Ya no vive aquí
La hoja blanca del modernismo sumergida en la carne
vísceras trenzadas en un último intento.
Condenada te abrazas a la niebla
para nacer a otra de tus muertes.
La sangre negra
regalito para el desamor.
El sonido desgranado de unos pasos
arrastra tu nombre hasta el laberinto.
Allá en lo alto el quebrantahuesos
planea aguardando
por tu esqueleto humeante.
Herida
Detenerse en la costra de la tinta
en el vértice por donde escapó el olor de las hijas
el láudano de su blusa
los ojos rebosados de plegarias
el olor a pan quemado que derrama Veronal
el tic-tac de las raíces mullidas
el rugido insistente de las estrellas
la presa que rasguña la entraña
el vals marchito
el candelabro de velas ahogadas
la pulga de su soledad
la mañanita de la madre tejida de repudios
el libro dormido en el cajón de la celda
el caballo de galope taciturno
la huella del barro en sus tacones de agua
el aleteo de la mecedora
las alforjas cargadas de rayos.
La espina hiberna entre sus vértebras
hasta que la muerte trague su lengua
y las flores ardan en sus manos.
Cotidiano
Seis de la mañana
llora el despertador
café y tostadas.
Un beso en la frente.
Silencio de Judas.
Se pone un delantal de lágrimas.
Limpia la cocina de dolores de infancia.
Incendia las sábanas donde murió el amor.
Ahoga los zapatos del futuro.
Letras raídas.
Poemas raídos.
Libros raídos.
Silencio oculto en un diario.
Enciende el gas.
Abraza el horno.
Arde la campana de cristal.
Memoria del cuerpo
La habitación esconde un olor de grafito.
Los pliegues de la piel saqueados de rubor.
Las pupilas maceradas en morfina.
La palidez de labios ebrios de partidas.
La mancha voraz de tu pecho negado.
Las paredes de mármol donde rebota el grito.
Las caricias de hierro el día de tu nacimiento.
La soledad cínica con la que trazas la oscuridad.
El vacío clavado en las ruinas de tu infancia.
La sangre de Teresa fecunda las entrañas de la tierra.
El espejo gotea rebeldía.
La poeta duerme sobre los hombros de un colibrí.
Sobrevivir a la muerte
Hay un cuerpo en Mar del Plata
derribado de indiferencia
de moral de espuma
de razones de humedal.
Hay un cuerpo arrastrado por el Ouse.
Los cerdos festinan
sus ojos escamados por el miedo.
Hay un cuerpo a la sombra del Sena
con dedos picoteados de amenazas
con ojos roídos de insomnio
con encías entintadas de plumas.
Hay un cuerpo deshilado de ternura.
Hay un cuerpo bendito de escupos.
Hay un cuerpo que flota en la maleza.
Las ratas chillan, hoy tienen carnaval.
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Luisa del Campo (Talagante, Chile, 1977). Psicóloga clínica, narradora y poeta. El 2017 publica “Escisión” en Ediciones Asterión. Sus cuentos han aparecido en “El ojo de Lilith. Antología de microficcionistas chilenas” (Ediciones Sherezade) y “¡Basta! + de 100 cuentos contra el abuso infantil” (Ediciones Asterión). El 2023 publica su primer poemario “Un amor de pelo atado” en Editorial Cuarto Propio.