Escribe Paolo de Lima
Introducción: una tradición crítica como práctica cultural
En su más reciente obra, Marea alta. Crónicas, ensayos, artículos (Tusquets, 2025), Fernando Ampuero (Lima, 1949) ofrece un compendio de prosas que no solo revelan su vasta trayectoria como escritor y crítico, sino que también trazan un mapa de la cultura contemporánea desde la mirada del lector atento. Ampuero mismo lo señala en su “Nota de un lector deslumbrado”: este volumen reúne crónicas y ensayos, prosas y notas sobre literatura, cine, arte y vida moderna, muchos de los cuales fueron publicados originalmente en diarios y revistas, y a su vez retomados de tres libros previos: Viaje de ida (2012), Tambores invisibles (2014) y Seis capítulos perdidos y otros extravíos (2021).
Pero Marea alta no aparece como un proyecto aislado. Se inscribe en una tradición peruana de crítica literaria en clave personal y cultural inaugurada por La caza sutil (1976) de Julio Ramón Ribeyro y continuada por Guillermo Niño de Guzmán en libros como La búsqueda del placer (1996), Relámpagos sobre el agua (1999) y su Cuaderno de letraherido conformado por Hasta perder el aliento (2022) y Mis vicios impunes (2024). (Cabe señalar, a modo de atingencia, que no incluyo aquí el volumen de crónicas y retratos Gato encerrado [1987] de Ampuero, pues lo considero más un libro de perfiles y entrevistas que de reflexión literaria propiamente dicha, aunque en él ya se perciben la frescura y el tono lúdico que caracterizarían su prosa crítica posterior). En Ribeyro hallamos un acercamiento íntimo a la literatura peruana, latinoamericana y francesa, así como a la pintura y a la reflexión sobre la escritura novelística. Niño de Guzmán continúa la veta del maestro expandiendo el archivo hacia escritores europeos, estadounidenses, japoneses, rusos y latinoamericanos, trazando un horizonte cosmopolita que hace dialogar culturas y tradiciones disímiles. Ampuero recoge esta doble herencia: la introspección ribeyriana y la amplitud de Niño de Guzmán.
Lo que estos libros comparten, y lo que Marea alta confirma, es la convicción de que la crítica literaria no es una práctica técnica ni un mero ejercicio académico, sino un gesto cultural que da cuenta del lugar de la literatura en la trama social. Cada reseña, cada nota de lectura, cada artículo opera como un modo de pensar la relación entre textos y mundo: la literatura aparece siempre en relación con problemas de identidad, de memoria, de modernidad, de vínculos humanos. De allí que Ampuero pueda pasar con naturalidad de Petronio a Chejov, de Wilde a Anna Ajmátova, o incluso a figuras como Marilyn Monroe o Los Beatles, trazando conexiones que amplían el horizonte crítico.
En ese sentido, Marea alta prolonga una línea de libros “de lector”, híbridos de diario intelectual y ensayo cultural, que transmiten la experiencia íntima de leer, pero que al mismo tiempo construyen una comprensión de la literatura como fenómeno histórico y social. Ampuero convierte la crítica en una práctica vital: no se trata solamente de explicar textos, sino de pensar a través de ellos, de encontrar en la literatura y en el arte claves para descifrar la vida actual.

1.- El caso Joyce: crítica como experiencia vital
Uno de los momentos más notables del libro es la lectura que Ampuero realiza de “Los muertos”, relato final de Dublineses (1914) del escritor irlandés James Joyce. Allí señala cómo este cuento nos hace notar que la muerte no es solo el final, sino una revelación de las vidas no vividas y de las conexiones perdidas; idea que condensa la operación crítica de Ampuero: leer la literatura no como clausura, sino como apertura de sentido. En su interpretación, la nieve cayendo sobre el mundo, “sobre todos los vivos y los muertos”, como escribe Joyce, no es un silencio sino un prisma que desvela aquello que quedó latente: deseos frustrados, memorias secretas, vínculos quizá deshechos.
Ampuero destaca, además, el singular triángulo que se insinúa en el desenlace del cuento: Gabriel Conroy y su esposa Gretta, acostados y a punto de dormir en la habitación de un hotel, y Michael Furey, el joven que amó a Gretta en su adolescencia, muerto años atrás pero convocado al presente por el recuerdo que en ella despierta una canción oída en la fiesta de la que acaban de regresar. Hablar de “triángulo” es, por supuesto, una paradoja, porque uno de sus vértices pertenece al reino de los muertos; pero justamente allí radica la fuerza de la escena: lo que parece ausente –Michael Furey– sigue presente en la vida íntima de Gretta y en la conciencia de Gabriel, quien, en la epifanía final, descubre la fragilidad de su lugar en el mundo afectivo. En esta configuración narrativa, Ampuero subraya no solo un drama conyugal, sino una revelación existencial: la persistencia de los muertos en la vida de los vivos, la forma en que el pasado se instala en el presente y lo resignifica.
2.- Estilo y horizonte de Marea alta
La prosa de Ampuero se caracteriza por la claridad y la evocación. No recurre al tecnicismo ni al aparato erudito, sino que apuesta por un lenguaje accesible y vibrante, que combina el análisis con la narración, lo reflexivo con lo anecdótico. Esta cualidad convierte la crítica en un espacio de empatía: el lector no solo entiende lo que se dice, sino que siente el mundo que se describe.
El libro es, además, un mosaico de referencias que van del canon occidental (Rimbaud, Dostoievski, Melville, Borges, Hemingway, Camus) a la cultura popular (el ilusionista Harry Houdini, el falsificador Han van Meegeren, el caníbal alemán Armin Meiwes, tumbas literarias, la estatua de bronce a tamaño real de John Lennon sentado en un banca del parque homónimo en el barrio El Vedado de La Habana), del cine (Fellini, Huston, Hitchcock) al arte (Picasso, Duchamp, Sérvulo Gutiérrez), del devenir histórico a la esfera personal. Ampuero construye una crítica abierta, donde las fronteras entre literatura, cultura y sociedad se desdibujan. Esa hibridez, que podría parecer dispersa, es en realidad el signo de una comprensión amplia de la cultura: el reconocimiento de que las formas artísticas dialogan constantemente y que el pensamiento crítico debe asumir esa pluralidad.

Conclusión: el valor de Marea alta en la sobrevivencia de la literatura
En un tiempo en que la literatura parece perder espacio frente a la inmediatez digital y el consumo rápido de información, libros como Marea alta adquieren una importancia estratégica. No solo porque reafirman la vigencia de la lectura como experiencia estética, sino porque demuestran que la crítica literaria puede ser un ejercicio de resistencia cultural.
En esa línea, Ampuero renueva la tradición de Ribeyro y Niño de Guzmán con un registro propio: una prosa que se acerca tanto a la crónica periodística como a la meditación autobiográfica, y que convierte cada lectura en un diálogo personal que se proyecta hacia la vida social, la memoria y la cultura contemporánea. Más que hablar sobre literatura, Ampuero habla con la literatura, situándola en conversación con los dilemas y sensibilidades de nuestro tiempo.
El valor de Marea alta radica en mostrar que la literatura sigue siendo una forma privilegiada de conocimiento, una práctica que nos ayuda a comprender la complejidad de la vida moderna. En un mundo saturado de estímulos veloces, la voz de Fernando Ampuero nos recuerda que leer, pensar y escribir son gestos que mantienen encendida la llama crítica. Su libro confirma que la literatura sobrevive no como monumento, sino como conversación: una conversación que, gracias a autores como Ampuero, todavía podemos habitar con lucidez y placer.