Músico de fuego
Músico de fuego
orquesta de violines
frente a tu sepultura
las melodías penetran huesos
beben el velorio
reinventan escombros
desde el polvo a la nada
espectador de cenizas
junto a la piel de vicuña dejaste tu charango
en aquella fortaleza alumbrada de luciérnagas
con ojos de puñales
sembraste
el rumbo
las semillas
los horizontes
orquídea de la memoria
resplandor en la ruta del arriero
en su canto bajo la luna
Arrieros: cenizas de eternidad
Que la soledad del sepulcro no invada mi alma
ni la palabra callada espere a nadie
en los rincones del caserón empolvado de mi infancia
tal vez mañana mis nietos no oirán mi canto
ni escucharán los cascos de mi caballo bailarín Tusuqcha
entonces tal vez ya no habrá ferias de toros bravos
ni corridas sangrientas de toros locos de Pallqacancha
ni abigeos alucinados por la chicha de molle
tampoco las blasfemias de las lindas satancas
ni ebrios belicosos en las tardes de sol
quizás ya nadie mencione que en la plazoleta
de Santa Teresa fusilaron a don Basilio Auqui
entonces mis recuerdos parecen cansados
oyendo el campanario de Carmen Alto
que repica un llamado de Belén
y el tintineo de llaves en la cintura de San Pedro
cuando el olor del cobre
enreda el ansiado viaje a la eternidad
Temple morochuco
Legendario morochuco
azules los ojos barbas largas
laceador de toros bravos
madrugadas de Semana Santa en Huamanga
temple comuncha SOL-SI-re-sol-si-mi
afinan sus guitarras sobre caballos pasavientos
ya extinguidos
compás de campanas iglesia de Santo Domingo
sinfonías de libertad
cristal que me oscurece
lanzo mi corazón a la fosa del olvido
yace un sueño lleno de fragmentos
mi guitarra sobre el sonido de mis penas
en afinación comuncha nostalgia del tiempo
destino de bohemio sobre el fuego
Música errante
Música
madera tallada en el dolor
herida del arriero
piedras de templos y sus campanarios
sobre los caminos del inca
historia forjada del compositor anónimo
a la orilla del río brindo una serenata
el humo de leña me acaricia de trinos
las cataratas hacen una sinfonía que lava mi alma
quizá debería labrar la tierra
y no ser testigo de mi muerte
sigilosas danzan las nubes tras la cordillera
se avecina una tempestad
ojos inocentes buscan a sus madres
música
raíces de sonidos a la luz del sol
terribles indignaciones buscan palabras…
la luna en cuarto creciente inspira mi viaje
entonces amo la melodía de las retamas
las banderas se agitan por las calles
febril mis ojos anulados por el humo
seducido por miradas de luciérnagas
la fogata fulmina la soledad del charango
entre tormentas
las rosas
la memoria
los horizontes
el vino me devuelve la cabeza de mil serpientes
mis notas musicales resuelven
alzar mi voz
silenciar mi prisión
despellejar la piel de los hechizos
castigar mis desaciertos
honrar la memoria de los asesinados
caminar entre hogueras
compartir mi canto
y reconstruir las cenizas
De: Músico de fuego /Ninapi harawiq (Hipocampo Editores, Lima 2023)
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Nora Alarcón(Perú) Artista multidisciplinaria, licenciada en Periodismo y magíster en Marketing y Comunicación. Ha publicado los libros de poesía Alas de viento (Lima, 2000), Bellas y suicidas (Lima, 2010) y Malvas (Lima, 2013). Su poemario Ninata Rawrarichisun / Revivamos el fuego (Lima, 2015) fue finalista del Premio Nacional de Poesía Quechua de la Universidad Nacional Federico Villarreal en 2014. Otros de sus trabajos incluyen Pacha Achikllaq / Aurora del tiempo (Lima, 2018), Chaska poesía (Montevideo, 2020) y Músico de Fuego / Ninapi harawiq (2023). Obtuvo el primer lugar en el VIII Festival de Compositores “José María Arguedas” (Ayacucho, 2011) y ha ganado en otras cuatro ocasiones el Festival Nacional de Compositores del Huayno Ayacuchano “La Guitarra de Oro” en la categoría rural-quechua. Ha sido antologada en Harawinchis: Poesía quechua contemporánea (1904 – 2021), así como en diversas antologías peruanas extranjeras. Su obra ha sido traducida parcialmente al inglés, alemán, chino mandarín, portugués, polaco y francés.