Escribe José Carlos Picón
Tempranas arremetidas en las artes poéticas que no delatan formas imberbes, más bien los cimientos de una propuesta que va cobrando forma. Natal de Piura, en la costa norte peruana, Roger Santiváñez muestra una voz aún no teñida por el frenesí de la urbe, la noche y el desasosiego. Sin embargo, va contangiándose de las voces limeñas que lee con atención. Va, de alguna manera, atisbando el espacio que diseñará para su camino en esa dirección. Por el momento, los poemas de “Entre el paraíso y el infierno” son versos reventados de vitalidad y desenfreno, pero administrados mediante un lenguaje claro, transparente.
Publicado por la editorial Cepo de nutria (2023), dirigida por el poeta y crítico José Carlos Yrigoyen, reúne un conjunto de composiciones que tienen el impulso y cromatismo adolescente, no obstante, articulado en el aparejo productivo del poeta como código singular, su registro propio. En la conversación con Gonzalo de Berceo, motivo del primer texto, muestra la seducción por el misterio de esa forma de conocimiento encendida en el interior, sea cual fuere la condición de quien construye discursos, imágenes, ideas o sonidos. El llegar a Berceo desde tan lejos para dialogar face to face, otorga un universo que nutre a este texto en cada verso. “Has tenido tu vida enclaustrada en un monasterio / Has traído hasta mi habitación toda tu poesía”.
Luego van sucediéndose otras piezas de artes menores, sencillos, que dan fe de una reunión desde la diversidad de climas y escrituras, por lo que el libro, ganador de unos florales de la UDEP en 1973, tiene una faceta antológica. Esto no quita el magma simbólico de un imaginario que va diseñándose a través de la presencia y luminosidad de personajes de carne y hueso, de hechos cotidianos y situaciones íntimas en las que la música, la rendición ante el placer, y los despertares espirituales y sexuales.
Roger Santiváñez y la ciudad como motivo
Lima es un eco sin nitidez pero que resuena de formas distorsionadas y luminosas. El plan de llegar a la capital para embarcarse en el estudio de las diversas literaturas, así como el anhelo de alternar y conocer a figuras capitales de las letras peruanas para Santiváñez en su formación poética, es ideado paso a paso, con estoicismo, pero con vehemencia. Un acercamiento al tono de Heraud o Calvo en estas piezas, de alguna manera preludia la intención de vivir cierto cosmopolitismo, de caminar por aquellas calles que sus admirados trasiegan de forma mítica, legendaria.
La intimidad familiar, el deseo asumido con cautela, hace que el poeta evoque sucesos ocurridos en el espacio académico, en las casas conocidas, en las calles entrañables, en los recuerdos de los hermanos que desarrollan sus aptitudes en la ciudad, sea Lima o Piura. El canto a sus seres de luz, miembros de la familia o la constelación de amistades. Bucolismo renovado en las sensaciones de una pequeña urbe. La rebeldía y el furor de la adolescencia, que mira hacia todos lados buscando su retazo de luz y un camino. La incertidumbre es un insumo para la escritura. La soledad de los arenales y playas de la Piura eterna coinciden con el fuego intrínseco de la necesidad de expandirse. Va transformándose la palabra en un arma que designa e interpreta los climas interiores del poeta joven.
Es este libro primigenio en la obra de Roger Santiváñez, un alegato a la vida, una lucha orgánica y visceral en el mejor sentido por la permanencia del amor y la belleza. La música, las flores, el silencio, el sonido de la noche, la entrega al reconocimiento del padre y de la madre, se van convirtiendo en los primeros cimientos sobre los que construirá una propuesta diversa y sólida simultáneamente. Como ya dijimos, Heraud transita aquí, asimismo, el trabajo de grupos como Estación Reunida y Hora Zero que el poeta admira. No sabemos si cabe hablar de corrupción del espíritu en los días posteriores a la gestación de estos versos.
La historia que conocemos de Santiváñez como urbícola que padece los golpes de Lima la horrible, es indiscutible en su oscuridad y destrucción. Las fases son estaciones de conocimiento, ingresos y salidas a los módulos de una metafísica borderline capaz de las peores acciones. Aquí encontramos al joven Santiváñez afilando los dientes en prístinas aguas y arenas silentes. Una escuela, si se quiere, primordial en el crecimiento de la poética santivañezca. Buen ingreso. Las semillas lograron forjar el material con el que se dio forma a un universo.