A propósito de José Antonio Mazzotti

El zorro de la tradición peruana tiene dos cualidades muy cercanas a los valores que demostró poseer en vida Mazzotti: el amor y la perseverancia.

Publicado

27 Mar, 2025

Escribe Marta Lesmes Albis – Instituto de Literatura y Lingüística de Cuba

En la cultura peruana existe una narración muy conocida, recreada, estudiada de múltiples formas. Es la leyenda del Zorro y la Luna que hace suya el querido amigo al darle título a libros como el ganador del Premio de Poesía José Lezama Lima de Casa de las Américas, en 2018. El Zorro y la Luna. Poemas reunidos: 1981-2016, con sus sucesivas   reediciones ampliadas hasta la de 2021 publicada por Aixara Editions. El zorro de la tradición oral peruana tiene dos cualidades muy cercanas a los valores que demostró poseer en vida Mazzotti: el amor y la perseverancia. Del amor y la perseverancia dan fe su colosal obra intelectual como poeta, como crítico, como profesor, como académico y como promotor cultural. En tal inabarcable despliegue de actividades también me lo imagino con la inquietud de un zorro que deambula entre aulas, proyectos, países, libros, desplegando ideas, generando nuevas publicaciones y congresos, sumando amigos.

De eso quisiera hablar hoy, de la amistad como valor supremo en la vida de José Antonio Mazzotti, imposible de desmarcar del resto de su quehacer como la figura de talla continental que alcanzó a ser. Tuve la suerte de conocer a Mazzotti aquí justamente en la Casa de las Américas hacia el año 2000, tal vez un año antes. Uno de tantos que organizó durante cuánto ¿tres, cuatro décadas? No lo sé exactamente. A partir de ese momento, fueron muy pocas las veces en las que no lo acompañé, al menos, a alguna de las actividades que él organizó en el país. Como en todo, Mazzotti quería más de todos nosotros, no quería un simple acompañamiento y así nos fue involucrando, poco a poco, en sus programas de actividades. No le bastaba que fuéramos simples asistentes, después quiso que condujéramos paneles, después que presentáramos ponencias y del lobo inquieto pasó al pulpo aglutinador con tentáculos especializados en atraer a sus presas y a no dejarlas escapar desde el día posterior a su llegada hasta el día anterior a su partida.

Conversar lo justo, discreción adquirida con muchos años de experiencia e intercambios en diferentes y jerarquizados registros sociales, políticos y culturales. Casi inmediatamente después de conocerlo y vencida la timidez gracias al desenfado de otro poeta cubano que también lo conoció por aquella época, y sabiendo que Mazzotti estaba como profesor en la Universidad de Harvard, le presenté un proyecto para una estancia que me permitiera investigar sobre la vida de Jorge Mañach quien había estudiado y había sido muy joven aún profesor también allí. Poco encontré de Mañach en archivos y repositorios, pero por supuesto que el viaje tuvo para mí otras ganancias y aperturas de horizontes para mejorar con aquella experiencia a definir ciertas ideas sobre mi desempeño como investigadora. Lo más importante de aquel viaje fue, sin dudas, haber compartido con Mazzotti su vida de familia, la amistad con su esposa y la cercanía con sus entonces pequeños hijos. La amistad. Si la gratitud es una palabra bendita, la amistad es una condición sagrada, se tiene que merecer y he tenido la fortuna de merecerla. Nunca reparé entonces en que Mazzotti, a quien siempre vi como un hermano mayor era de mi misma edad. Nunca daba lecciones verbales, siempre alertaba sobre la conducta con el tono o el gesto, nunca que avergonzara, nunca que incomodara, siempre aleccionador. No recuerdo si por aquella época ya Mazzotti organizaba eventos en Casa de las Américas, creo que todavía no, pero cuando supo que existía en Cuba una institución como el Instituto de Literatura y Lingüística, lugar donde había trabajado José Lezama Lima como investigador, quedó realmente deslumbrado con el lugar. De tantos que visitó en La Habana estoy segura de que este fue uno de los más importantes para él. Una plaza que, tristemente, no supo aprovechar la colaboración de un intelectual de su talla. No obstante, la admiración de Mazzotti permaneció intacta. Años después concedió una interesante charla allí sobre la trayectoria de la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana y más recientemente al organizar, el año pasado en Cuba, las actividades de homenaje a César Vallejo, realizó un importante donativo a su biblioteca.

Qué agradables coincidencias. Durante los años en que conocí a Mazzotti yo empezaba a interesarme por la poesía no como lectora simple. Justamente en 2000 publiqué mi primer texto crítico sobre la obra de Domingo Alfonso y con aquel pequeño texto se inició una inquietud que siempre me acompañaría, así como gané algún crédito como crítica del género. En sus recurrentes viajes a Cuba fui conociendo algunos de los libros de poesía de Mazzotti: Sakra Boccata (2006); Las flores del Mall (2009)…Cuando gana el premio José Lezama Lima en 2018 decidí que era una descortesía de mi parte ignorar la relevancia de un suceso como aquel, cómo dejar sin al menos un comentario la obra del amigo y extraordinario poeta siempre anheloso del éxito de sus amigos cubanos. Escribir sobre su poesía me parecía un atrevimiento, permanecer indiferente ante el premio del amigo, sencillamente, un sacrilegio. Y me atreví con el texto “La escritura como obsesión en la poesía de José Antonio Mazzotti”. El año pasado cuando organizaba las actividades de homenaje a César Vallejo en La Habana, quiso hacer la presentación de un nuevo libro Poemas posthumanos publicado en 2024 por Gato Viejo Producción Editorial SAC. En aquellos momentos no había plaza disponible con tanta premura para una actividad como aquella fuera de la Casa de Poesía de La Habana, donde se desarrollarían las principales actividades por el homenaje. En medio de la Feria Internacional del Libro, todas las instituciones estaban en función de la Feria e incluso se habían desplazado de La Habana a otras provincias. La gentileza de CubaPoesía no se hizo esperar y el poeta Richard sirvió de mediador en la gestión e hizo una presentación como siempre con sus atinados comentarios y sus amplios conocimientos de poesía sobre la obra de Mazzotti que no le era desconocida.

Después del 5 de septiembre de 2024 he realizado mil veces el recuento de aquellos días. Si Mazzotti iba a presentar un nuevo libro, libro que presentó magistralmente Susana Haug como de suyo acostumbra, para qué estar yo en el panel y leer un texto ya “viejo”, “conocido” por decirlo de algún modo. Aunque ya planeaba un nuevo congreso en Cuba y me animaba a presentar alguna ponencia en él, creo que también Mazzotti preveía la posibilidad de que tal vez no habría otra vez. Y no la hubo. Creo que el amigo quería que lo acompañara temiendo esa circunstancia. Siempre activo, nunca lo vi quejarse, caminaba grandes distancias, cargaba él mismo sus mochilas llenas de libros, cómo iba a pensar que se acercaba un final tan despiadado: Morirse no es pecado, es apenas una rifa mal ganada / Cuando menos se le espera, dice el sujeto en el poema “Lamento del Borg” de sus Poemas Posthumanos. No lo vi venir. Ese día leí pésimamente sus poemas citados, pero me place haberle dicho en público cuan afortunada me hacía sentir su amistad, su hermanad.

Si algo lamento hoy es no haber prestado más atención a sus proyectos en Cuba, no haberlo apoyado más en su empeño de destacar a Cuba, sus instituciones, sus intelectuales. No habrá gratitud suficiente para corresponder tanto amor, tanto desvelo, tanta fidelidad a toda prueba bajo cualquier circunstancia. Quiero terminar mi intervención con el poema que cierra su último libro porque sintetiza la idea de la muerte que hoy nos convoca con la de la vida que se trasunta en la imagen del zorro de su poema “Cuando ya todos nos hayamos muerto…” que se antoja es el mismo Mazzotti deambulando ahora mismo por nuestro lado esparciendo amor, derrochando perseverancia:

Cuando ya todos nos hayamos muerto
De piel deshidratada, de sudor picante,
De abrazos de pájaro extinguido
Como la selva, como los glaciares,
Lagunas de turquesa en que el delfín koshoshka
Dejaba su cocona a las muchachas tímidas,
Entonces
Cantaré con la voz de los espíritus del cerro,
Con el silbido de los eucaliptos, con el puma
Que palpa las palmeras con su pulpa de araña,
Cantaré con peces de espada y con tortugas de piedra,
Con los pliegues desterrados por el sol en la mañana,
Con el polvo de los astros penetrando las fosas nasales
Como un obelisco infinito.

Erífile me entierra sigilosa entre sus hojas
Y es hora de callar ante el mosquito.

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Puedes leer Discursos críticos cubanos, de Marta Lesmes, EN ESTE ENLACE

Paolo De Lima
Paolo de Lima es doctor en Literatura por la Universidad de Ottawa (Canadá), editor de los volúmenes Lo real es horrenda fábula (2019) y Golpe, furia, Perú. Poesía y nación (2021). Es autor de los estudios La Última Cena: 25 años después. Materiales para la historia de la poesía peruana (2012) y Poesía y guerra interna en el Perú (1980-1992) (New York, 2003). Ha publicado también el dossier Perú: los poemas del hambre (Puebla, 2018). Es, a su vez, autor de los poemarios Cansancio (1995 y 1998), Mundo arcano (2002), Silenciosa algarabía (2009), reunidos en Al vaivén fluctuante del verso (2012), Soliloquios (2022) y Ottawa (2022).

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