Una entrevista de Gabriel Rimachi Sialer
La escritora peruana Susanne Noltenius acaba de publicar «Se hace otoño», novela breve que aborda la historia de una mujer enfrentada a un divorcio, al alejamiento de sus hijos, a los cuestionamientos que, como mujer, se plantea alguien que ha postergado sus sueños por la maternidad. Conversamos con la autora, Premio Nacional de Literatura 2017 por su novela Tres mujeres, sobre el tiempo, la escritura, la maternidad y los activismos que buscan cancelar aquello que no se someta a las tendencias contemporáneas.
No es usual, en las breves biografías que aparecen bajo la foto del autor en la portada de su libro, que se consigne el dato “proviene de una familia conservadora”, menos en los tiempos que corren…
No es la primera vez que me hacen esa observación, creo que voy a pedir que la quiten… creo que fue una bio que se redactó en un momento que ameritaba la especificación. Por alguna razón nunca miramos eso y se fue quedando así. Es verdad que he crecido en una familia conservadora: mis padres siguen juntos después de 55 años, mi mamá fue ama de casa, mi papá un empresario, mi mamá fue muy religiosa, mi papá no es católico, es luterano pues proviene del norte de Alemania, pero nos dejaron crecer educadas en la religión católica con todos los rituales que había que cumplir y ya luego cada una eligió. Yo, que soy la mayor, y la hermana que me sigue, continuamos siendo creyentes. La menor es agnóstica y nadie le dice nada. Hemos sido una familia conservadora en el sentido de ser una familia tradicional en costumbres, pero siempre hubo libertad de elección.
La construcción de personajes de ficción siempre toma algo de la realidad inmediata del escritor ¿no? Se nutre poco o mucho de la vida de este. El personaje central de “Se hace otoño” pareciera tener mucho de su autora.
Es inevitable ¿no? Me encanta la frase de Amos Oz, que aparece en el único libro que terminé de él, una historia de amor y oscuridad: todo es autobiografía, pero jamás una confesión. Y creo que cuando uno está comprometido con lo que escribe, rebusca en sus ideas más ancladas y las emociones que más te han agitado (que normalmente son las más negativas, que son las que más enseñan). Porque si uno cuenta su vida tal cual tal vez sería muy aburrido. Creo que más interesante y retador es escribir cómo podría haber sido la historia.
Esta novela es la historia del proceso de una mujer respecto de una separación, del alejamiento de los hijos, del viaje como búsqueda de un espacio para la reflexión. De un cuestionamiento: dónde termina la madre, dónde empiezan los sueños de la mujer.
Yo creo que la primera vez que una es mamá es un momento muy grande, cuando te das cuenta de que hay un ser que depende absolutamente de ti, y tú más que anular, postergas tus sueños y planes en ese momento. Es algo muy intenso, que te hace cuestionar muchas cosas, pero al mismo tiempo la maternidad (al menos en mi caso) te hace crecer, te hace madurar, te da profundidad, porque en la medida que te plantea preguntas debes encontrar las respuestas y eso te hace un ser humano más consciente. El mensaje es ese: te posterga, pero no te anula.
En el caso de la historia de esta mujer y su familia, hay grietas que se convierten en abismos peligrosos que afectan la vida y cambian el destino de los personajes.
Quizá es, más bien, la oportunidad de algo distinto ¿no? Hay una película, “El exótico Hotel Marigold”, que tiene una escena con July Dench y Maggie Smith donde la primera dice: “Me voy porque las cosas no resultaron como yo esperaba” y la otra responde “Las cosa nunca resultan como uno espera, pero lo que ocurre en vez de es la cosa más bonita”. Y creo que de eso se trata, aunque haya muchos clichés al respecto. Creo que tiene que ver con eso de postergarse, de retomar sueños… los viajes son para descubrir y en el caso de mi personaje, han pasado muchos años llenos de sucesos grandes: el divorcio, la pandemia, el trabajo remoto, el lidiar con ser dos personas: escritora y profesional, los problemas del país que le afectan, la separación del hijo… Ese momento en el lago es como ¡por fin un espacio en blanco luego una vorágine de sucesos! Y eso le permite reflexionar sobre los sueños y proyectos que quiere retomar.
El personaje se dedica a las finanzas y tiene a la escritura como un refugio personal para intentar entenderse y completarse. Son dos espacios muy distintos y, sin embargo, igual de competitivos.
Sí, aunque yo creo que en el mundo de las finanzas falta oxígeno y hay que buscarlo en el arte. Es como un Doctor Jeckyll y Mr. Hyde. Pensé de pronto en Kafka, que era abogado de formación, pero se dedicaba a los Seguros. Quizá es más la cantidad de personas que terminan dedicándose a cosas que no los llenan porque es lo que les permite pagar las cuentas, es el criterio de realidad. Pero cuando uno tiene esos baches que quiere parchar, yo creo que el arte es el camino. No veo cómo en un mundo tan concreto pueda existir otra forma de llenar esos vacíos emocionales.
Susanne Noltenius en el Hay Festival Arequipa 2024
La escritora participará en esta edición del Hay Festival Arequipa 2024, uno de los eventos literarios más importantes de la región, en una mesa con María José Caro y el periodista Enrique Planas. Toda la info en este link
¿Cuánto ha cambiado tu vida el haber recibido el Premio Nacional de Literatura?
En realidad, no mucho. La felicidad que sentí en ese momento no se me ha borrado (y no se borrará nunca). Recuerdo que la sensación no fue la de estar un peldaño más arriba, sino la inmediata conciencia de que ahora tenía la responsabilidad de que lo que escriba a partir de ese momento debía ser tan bueno que nadie pusiera en duda de que yo me merecía ese premio. Porque cada vez hay más gente que escribe y pues los premios son muy subjetivos en la medida en que la obra de uno convence o no al jurado. Cambios drásticos no he tenido en mi vida. Independientemente del premio yo hubiera seguido con mi propio proceso de exploración. En ese momento estaba escribiendo una novela, que salió dos años después, y estaba en proyectos de literatura infantil. Había decidido regresar a los cuentos, que es un género en el que me siento más cómoda por mis tiempos laborales, pero dije no. Coincidió que en 2021 mis hijos salieran de casa para estudiar o trabajar y me quedé sola después de mucho tiempo y empecé a escribir esta novela corta.
Has transitado además el cuento infantil. Hay una idea errada de que este género es sumamente fácil y que casi casi depende en realidad de tener un buen ilustrador ¿cómo fue este proceso para ti?
Es muy difícil porque hay que encontrar el lenguaje preciso para el niño y, a la vez, encontrar en la historia que quieres contar, una manera inteligente y profunda de hacerlo. Encima con lenguaje muy sencillo y personajes empáticos. Es como un reto adicional. “La mamá de Clara” fue una invitación que recibí para una serie en el diario Correo, que eran Héroes cotidianos, pero después de ese cuento me dije que no era para mí, que prefería la temática adulta. Sin embargo, ocurrió algo: me diagnosticaron cáncer en 2016 el mismo mes que a mi papá y a la nieta de una amiga mía, y sentí la urgencia de hacer algo con esa experiencia y pensé en un cuento infantil para dedicárselo a esta niña. Y así salió la primera parte de “La osita, el mono y el cóndor” que escribí durante este proceso, aunque la niña lamentablemente falleció. Ese libro tiene todas las regalías cedidas a Magia, que ayuda a niños en esta situación.
Has tenido la oportunidad de ver cómo se mueve el mundo editorial en otros países. ¿Qué crees que le falta al mundo de libro en el país?
Es una pregunta que todos nos hacemos en algún momento. Creo que deberíamos empezar a tener más lectores, pero que sean lectores más sofisticados, y no me refiero a lectores de Nietzsche, sino que salgan de la zona de la autoayuda o de los chismes de política, que haya un gusto por los libros que de verdad son arte. La autoayuda no es pues “literatura” y que me disculpen los autores de este género que vende mucho, pero creo que la cuestión estética, el manejo del lenguaje -que es lo que distingue a un escritor de verdad- permite presentar una historia de una manera en que el lector no la ha visto nunca antes. Creo que falta el gusto y la sofisticación por los libros desde el punto de vista estético. Creo que eso gatillaría el que las editoriales también filtren y se concentren en ese tiempo de autores. Creo que el punto de partida debería de ser el lector.
¿Algún autor o autora que quisieras recomendar dentro de esa alta literatura?
Alice Munro. Me enamoré de su obra antes de conocer del escándalo que desató las confesiones de la hija. En algún momento incluso discutimos en el club de lectura que tenemos con Iván Thays, si es que el hecho de este escándalo anula la calidad de la obra de la autora. A pesar de que cuando uno lee mucho a un autor y le gusta y lo disfruta, siente que ha establecido una conexión personal, sin embargo y aunque no tengo ningún vínculo personal con la autora, yo me he enamorado de la obra y me sería muy difícil renunciar a eso. La leeré siempre porque, además, si quieres escribir cuentos ella es uno de los grandes referentes. Peter Hancke fue otro gran descubrimiento. Me dio curiosidad “El miedo del portero frente al penalty” y me fascinó. Después de eso he leído varios libros que son como pequeños ensayos, breves, y es que tiene una gran capacidad para hacerte reflexionar en esa brevedad, y el manejo del lenguaje y las imágenes son muy potentes. Fosse fue otra gran sorpresa, una experiencia fabulosa. Ahora terminé de leer “La vegetariana”, una metáfora buena para conversar de cosas más profundas.
Hablando de Munro, ¿qué opinión tienes de la cultura de la cancelación?
Trato de mantenerme al margen. Generalmente tengo una opinión que no coincide con las tendencias y no mantengo discusiones en redes porque son un despropósito. Tus derechos terminan donde empiezan los de los demás, así que si me tratan de imponer una idea, pues lo siento: no me voy a someter. Es triste ver cómo quisieron vetar los libros de Roal Dhal, por ejemplo. Yo creo que es terrible el tener que someterse a las formas. Haciendo un paralelo con la maternidad, yo no hubiera permitido que mis hijos hubieran tomado decisiones de la casa cuando eran chicos. Las decisiones las toma el que está más preparado. No sacrifiquemos el fondo por cuestiones de forma, como que llora el niño e inmediatamente le doy lo que quiere. Eso va a reventar en algún momento.