15 curiosidades sobre la cocina literaria de Truman Capote

«Un día Truman Capote nos trazó su programa literario para los siguientes veinte años. Era tan detallado que por supuesto lo tomé como una fantasía. Parecía imposible que alguien supiese con tanta anticipación lo que iba a escribir. Pues bien, todas las obras que había descrito en 1949 fueron apareciendo, una tras otra, en los años posteriores. Estaban todas en su cabeza esperando a ser incubadas».

Publicado

1 Dic, 2021

Truman Streckfus Persons, mejor conocido como Truman Capote, nació el 30 de septiembre de 1924 en Nueva Orleans y murió el 25 de agosto de 1984 en Los Ángeles. Conocido mundialmente por sus novelas Desayuno en Tiffany’s y A sangre fría, su llamativa personalidad -que lo convirtió en el centro de atención de las fiestas en Hollywood de aquel entonces- y su obsesiva planificación antes de comenzar a escribir, se vieron reflejadas en los detalles que sobre su modo de escribir fue confesando a diferentes medios especializados y que han sido recogidos en diversos artículos donde se condensa lo que podríamos llamar «La cocina literaria de Capote».

Paul Bowles, también escritor, contó en su día esto sobre él: «Un día Truman nos trazó su programa literario para los siguientes veinte años. Era tan detallado que por supuesto lo tomé como una fantasía. Parecía imposible que alguien supiese con tanta anticipación lo que iba a escribir. Pues bien, todas las obras que había descrito en 1949 fueron apareciendo, una tras otra, en los años posteriores. Estaban todas en su cabeza esperando a ser incubadas».

Capote es uno de los escritores convertido en referente para la literatura y el periodismo. Acá te dejamos 15 puntos importantes sobre su proceso de escritura que te pueden resultar interesantes pues los tiempos han cambiado mucho con la tecnología y hoy son otras las obsesiones que se han agregado a los procesos de escritura . Aquí van:

1. La hoja en blanco

“Es decir, yo siempre me pongo muy, muy nervioso al comienzo de la jornada de trabajo. Me lleva mucho tiempo empezar. Una vez que empiezo, voy tranquilizándome un poco, pero haría cualquier cosa por aplazarlo para más tarde. Debo tener unos quinientos lápices afilados, pero vuelvo a sacarles punta hasta dejarlos en nada. En cualquier caso, me las arreglo para escribir unas cuatro horas al día”. 

2. El lugar para escribir 

“En realidad escribo mucho en la cama”, respondió a Lawrence Grobel. Y en otro momento para The Paris Review fue más allá “No puedo pensar a menos que esté acostado, ya sea en la cama o estirado en un sofá y con un cigarrillo y café a la mano. Tengo que estar fumando y bebiendo. A medida que la tarde avanza, me muevo desde el café al té de menta hacia el jerez y el martini”.

3. Rutina de correcciones  

“Lo que hago es trabajar cuatro horas al día y luego, normalmente por la mañana temprano, leo lo escrito y hago muchos cambios y correcciones. Mire, escribo a mano y hago dos versiones de todo. Primero escribo en papel amarillo, luego en papel blanco y, al final, cuando lo tengo más o menos resuelto de la manera que quiero, lo paso a máquina. Cuando lo escribo a máquina es cuando hago la corrección final. Después nunca cambio una palabra”. “Básicamente pienso en mí mismo como un estilista”. Capote al principio no utilizaba máquina de escribir, amaba escribir a mano.

4. Leer 

Cuando The Paris Review le preguntó si leía mucho, Capote respondió: “Demasiado. Y cualquier cosa, incluyendo etiquetas, recetas y anuncios. Tengo una pasión por los periódicos”, dijo. Capote confesó que leía todos los diarios de Nueva York, todos los días, así como varias revistas extranjeras. Además, leía unos cinco libros a la semana. Disfrutaba de películas de suspenso y admitió que no le molestaba leer mientras estaba escribiendo.

5. El estilo

Para Capote, la personalidad de un escritor tenía mucho que ver con su trabajo. “Después de todo, su estilo es usted”.  Si la personalidad es vaga o confusa, el escritor creía que no habría estilo. 

6. Escribir siempre

“Empecé a escribir cuando tenía ocho años: de improviso, sin inspirarme en ejemplo  alguno. No conocía a nadie que escribiese y a poca gente que leyese. Pero el caso era  que solo me interesaban cuatro cosas: leer libros, ir al cine, bailar zapateado y hacer dibujos. Entonces, un día comencé a escribir, sin saber que me había encadenado de por  vida a un noble pero implacable amo. Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse”. 

Truman Capote
Truman Capote, leyenda norteamericana de la literatura.

7. Ejercitarse 

“Así como algunos jóvenes practican el piano o el violín cuatro o cinco horas diarias, igual me ejercitaba yo con mis plumas y papeles. Sin embargo, nunca discutí con nadie mi forma de escribir; si alguien me preguntaba lo que tramaba durante todas aquellas horas, yo le contestaba que hacía los deberes. En realidad, jamás hice los ejercicios del colegio. Mis tareas literarias me tenían enteramente ocupado: el aprendizaje en el altar de la técnica, de la destreza; las diabólicas complejidades de dividir los párrafos, la puntuación, el empleo del diálogo. Por no mencionar el plan general de conjunto, el amplio y exigente arco que va del comienzo al medio y al fin. Hay que aprender tanto, y de tantas fuentes: no solo de los libros, sino de la música, de la pintura y hasta de la simple observación de todos los días”.

8. El periodismo como arte

“Durante varios años me sentí cada vez mas atraído hacia el periodismo como forma artística en sí misma. Tenía dos razones. En primer lugar, no me parecía que hubiese ocurrido algo verdaderamente innovador en la literatura en prosa, ni en la literatura en general, desde la década de 1920; en segundo lugar, el periodismo como arte era un campo casi virgen, por la sencilla razón de que muy pocos artistas literarios han escrito alguna vez periodismo narrativo, y cuando lo han hecho, ha cobrado la forma de ensayos de viaje o de autobiografías. The Muses Are Heard me situó en una línea de pensamiento enteramente distinta: quería realizar una novela periodística, algo a gran escala que tuviera la credibilidad de los hechos, la inmediatez del cine, la hondura y libertad de la prosa, y la precisión de la poesía. No fue hasta 1959 cuando algún misterioso instinto me orientó hacia el tema —un oscuro caso de asesinato en una apartada zona de Kansas—, y no fue hasta 1966 cuando pude publicar el resultado, A sangre fría”.

9. Escribir sencillo

“Para empezar, creo que la mayoría de los escritores, incluso los mejores, son recargados. Yo prefiero escribir de menos. Sencilla, claramente, como un arroyo del campo. Pero noté que mi escritura se estaba volviendo demasiado densa, que utilizaba tres páginas para llegar a resultados que debería alcanzar en un simple párrafo. Una y otra vez leí todo lo que había escrito de Answered Prayers, y empecé a tener dudas: no acerca del contenido, ni de mi enfoque, sino sobre la organización de la propia escritura. Volví a leer A sangre fría y tuve la misma impresión: había demasiados sectores en los que no escribía tan bien como podría hacerlo, en los que no descargaba todo el potencial. Con lentitud, pero con alarma creciente, leí cada palabra que había publicado, y decidí que nunca, ni una sola vez en mi vida de escritor, había explotado por completo toda la energía y todos los atractivos estéticos que encerraban los elementos del texto. Aún cuando era bueno, vi que jamás trabajaba con más de la mitad, a veces con solo un tercio, de las facultades que tenía a mi disposición. ¿Por qué?”.

10. Investigar

“ Hice meses de investigación comparada sobre el asesinato, asesinos, la mentalidad criminal, y entrevisté a un buen número de asesinos”, detalló al explicar cómo se hizo A sangre fría.  “Yo no sabía nada sobre el crimen o criminales cuando empecé a hacer el libro”, confesó que sólo utilizó el 20 por ciento de la investigación previa. Se lo dijo a The New York Times.  

11. La grabadora

Capote no tenía una buena relación con las grabadoras, confiaba en su memoria, en saber escuchar y decía que lograba un 95 por ciento de exactitud absoluta, “que es lo más cerca que necesita”. Para él era importante apuntar todos los detalles. “No hace mucho tiempo, un crítico literario francés se presentó con una grabadora. No me gusta, como digo, pero yo estaba de acuerdo con su uso. En medio de la entrevista se rompió (la cinta). El crítico literario francés era desesperadamente infeliz. No sabía qué hacer. Yo dije: “Bueno, vamos a seguir como si nada hubiera pasado”. Él dijo, “No es lo mismo. No estoy acostumbrado a escuchar lo que estás diciendo”.

12. Creatividad de reportero  

“Para ser un buen reportero creativo, usted tiene que ser un muy buen escritor de ficción”. Sostenía que “es inútil para un escritor cuyo talento es esencialmente periodístico intentar un reportaje creativo, ya que simplemente no va a funcionar». 

13. Escuchar

Capote, aunque a veces no lo parecía, amaba escuchar. “Me gusta escuchar, y me gusta hablar”.

14. Como buitre

A Capote le hubiera gustado reencarnarse en un buitre. “Son libres y simpáticos. A nadie le gustan. A nadie le importa lo que hacen. No hay que preocuparse ni por amigos ni por enemigos. Simplemente están ahí, aleteando, pasándolo bien, buscando algo que comer”.

15. Las críticas

A Capote le aburría leer críticas negativas. “Antes de publicar, y siempre y cuando provengan de personas en cuyo juicio uno confíe, sí, por supuesto, la crítica ayuda. Pero después que algo es publicado, todo lo que deseo leer o escuchar son elogios. Lo que no lo sea me aburre, y le daré a usted cincuenta dólares si me muestra a un escritor que pueda decir honradamente que las majaderías o las opiniones condescendientes de los autores de reseñas le han servido de algo. No quiero decir que ninguno de los críticos profesionales merezca atención, pero pocos de los buenos reseñan sobre una base uniforme. Yo creo, más que nada, en el endurecimiento contra la opinión ajena. Yo he recibido y sigo recibiendo ataques, algunos de ellos sumamente personales, pero ya no me irritan. Puedo leer el líbelo más injurioso contra mi persona sin que se me altere una sola vez el pulso. Y en relación con esto tengo un consejo que dar: nunca hay que rebajarse contestándole a un critico, nunca. Las respuestas puede uno escribirlas mentalmente, pero nunca debe ponerlas en el papel”.

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