El escritor peruano Jack Martínez Arias nos presenta en Te he seguido una novela que entrelaza memoria, violencia y amor en un contexto de inestabilidad social y política. A través de una narrativa que evita el panfleto y se enfoca en la humanidad de sus personajes, el autor nos sumerge en un Perú donde la marginalidad y la corrupción son parte del día a día.
En esta entrevista, el autor comparte el proceso creativo detrás de la historia, cómo sus propios recuerdos y traumas influyeron en la construcción de los personajes y la importancia del contexto histórico en la trama. Además, reflexiona sobre la relación entre Javier y Jessica, dos jóvenes cuyas vidas están moldeadas por fuerzas más grandes que ellos, y nos habla de sus influencias literarias, desde la poesía de E. A. Westphalen hasta la narrativa de Oswaldo Reynoso y Julio Ramón Ribeyro.
La memoria y el pasado juegan un papel importante en Te he seguido. ¿Cómo fue el proceso de construcción de la historia a partir de recuerdos y traumas de los personajes?
Creo que todo comenzó con mis propios recuerdos y traumas. Como todos, tengo una serie de imágenes que vuelven a mi mente con cierta regularidad, imágenes del pasado. Por ejemplo, la oscuridad aterradora de la primera noche que llegué a Lima, a los diez años; o cuando un desconocido me apuntó con un arma una madrugada en la que salía a jugar fútbol en el barrio, a los doce; o la intensidad de un primer amor destinado al fracaso, etc.
Entonces, lo que inicialmente me propuse fue escribir una novela en la que pudiera volcar— a través del filtro de la ficción— todas las imágenes recurrentes que me persiguen desde la niñez, la adolescencia, la primera juventud. Para ello, instalé estos recuerdos en diversos personajes de la novela y, a partir de allí, construí sus historias.
La novela está ambientada en un contexto de inestabilidad política y social en el Perú. ¿Cómo influyó la realidad histórica en la escritura de la historia? ¿Qué elementos tomaste de la vida real para construir la trama?
Como dices, el contexto de inestabilidad política es muy importante en la trama, y eso se debe a que, por ejemplo, uno de los recuerdos que quise explorar fueron aquellos de los años noventa en los que el fujimorismo ejercía una dictadura brutal y, al mismo tiempo, difundía la propaganda que instalaba en los peruanos la idea de un país próspero, en paz, donde el futuro se veía prometedor gracias a los sucesivos gobiernos del dictador.
Pero en esos años yo era muy joven y vivía en un barrio pobre, donde la violencia no había cesado, sino todo lo contrario, proliferaba a partir de una ideología de la que no nos hemos podido sacudir todavía: la del individualismo, la del «sálvese quien pueda», la de aplastar al otro para sobresalir o sobrevivir, la de la naturalización de la corrupción.
Esa ideología se exacerbó en el fujimorismo y esa es la trágica herencia que sufre el Perú de hoy, donde, por ejemplo, el valor de la vida se ha reducido al monto de dinero impuesto por algún delincuente que quiera cobrar un cupo.

Uno de los temas recurrentes en la novela es la violencia y sus secuelas en la vida de los personajes. ¿Cómo abordaste este tema y qué desafíos enfrentaste al escribir sobre él?
Quizá el desafío más importante fue el de mantener una narrativa que no cayera en lo panfletario, en la denuncia. Quise presentar una historia que mostrara la violencia, la marginalidad, la enorme división social, el racismo, la homofobia, todo aquello de lo que fui testigo, sí, pero a través de personajes humanos, es decir, personajes con virtudes y defectos, sin ánimos moralistas, personajes en los que el lector pudiera encontrar las razones que los llevaron a actuar de una determinada manera.
Los protagonistas, Javier y Jessica, tienen una relación marcada por la adversidad y el paso del tiempo. ¿Cómo desarrollaste la dinámica entre ellos y qué querías transmitir con su evolución a lo largo de la historia?
Javier y Jessica se aman profundamente, pero son adolescentes todavía y sus caminos están destinados a separarse. Me interesaba mostrar cómo las circunstancias y el entorno determinan el destino de las personas, alejándolas muchas veces de lo que realmente desean.
Hay cuestiones que, en definitiva, no permiten que dos muchachitos como Javier y Jessica tengan éxito en sus intenciones iniciales de permanecer juntos. La violencia, por ejemplo, puede separarlos fácilmente, como separó a miles de familias durante el terrorismo. Los padres de Javier, en ese sentido, tienen una historia que refleja esa realidad.
O la pobreza, que es otra limitación, muchas veces insalvable, que te empuja a tomar los caminos que puedes, no los que quieres.
La literatura y el arte tienen una presencia fuerte en la novela, especialmente en la formación del protagonista. ¿Cuáles fueron tus influencias literarias al escribir Te he seguido?
Ahora bebo muchísimo de la literatura latinoamericana y, en especial, de la peruana. Cuando era más joven, leía incansablemente a autores norteamericanos, europeos, asiáticos, pero en los últimos años, acaso por nostalgia, he vuelto a nuestra tradición.
Para esta novela, especialmente, he vuelto a la poesía de E. A. Westphalen (el título, Te he seguido, es el título de uno de sus poemas) y a las novelas de Scorza (que aparecen en el primer capítulo). En términos técnicos y estéticos, he tenido muy presente también a Oswaldo Reynoso (que fue mi primer maestro en la escritura, cuando yo tenía apenas veinte años y nos sentábamos juntos a corregir mis intentos de manuscrito), a Enrique Congrains y a Julio Ramón Ribeyro.