«Selva trágica», radiografía de una selva violenta

Esta vez, el interés narrativo de Arturo Hernández se centra en el estado más primitivo y violento de la amazonia. "Selva trágica" es un clásico.

Publicado

12 Oct, 2024

Escribe Christian Reynoso

Tras la publicación de su primera novela, “Sangama” (1942) ―de la que nos hemos ocupado en una columna anterior―, Arturo Hernández (Loreto, 1903 – Lima, 1970) publicó doce años después “Selva trágica” (1954), su segunda novela. Explora en esta oportunidad un camino diferente para mostrarnos otra dimensión de su espacio narrativo por excelencia: la selva amazónica. Esta vez su interés narrativo se centra en el estado más primitivo y violento de la selva, mediante la representación de los capanahuas, una tribu en estado salvaje y antropófaga asentada a orillas del río Ucayali.

En las páginas iniciales, Alfredo y Mariana, una pareja de blancos que realizan una expedición de caza son acechados y atacados por los capanahuas. Alfredo será asesinado y Mariana salvará de morir, pero será secuestrada y pronto destinada como mujer del capanahua Nacúa, quien tendrá que vencer a Mancuís, quien también la desea como una de sus mujeres. Inicia así una historia que comienza en 1927 y que culmina cuatro años después, en 1931. Mariana asume el protagonismo y a través de sus ojos interiorizaremos la narración de los hechos.

sangama
«Selva trágica» es la continuación del clásico «Sangama».

Hernández juega con dos planos narrativos: la resistencia de Mariana ante la tribu, su paulatino doblegamiento, su incorporación y su siempre secreto deseo de huir y volver a la civilización; y la cotidianidad de la vida de la tribu, sus maneras de entender la vida y la muerte, sus dioses, sus costumbres, sus rivalidades y su estado permanente de zozobra y lucha. Se crea así una ambivalencia moral entre lo aceptable y no aceptable desde la visión occidental y una cultura anárquica en estado virgen, aunque a medida que transcurre la novela, algunos de los personajes asumen nuevos modos de aceptación a lo desconocido en uno y otro sentido.

Si en “Sangama” Hernández nos mostró la belleza y las bondades de la selva que atrae y maravilla a los foráneos y a los propios amazónicos, con elementos claves como la navegación, el valor del río, la aventura de la selva virgen, las amenazas de las fieras, la explotación del caucho, etcétera, bajo el prisma y las peripecias de Sangama quien abunda en lo filosófico y mágico de este territorio; en “Selva trágica” estamos ante lo más crudo y espeluznante de esta misma selva en manos de las tribus que la habitan, aunque haya entre líneas una voluntad por humanizarlos, que no llega a concretarse. Hernández escribe así dos caras de la moneda y esto le permite entablar un diálogo fructífero en su narrativa.

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