—Hágase en mí según tu palabra —respondió la virgen y él comenzó a hacerla suya. Ese era el pacto.
Ella no era una virgen de cuerpo, no era la joven más pura ni la mujer virtuosa con la que todo hombre sueña. Ella era virgen a los pecados de él. A todo el libertinaje que significaba. Había tenido otros amos, otros señores a quien obedecer; pero este, el señor de señores, el amo de toda lujuria y corruptor de toda castidad, la encandilaba.
No había sido feliz durante su vida, los hombres habían sido crueles con su mente y su cuerpo. El último la hundió en el abismo más fiero, quebrantó su espíritu, desolló su piel. Así la encontró el maligno, entre charcos de sangre que, absorbida por la tierra de aquel lote baldío, se volvían a llenar con sus lágrimas que eran cada vez más escasas.
—¿Deseas muerte para él; dolor, desesperación? —preguntaba Lucifer, con una mezcla de compasión y excitación. Su cola se movía de un lado a otro, cadenciosa, rozando el maltratado cuerpo, metiéndose entre los pliegues y redondeces de la joven que era un amasijo de carne triturada.
—No… —susurró ella, cabizbaja.
—Puedo hacer que pierda la cabeza, que lo sodomicen las fieras, que sea presa de hombres más villanos, cuya crueldad me estremece hasta a mí mismo —concluyó Satanás con los ojos entornados, brillantes como las flamas del que era su hogar.
Ella negó con la cabeza. Cubríase hasta ahora el rostro con las manos, solo escuchando aquella voz que le ofrecía venganza. Levantó la vista. Horrorizada arrastró su cuerpo roto hacia atrás ante la presencia del mismísimo demonio. Volvió a tapar su cara, balbuceando ruegos y palabras que pedían clemencia.
El maligno, divertido, rio estridente.
—¿Crees que te haré daño? ¿A la víctima?… ¡Tal vez por idiota! —Volvió a reír el diablo. De pie, ante ella, vociferó. —¡¿Qué le haremos?!
La mujer, recuperándose del susto inicial, se incorporó con todo el esfuerzo del mundo, gimiendo su dolor y su desventura.
Se acercó a la puntiaguda oreja endemoniada.
—Hazlo un beato, un mártir —murmuró ante el asombro del caído que abría cada vez más los ojos.
Sacudió la cabeza, el diablo, sin entender: ¿qué mal podría hacerle ser religioso y creyente al extremo?
—Tú no lo entiendes pues no tienes conciencia ni te arrepientes. Todas tus maldades son hechas con alevosía y ventaja, al diablo nunca lo corroerá la culpa. No eres humano —explicó ella—. Él ha hecho tanto mal, ha cometido tantos crímenes que merecería la cárcel por el resto de su vida, pero temo que hasta de ahí saldría bien librado pues aparte de fuerte de brazos, es fuerte de lengua, un encantador de serpientes que convence a todos de lo que él desee.
Lucifer la miró intrigado, esperando la explicación.
—Si fuera un santo varón, un mártir de la iglesia, un devoto; se convertiría en todo lo contrario de lo que profesa, pues es tu fiel imitador, con el defecto de ser humano. Él sí sentiría la culpa de sus pecados, de cada hecho que cometió, no podría vivir con toda la maldad que albergaría su ahora santificada alma. Si un ser humano común llega a no dormir, a la neurosis, a la locura por el cargo de conciencia, ¡imagínate un santo recordando sus perversidades pasadas sin poder cambiarlas o evitarlas! Verlo arrastrarse entre el barro como víbora, mesándose los cabellos, sin dormir, sin comer, sin recibir compasión de nadie. Olvidado por sus hijos, por sus padres, que ande en andrajos con los orines encima, que la gente cruce la acera para no toparse con él, sus rodillas desolladas de pedir perdón al Dios que ahora venera, y la lengua tan hinchada y ensangrentada, de tanto orar, que lo ahogue a cada minuto y el villano solo esperando la muerte o buscándola. No se la hagas tan fácil, que sea cruel. Tú eres el experto.
El diablo escuchaba, interesado, extasiado, a la masa de carne informe que casi no parecía una mujer de tantos golpes recibidos, que pedía su parte del pacto con tanto detalle y crueldad.
—Y cuando llegue a tu reino infernal, no le abras la ardiente puerta. —Siguió la maltratada—. Que sufra por la eternidad en el limbo, vagando en su soledad, viendo a sus seres queridos abriendo las puertas del cielo o inflamando las llamas del infierno. Eso te pido.
Se rascó la barbilla, Satanás, meneando el cruel rabo al caminar.
—Hecho, pero todo tiene un precio. —La miró codicioso.
—¿Mi alma? Puedes tenerla con tal de que cumplas cada palabra.
—Y tu cuerpo —reclamó el príncipe del infierno, mirando lascivo la piel deshecha en supurantes heridas, los cortes profundos de sus brazos de donde manaba la sangre más roja, los moretones y la hinchazón de sus piernas que apenas la sostenían en pie, los labios partidos, los sangrantes ojos; toda ella en su conjunto le causaba un deseo irrefrenable.
Un tibio estremecimiento recorrió la magullada espalda de la mujer al escuchar la exigencia de Belcebú y, sin importarle la inmortalidad de su alma, selló el pacto con quien se atrevía a desearla en toda su deformidad, fealdad y crueldad.
—Hágase en mí según tu palabra —proclamó ella, mientras a lo lejos tañían las campanas de la iglesia que, en ese momento, recibía a su más fiel devoto.
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Tania Huerta (Lima, Perú). Editora y correctora de estilo de Sakra Media Group SAC. Como autora, en el último año ha publicado los cuentos: “Un nuevo hogar” en la antología Proyecto Carrie de la editorial Raíces Latinas, “Olimpia” en la antología Ucrónica y “El Ferrocarril Central” en la antología Hiztoria del Perú, ambos de Pandemonium Editorial. “Expiación” en la antología Presbítero Eternos residentes de Ángeles del Papel Editores. “Claridad tranquila” en la antología Cuentos del Bicentenario de Pléyades Ediciones. Participa como autora invitada en la Antología en honor a Stephen King de la revista española El Círculo de Lovecraft con su cuento “Querida Annie”.
Como editora y correctora, ha compilado y revisado los libros Dismórfica letras descarnadas de autores varios, Códice infame del autor Carlos Carrillo y es una de las editoras del libro binacional Pacífica, crónicas atemporales de guerra, todos ellos de Pandemonium Editorial. Cuentos de su autoría han sido publicados en numerosas antologías impresas y digitales, nacionales y extranjeras. Es dueña del Blog Pies Fríos en la Espalda.