Cuatro poemas de Jeremy Paden

El destacado poeta e investigador literario Jeremy Paden comparte con nuestros lectores cuatro de sus poemas últimos, publicados en Chile

Publicado

18 Feb, 2025

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El ángel de las casas abandonadas

El ángel de las casas abandonadas
ya no encuentra el alojamiento de antes
pisos en el mero centro de la ciudad

cuando piensa haber encontrado cuarto
con baño y cocina

cuando por fin cree tener lugar
donde pueda invitar mota y partícula

a descansar para que sirvan de cobija
a las repisas y encimeras

entra y se encuentra con vivienda
en obras, con apartamento hipotecado

en plena preparativa para ser arrendado
a corto plazo, a turistas de paso

el ángel de las casas abandonadas
ya no busca asilo en los centros urbanos

se va a las viejas casas de familia
sabe que una casa necesita ser habitada

que las paredes se desmoronan
sin niños que las manchen con sus manos

el ángel de las casas abandonadas
busca lo lejano, se alberga en lo olvidado

e invita al zorro, a la lechuza
al lince, extiende su hospitalidad

al murciélago y a toda clase de animal 
que necesite madriguera o ponedero

pero ya no, ya no busca habitación
en los centros, allí donde todo tiene que rendir

donde lo inútil, lo infructuoso se encuentra desahuciado
condenado a vivir en las afueras, en los baldíos

Autorretrato como un par de zapatos

Autorretrato como un par de zapatos
no el nuevo par sin estrenar,
no el parque cuelga de cables como suicidio

colectivo, grafiti urbano sumido en mitos
y leyendas – aunque vamos, también he sido
legendario, como el par de Van Gogh

que nadie sabe si los compró
en el rastro para usarlos él mismo
o porque su aura pedía ser pintado

zapatos que Heidegger creerá ser de labradoras
trigueras que habitan y andan por su mundo rústico
como las vacas de Nietzsche – que por vacuno

no se preocupan de la historia –
zapatos, en fin, que no son nada
más que zapatos a la mano 

¡qué barbaridad! lector no te culpo
si tiras este libro al río donde seguro quedará
varado entre las raíces de un sauce

con todos los otros deshechos: bolsas
de papitas, envases de refresco
latas de sardinas, calcetines, calzoncillos
y un zapato huérfano

Autorretrato como tríptico de rinocerontes

Yo soy el rinoceronte de Durero
unicornio monstruoso de doble cuerno                                          

Soy la Clara que gusta de tabaco y de cerveza
celebrada por toda Europa

Soy la abada huérfana, pasada de mano
en mano como postal erótico gastado

Yo soy el monoceronte blindado
soy maravilla, soy leyenda hecha carne                                           

No me digan abadesa, aunque haya sido obsequiada
a reyes y a vicarios Medici

Soy el rinoceronte de Durero
animal que él nunca viera con ojos propios                                                

Soy la mascota cegada para ser mejor controlada
soy la broma pesada de Felipe II

Yo soy la Clara, la adicta, la borracha
encarcelada y por cirrosis achacada

Soy el monoceronte náufrago
en alta mar ahogado

Bocetos del artista como hombre que se envejece

Después de pintarse como Cristo
abandonó los autorretratos,
pero no dejó de dibujar esbozos.

A los treinta y tres, Durero, desnudo,
pluma y pincel sobre papel verde,
a plena vista su pene lacio.

Una mano escondida detrás
de la espalda, la otra cercenada
a la altura del codo – artista manqué

que esconde las manos que han grabado
cada tendón y cada arruga
de la piel de unas manos unidas

en oración o dobladas sobre
una biblia, de unos dedos que enhebran
una aguja, que señalan algo, alguien,

de unas manos que han estudiado
la geometría de sus propias manos
para mejor entender su oficio.

A los cuarenta, de prisa, dibuja
con pluma y acuarela un mensaje
para servirle de ojos al médico

en su consulta. La tinta sombrea
un cuerpo todavía muscular.
Vestido sólo de taparrabos.

Sus ojos llaman al público,
su pelo suelto, largo, desciende
más allá de los hombros, guían

la mirada al brazo, luego al codo,
al antebrazo, al dedo que marca
el torso, el costado llagado.

De su puño y letra escribe:
Allí donde la mancha amarilla,
donde señala el dedo, me duele.

 Durero, artista dolorido, aquejado,
no in extremis, sino en camino,
artista como Varón de Dolores. 

A los cincuenta, su último autorretrato,
los hombros caídos, el cabello ralo,
los pechos fláccidos, un flagelo de escobas

en una mano, un vergajo de nueve colas
en la otra, los comienzos de una barriguita. 
El cuerpo del artista hecho estragos

por los años y por unas manos
que usan el arte como talismán,
artista como un penitente humillado

que intercede por la soberbia
de un hombre que se dedica a la belleza,
al oficio divino de recrear el mundo.

-Textos pertenecientes a su libro Autorretrato como una iguana
(Valparaíso USA, 2021)

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Jeremy Paden (Milán, 1974) Poeta, crítico literario y traductor. Doctor en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Emory. Nacido en Italia, criado en Centroamérica y el Caribe, ejerce como profesor de lengua y literatura hispana en la Universidad de Transylvania y como docente de traducción literaria en el programa de maestría de la Universidad de Spalding University, las dos instituciones están en Kentucky, EEUU. Es autor de varios libros de poesía en inglés y español, es traductor de varios poetas de lengua española y autor de ensayos sobre la Hispanoamérica colonial.

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