La voz del sueño
Estoy avanzando sin miedo,
las tinieblas tiemblan por cada paso
y mil acordes se encuentran por caso
en este silencio parecido al desierto.
Una única nota suena en mis ojos despiertos,
lacrimógena y agazapada
repite sin parar una sonata eterna,
de mundo a mundo, late y golpea
esa parte de mí que se difumina y escapa.
Libre de mi misma,
atravieso todo lo que me cambia.
Parte de mí un pájaro que me lleva
allá donde la líneas inciertas
son horizontes que no han nacido
sobre las puertas ilusionadas
de un nuevo encuentro.
Nuevas palabras invento
que recuerdan inevitablemente
la dulce sustancia de los sueños
construidos emplumando pájaros
que en busca de un posible lugar
de ripios golpean el viento,
escondiéndose entre las nubes
para vestirse de identidad
en el anónimo camino
del olvido desnudo.
Huellas sin paso
No habla la arena en el vacío
de horizontes y paisajes
el sol achica los ojos
henchidos por la luz
que se propaga en el viento.
El viento que sopla lleva y trae
los brazos hermanos de la muerte
que no sabe de qué ausencias
el vacío está hecho.
El silencio es ya vacío,
con paredes de tumbas levantadas
que olvidan el lugar
donde se esconden los abrazos.
La muerte brinda sus espectros
llenos de incorpóreas sombras
que han olvidado lo que une
el hombre a sus promesas.
Las sombras bailan en los ojos que miran
el oscuro mundo que los llama
desde allá donde se pierde
la forma exacta de la huella.
¿Dónde, dónde?
¿En qué lugar nos perdimos?
Nadie habla, nadie sabe donde estuvimos
antes de llegar a este desierto.
¿Dónde se perdió el sueño despierto
del hombre que vivía los tiempos del alma
que le daba felicidad y alas?
Ahora sólo quedan pétalos marchitos
y el amor que era un don infinito
se perdió en el incógnito mundo
que muchos llaman destino.
¿Dónde está el viejo camino
de esa palabra usada
de quién daba su amor sin pedir nada?
El hombre bajo el peso de sus espinas
tiene el alma mutilada y el corazón preso
que se cierra suicida al beso.
Como una semilla de luz apagada
el hombre perdió el tiempo del abrazo
en el largo camino de pupilas dormidas
y perdió también el sentido de la vida
en el intento de dejar una huella sin paso.
Desierto interno
En el olvido amargo del verde,
en el grito que estremece el suspiro,
en el pecho tembloroso de lo que ha sido
con la copa llena de espectros, el delirio
se dibuja con trinos en la tarde
de cautiva boca que arde
sobre los caminos de las arenas.
Ya casi sin sangre en las venas
los réptiles arrastrándose lloran el agua,
trayéndome el eco de la semilla vacía
del desierto que recita la quietud del paisaje,
sobre los ojos abiertos al viaje
de la niñez descalza y pura
que entra en mi corazón cerrado.
La mente levanta los relojes sentados,
corre hacia la tristeza que madura
sobre la piedad de la misma muerte
y el raro turbante de tiempo inerte
dibuja en los espejos de las brisas
el arrebato de una irónica sonrisa
que se abre en los caminos del alma.
Recuerdos con brazos abiertos
me llaman hacia horizontes dilatados
y en el lecho de dunas y recuerdos estrujados
el tiempo colora la noche y anexa los desiertos.
Por mi sombra los ríos despiertos
buscan en la luna imágenes reflejadas
y son procesiones de aguas desplegadas y saladas
las arenas que ahogan los recuerdos míos.
Constelaciones de espacios, cielos de falsedades,
el silencio interno tiene su lenguaje,
es la solución a una mala compañía
de cantos que me han secado la garganta
por haber cantado a quién no canta,
regalando pájaros con plumas de humos
y silbidos de sueños que no he vivido
y que llevo en mi cabeza, extraviados.
Con la ilusión de haber encontrado
el alma oculta de las cosas,
descubro que el mundo está mal repartido
por una voluntad extraña y caprichosa
que no puede ofrecer otra cosa
que palabras mínimas en islas de desierto
que no dicen cómo se llaman
y caminan con el corazón cubierto.
Insomnio
Continuo hojeando el cuaderno
sobre todo de noche
inocentemente pretendo
de cortar la realidad
con el cuchillo del sueño.
El sueño tiembla
en la mirada del cansancio,
tiene miedo de perder la vida
buscando nuevos mundos
en párpados vacíos
de presencias invisibles
y de manos ciegas.
En los calendarios, la entrega
es un don que palpa
la forma inexorable
de la carne mortal que muere
entre los dedos.
Los dedos preguntan y nadie contesta;
el desierto fatal de la voz
es la sombra de un fantasma
que camina por el aire,
me quita el sueño y me deja el cansancio.
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Yuleisy Cruz Lezcano, nació en la isla de Cuba, vive actualmente en Italia, donde estudió en la Universidad de Bolonia. Ha publicado numerosos libros de poesías y uno de relato breve en Italia y Portugal. Su último libro es «Di un’altra voce sarà la paura”, 2024.