A la fuente
Lluvia viajera
llegas hasta los huesos
de los niños del micelio
Agua, en ti nace la palabra:
limpia la noche
Puedo escuchar, oh madre
voces inquietas gotas de los recuerdos
que aún sacuden esporas
en este tiempo
Es tan alto el canto que elevan las aves
cuando la semilla brota
Y va trayendo el cielo infinito sueño: música
que es ese mismo trino al unísono
con silencio y espeletias
bajo el rocío, en este reino
Dicen que después de la lluvia
los hongos hablan entre ellos
Vuelvo a tu vientre, oh madre
logro escucharlos
corazón, tambor y agua, retorno del tiempo
Morir
resucitar
una y otra vez
Renacer
Cae lentamente el cristal de agua
sobre la suculenta triste
mudo, el marco de la ventana espera
Se reclina. Espera.
Posición fetal
Cuando nos encontraron
arrancaron nuestra lengua
fue tal incandescencia que no supimos
desde entonces
volver a ver
Deambulamos inciertos, escuchamos atentos
la respiración de las raíces, de las rocas
el secreto del agua
Cada poro de nuestra piel se fue adhiriendo
l e n t a m e n t e
a la oscura promesa. Caminamos a tientas
Al principio
temimos andar sin antorcha
pero la danza de las cosas nos acogió
No era terrible la oscura sombra
esa noche inclemente
que nos anunciaron
cuando nos dieron el miedo y
nada más
Nos mecimos sostenidos por la penumbra
pero ya no fueron las tinieblas
que temimos
no el desborde
Fuimos júbilo y coro, percepción universal
y un espejo líquido nos abrazó
Adquirimos la facultad de penetrar las cosas
nos fundimos en ellas
sensación dolorosa quemó todo temor
No nos habíamos desintegrado por completo
cuando escuchamos
algo que se parecía tanto a la luz
pero que no nos hería
Eran las palabras
que lentamente aparecían instintivas
serenas ya furiosas
imponentes
Las primeras palabras de este poema
Las tres en punto
la tarde caliente
la madre mira al padre
Cuánto ha palidecido su rostro
-serenidad-
El hilo de luz cumple la cita.
El padre es ciego
poco ha cambiado
la firmeza en su mirada
Qué más hacer para
lograr nombrar el tiempo detenido
o eso que el sol cobra en la piel de los retratos
Cuarteada la pared, insiste
algo diminuto blanco inerte
se mece en una telaraña
Y cómo cambia el papel fotográfico con los años
Nadie limpiará el polvo
que cae
sobre los ojos de la madre y el padre
La luz imponente de su mirada brillará solo para ellos
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Ángela Briceño. Tunja, Colombia, 1987. Poeta, periodista, docente, gestora cultural. Transitó el periodismo narrativo escrito y la producción radial literaria en su ciudad. Autora del poemario Esqueletos, Editorial Exilio. Poemas y microrrelatos publicados en diferentes antologías y revistas impresas y digitales. Participación en festivales y encuentros: Festival Internacional de Poesía Joven Jauría de palabras, Bolivia; Festival Iberoamericano de Poesía, Fusagasugá; Encuentro Internacional de Mujeres Poetas en Cereté; Festival Internacional de Poesía de Medellín; Festival Internacional de la Cultura, Boyacá, entre otros. Gestora del encuentro Círculo de Mujeres Poetas de Boyacá.