Círculo de Lectores
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Entre Murakami y Ribeyro: de la música a la intimidad

¿Qué une a Haruki Murakami y Julio Ramón Ribeyro? La mirada íntima: uno revela el alma del jazz, el otro, la esencia de la escritura. Ambos transforman pasiones personales —la música y el fracaso— en una poética poderosa que atraviesa tiempo, culturas y géneros.

¿Qué relación existe entre Haruki Murakami y Julio Ramón Ribeyro? A simple vista, ninguna. La mirada íntima parece aproximarlos sin embargo: la de Murakami en Retratos de jazz, que nos revela la esencia de la música; y la del peruano en La tentación del fracaso, que nos conduce a las profundidades misteriosas de la escritura.

Retratos de una pasión

Haruki Murakami, como todo escritor célebre, suele convocar adhesiones y rechazos. De él se ha dicho que es uno de los pocos escritores que ha logrado, al mismo tiempo, ser un escritor de prestigio y un éxito de ventas. Y también que se trata de un narrador frívolo, de una clara vocación comercial que calza bien con el gusto de un público poco exigente.

Diga lo que se diga, lo cierto es que las historias de Haruki Murakami hace rato que están instaladas no solo en el partidor anual del premio Nobel, sino también en el imaginario de los lectores más entusiastas y exigentes.

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Este novelista japonés ha escrito, además, libros en los que desarrolla lo que podría llamarse poéticas del arte y la vida. Así tenemos De qué hablo cuando hablo de escribir, un libro en el que desarrolla la idea de que los escritores son seres parcializados y muy pocos dados a hacer migas con los de su especie. Luego está De qué hablo cuando hablo de correr en el que usa la maratón como una metáfora de la escritura.

Otras de sus pasiones, tan igual que el running y la escritura, es la música. En el libro Música, solo música, Murakami y Seiji Ozawa, antiguo director de la Boston Symphony Orchestra, conversan sobre la música clásica y moderna, discos legendarios y anécdotas, curiosidades y chismes vinculados a este mundo.

Murakami y la música

La verdadera pasión de Murakami es, sin embargo, el jazz. Es conocido que en su juventud regentó un club de este género musical donde aprendió a valorarlo. Producto de este pasón interminable es el libro Retratos de jazz, que recoge 55 textos en los que su autor combina la reseña de libros con el perfil. El resultado constituye una especie de guía narrada de la vida y música de los instrumentalistas y los (las) vocalistas más influyentes del jazz en todos los estilos y escuelas. El libro viene acompañado de ilustraciones del pintor japonés Makoto Wada.

Los textos escritos por Murakami son la expresión de un gusto y un placer muy personal. Seguramente muchos amantes y devotos del jazz no estarán de acuerdo con su selección, pero no dejarán de reconocer su conocimiento y sus acertados —y a veces graciosos y filosos— comentarios sobre los discos, grabaciones y pasajes biográficos de personajes míticos como Louis Armstrong, Miles Davies, Chet Baker, Billie Holiday y Ella Fitzgerald, por nombrar solo a algunos.

Los 55 retratos escritos tienen un hilo conductor: la profunda ligazón entre la vida atormentada, y a veces trágica, de los retratados, y la música que compusieron o interpretaron con un fervor y amor especial.

Ribeyro íntimo

Julio Ramón Ribeyro fue autor de libros intimistas y lector voraz de diarios y documentos confesionales. Cultivó —como un escritor del siglo XIX— las aporías, el aforismo, el género epistolar y el diario. Es decir, fue un escritor que iba siempre a contracorriente de la moda imperante (la de la década del 60) y, en cierto modo, anacrónico por propia voluntad.

La tentación del fracaso, un diario que él anunció en 1992 que iba a publicarse en diez o doce entregas (en realidad solo se publicaron entre 1992 y 1995, las que correspondían al periodo 1950-1978), es el resultado de esa forma de asumir su insularidad estilística. En tanto en el mercado abundaban las novelas policiales, de amor, de aventuras y de ciencia ficción, él escribía libros intimistas, raros e inclasificables

Siempre imagino a Ribeyro sentado en un parque parisino, ansioso por desentrañar la complejidad del mundo. Luego observar a la gente, a la cotidianidad, al paisaje, a la realidad entera y cortarla a pedacitos con el cuchillo filudo de su inteligencia. Y a continuación correr rápido a escribir en un papel, en un cuaderno o cualquier otro soporte sus impresiones.

Cuando él escribió sus cuentos, el boom y la novela épica estaban en su esplendor. Sus personajes eran, a diferencia de los de sus contemporáneos, seres sin porvenir, vencidos por el tedio y la rutina, que vivían historias sin motivaciones sociales; de modo que no encajó en la revolución que quebró las estructuras de la novela contemporánea, pese a que generacionalmente estaba muy cerca del cogollo de ese movimiento: Vargas Llosa, Cortázar, García Márquez y Fuentes.

Entre los años 50 y 60, los narradores latinoamericanos imaginaban una realidad donde ocurrían cosas maravillosas e insólitas o surgían epopeyas sociales, Ribeyro en cambio escribió sobre asuntos más intimistas, domésticos, sin color, con personajes llenos de frustraciones y envueltos en su propia vida gris. Al cabo de los años, los tópicos del escritor peruano calzan, curiosamente, muy bien con las grandes preocupaciones del hombre contemporáneo. Ribeyro no escribió una novela como las que predominaban en los años sesenta y setenta, pero sí diarios y aporías que revelaban la intimidad de ese mundo que le tocó vivir.

Seix Barral acaba de reeditar el tomo I (1950-1978) de La tentación del fracaso, lo cual quiere decir que sus lectores pronto tendremos los cuadernos del diario posteriores a 1978. Esta publicación incluye un prólogo de Enrique Vila Matas en el que este gran novelista español despliega su teoría de los escritores náufragos («los que rompen algo estrepitosamente»), aquellos que en cierta forman quieren ser nadie pese a la luz (pálida o escondida) que a menudo los envuelve.

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Vila Matas sostiene que este primer tomo cuenta «la historia de la transformación de un diarista (obsesionado, como tantos, por sí mismo) en un ‘fracasista’, es decir, alguien especializado en las derrotas propias, pero también en las ajenas, alguien que, a la vista de lo que sospecha que le espera, busca ‘ir disolviéndose’ lentamente en el anonimato de un mundo de paisajes tan abstractos como inciertos y escapar así tanto del relato sombrío de su vida como del recuento del universo de los otros».

En ese proceso, al menos en la primera parte, la poética de Ribeyro encaja con la de Pessoa: escribir es conocerse a sí mismo. Él no creía que la literatura podía ofrecer una lectura completa del mundo porque eso era una labor de la filosofía. Su filosofía era, como dice Vila Matas, enfrentar al fracaso, «saliendo en su búsqueda, luchando con la escritura, narrándolo, haciendo de él un arte supremo».

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La Industria, Trujillo, 30 de abril del 2025, p. 8.

Luis Eduardo García
Luis Eduardo García (Chulucanas, Piura, Perú, 1963) Poeta, narrador y periodista. Es docente de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Privada del Norte de Trujillo. En 1985 ganó el VI concurso “El poeta joven del Perú” y en el 2009 el Tercer Premio del Concurso Internacional Copé de Poesía. Ha publicado cuatro libros de poesía: Dialogando el extravío (1986), El exilio y los comunes (1987), Confesiones de la tribu (1992) y Teorema del navegante (2008); dos de cuentos: Historia del enemigo (1996) y El suicida del frío (2009); y uno de crónicas, ensayos y entrevistas: Tan frágil manjar (2005). El lugar de la memoria (2023) premio de novela breve del BCR. Mantiene desde 1986 una página de reseñas y comentarios literarios en el suplemento dominical del diario La industria de Trujillo.

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