraciado que nunca debió haber nacido”.

Portada de la edición definitiva con testimonio del autor de «Los hijos del orden», de Luis Urteaga Cabrera.

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*Fragmento de la novela «Los hijos del orden», Edición definitiva con testimonio del autor, publicada por Editorial Casatomada.

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