Las cenizas de José Antonio Mazzotti descansan en el mar de La Habana

El 14 de marzo de 2025, amigos y colegas se reunieron en La Habana para rendir un emotivo homenaje al poeta peruano José Antonio Mazzotti.

Publicado

22 Mar, 2025

Escribe Paolo de Lima

La brisa del Malecón habanero acompañó el homenaje. En la mañana del viernes 14 de marzo, frente a la legendaria Casa de las Américas, amigos, poetas y colegas nos reunimos para despedir al maestro, al amigo entrañable, al poeta peruano José Antonio Mazzotti, fallecido el 05 de septiembre de 2024 en Boston a los 63 años. Su compañera de vida, Bárbara Corbett, cumplió su voluntad: parte de sus cenizas fueron esparcidas en el mar cubano, ese mismo mar que tantas veces admiró y que ahora lo acoge en su inmensidad. En ese mismo lugar, en julio del 2019, fueron arrojadas también las cenizas del poeta y ensayista cubano Roberto Fernández Retamar, presidente de la Casa de las Américas, en un homenaje similar que reafirma el profundo vínculo entre la institución y los poetas de nuestra América.

Ceremonia para Mazzotti

La ceremonia dedicada a Mazzotti no fue un adiós, sino una confirmación de su legado. En la Sala Manuel Galich, entre memorias y versos, la voz del poeta se hizo presente a través de aquellos que compartieron su vida y su obra. Los peruanos Jorge Kishimoto, Evgueni Bezzubikoff y yo, el mexicano Alfonso Félix Villalobos, y los cubanos Jorge Fornet, Susana Haug, Marta Lesmes, Ricardo Alberto Pérez, Soleida Ríos y Roberto Zurbano lo evocamos en un encuentro marcado por la gratitud y la admiración. Cada palabra pronunciada, cada poema leído, tejieron la imagen de un hombre entregado a la literatura, un intelectual incansable que dedicó su existencia al estudio y difusión de la poesía peruana y latinoamericana. Una idea recurrente en los testimonios fue la necesidad de preservar y multiplicar su legado, formar nuevas generaciones que continúen su incansable labor y mantengan vivo su espíritu crítico y creativo.

Desde que, en 1981, a los diecinueve años, viajara a La Habana como parte del premio que obtuviera en los Juegos Florales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, ocasión en la que pudo conocer a intelectuales de la talla de Eliseo Diego, Nicolás Guillén, Pablo Armando Fernández, Luis Rogelio Nogueras o Pablo Milanés, y luego en 1988, al obtener una de las menciones del Premio Literario Casa de las Américas por su poesía, Mazzotti construyó un vínculo estrecho con Cuba. Su obra fue antologada en 1989 en Cinco puntos cardinales y, tres décadas después, en 2018, su libro El zorro y la luna obtuvo el premio honorífico José Lezama Lima. Pero su relación con Cuba no se limitó a los premios: en La Habana se encontró con amigos, con diálogos, con ese espíritu de hermandad que siempre lo caracterizó.

El propio Mazzotti manifestó esta conexión en un artículo publicado el 1 de diciembre de 2016 en el diario Exitosa, a propósito de la muerte del líder cubano Fidel Castro: “Llegué a La Habana un jueves en la tarde de febrero de 1981 después de algunas horas de vuelo en que conocí a un pescador cubano sentado a mi lado en el avión. Él volvía a su casa tras haber estado seis meses en un barco pesquero en las costas de Panamá, donde el aeroplano había hecho escala. Me advirtió que si por algún motivo nadie venía por mí, tomara un taxi y fuera a verlo a Guanabacoa, el barrio afrocubano al otro lado de la bahía de La Habana Vieja. Dicho y hecho. Las horas pasaron, se hizo de noche en el aeropuerto José Martí y nadie vino a recogerme. Al llegar a la casa del pescador me encontré con un fiestón que la familia y el barrio del viajero le habían organizado. Eran todos trabajadores, gente humilde que a pesar de vivir modestamente mostraban una generosidad sin límites. Y todos contaban con un alto nivel de conciencia política, que nos permitió hablar de la situación internacional, de la frágil democracia peruana y su apoyo a los descontentos del Mariel, de lo que se esperaba de Reagan (el entonces presidente de los EEUU), y de cómo, a pesar de todo, Cuba seguiría adelante como el único país latinoamericano con educación universal y atención médica gratuitas. Fue un baldazo de realidad, confirmado al día siguiente al no ver niños ni ancianos ni tullidos mendigando en la calle”.

La mañana del pasado viernes 14 de marzo, los testimonios en su honor repasaron su entrega a la literatura latinoamericana, su lúcida investigación sobre el Inca Garcilaso de la Vega y su labor en la difusión de la obra de César Vallejo. Se destacó su dirección en la Revista Crítica Literaria Latinoamericana (desde el número 71 al 100, que acaba de aparecer de forma póstuma) y su impulso a innumerables eventos culturales en el Perú y el extranjero. Su generosa relación con diversas instituciones cubanas, como la Casa de la Poesía, reafirma su compromiso con el diálogo literario entre nuestras naciones. Asimismo, se resaltó su inteligencia y sentido del humor, su capacidad para unir voluntades y su gran calidad humana, aspectos que hicieron de él no solo un referente académico, sino también un amigo afectuoso y un interlocutor indispensable en los círculos literarios.

En este contexto, el lunes 17 de marzo, en el esplendoroso Palacio del Marqués de Arcos—una antigua casa de vecindad ubicada en la calle Muralla del Centro Histórico de La Habana y actual sede de la Casa de la Poesía—se conmemoró un nuevo aniversario del natalicio de César Vallejo. Un homenaje en el que Mazzotti debió estar presente, pues fue él quien, en coordinación con el embajador peruano en Cuba, Gonzalo Guillén, impulsó el evento cuando, en marzo de 2024, participó en el develamiento del busto del poeta peruano, donde actualmente destaca junto a otras figuras de la literatura universal como el danés Hans Christian Andersen, el estadounidense Langston Hughes, el griego Yannis Ritsos o el colombiano Gabriel García Márquez, cuyas esculturas también tienen un lugar en el jardín de la Casa, un espacio de agradable verdor adornado con árboles y plantas que invitan a la contemplación y al diálogo con la poesía.

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En el homenaje, Jorge Kishimoto (quien a nombre de la Universidad César Vallejo expuso una serie de paneles que narran la vida y obra del vate), Susana Haug y yo participamos en una mesa redonda en torno a la obra de Vallejo, mientras que el poeta chileno Luis Márquez, la poeta cubana Soleida Ríos y el poeta performático, cantautor y narrador oral cubano Sinecio Verdecia, director de la Casa de la Poesía, ofrecieron un recital. La velada fue pletórica, con la presencia de miembros del cuerpo diplomático de Brasil, Camboya, Chile, Costa Rica, Guinea Ecuatorial, Panamá, Rusia, Sudáfrica y Uruguay, así como del Nuncio Apostólico, representante ante la Santa Sede. Una destacada labor de convocatoria llevada a cabo por el embajador Guillén y por Branko Knezvich, jefe de Cancillería, con quienes estamos más que agradecidos por otorgarle a nuestro insigne poeta el reconocimiento que merece.

Hoy, en el vaivén de las olas, José Antonio Mazzotti no se despide, sino que regresa a su amada Cuba, al mar que fue testigo de su pasión por las palabras y su inquebrantable amor por la poesía. En cada verso suyo que leamos, en cada conversación sobre su obra, su voz seguirá resonando. Porque los poetas, como el mar, nunca se extinguen.

Paolo De Lima
Paolo de Lima es doctor en Literatura por la Universidad de Ottawa (Canadá), editor de los volúmenes Lo real es horrenda fábula (2019) y Golpe, furia, Perú. Poesía y nación (2021). Es autor de los estudios La Última Cena: 25 años después. Materiales para la historia de la poesía peruana (2012) y Poesía y guerra interna en el Perú (1980-1992) (New York, 2003). Ha publicado también el dossier Perú: los poemas del hambre (Puebla, 2018). Es, a su vez, autor de los poemarios Cansancio (1995 y 1998), Mundo arcano (2002), Silenciosa algarabía (2009), reunidos en Al vaivén fluctuante del verso (2012), Soliloquios (2022) y Ottawa (2022).

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