Círculo de Lectores
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Gustavo Rodríguez: «Si a la primera crítica te pones a llorar, no estás hecho para esto»

El escritor peruano Gustavo Rodríguez, ganador del Alfaguara de Novela 2023, acaba de publicar "Mamita", una inmersión en la memoria familiar.

Publicado

3 Jun, 2025

Una entrevista de Gabriel Rimachi Sialer

Gustavo Rodríguez acaba de publicar “Mamita», la historia de un escritor que hurga en la memoria familiar para escribir un libro que le urge mostrar a su madre antes de que esta muera. Pero en este proceso de investigación hay también una mirada crítica a la sociedad actual y cómo (y cuánto) ha cambiado la ciudad capital en las últimas décadas; además de cómo se construyen las relaciones familiares y cómo el tiempo lo va transformando todo. De este y otros temas conversamos con el escritor peruano ganador del premio Alfaguara de Novela 2023.

Una de las cosas que admiramos de los escritores es que sus ficciones terminen por convencernos de que aquello que estamos leyendo es verdad, Una trampa del escritor. ¿Cuánto de esa “verdad” hay en esta novela?

Bueno, el reto de que el lector o la lectora lo descubra es lo que nos lleva a jugar con eso. Tú eres escritor como yo y lo sabes. Pero en el caso de “Mamita”, digamos, si disecciono la novela, hay dos tiempos en la novela, ¿no? El tiempo contemporáneo en el cual un alter ego mío pasa días y días y días en esta Lima contemporánea conversando mayormente con un conductor de auto, ¿verdad? A su lado, mientras anda con un pie roto. Y ese plano en la historia, este contar cómo diablos hace este escritor para escribirle la novela que tanto le debe desde hace tiempo a su madre. Ese plano es inventado, es ficción, obviamente, ¿no?

Yo nunca me he roto la pata como le ocurre a mi alter ego, nunca he tenido un conductor asignado llamado Hitler. Aunque, como tú bien lo sabes, incluso las mentirillas que decimos y que asumimos, como lo estoy asumiendo ahora, sí se alimentan de cosas reales. Yo, cada vez que me preguntan por qué Hitler, a mí una vez me tocó un conductor que se llamaba Hitler, que me llevó a un colegio. Y claro, desde la base, por la radio, le decían su nombre y yo tomé nota, le pregunté por qué. Y bueno, eso se te queda, ¿no? Y de hecho Hitler ya es un personaje que vuelve a aparecer en una novela mía, porque ese personaje antes apareció en 30 kilómetros a la medianoche.

Una mezcla de ficción con realidad.

Yo creo que esa línea temporal contemporánea es más fantasía, si lo puedo decir, por más que se cuelen hechos reales como las muertes que se escuchan por la radio durante las protestas sociales en el sur, apenas Dina Boluarte tomó el poder. Pero la parte un poco más real, si quieres, entre comillas, porque todo hay que ponerlo entre comillas cuando hablamos de ficciones, es el recuerdo de las conversaciones que mi alter ego tiene con su abuela, con su madre, y lo que ese alter ego mío ha investigado, hurgando en papeles, bibliotecas, sobre su abuelo mitificado y la época del caucho.

Claro, pero además este abuelo mitificado llega a tener una amistad con Julio Verne, lo cual parecería muy de ficción, porque en realidad, y esto es una apreciación personal, nuestros abuelos tranquilamente vivieron en una época alucinante, en la que el mundo estaba transformándose para siempre. Pasamos del barco a vapor a la electricidad, la radio, la television y la computación. Producto de su conocimiento el Estado reconoce una de las obras de tu abuelo en una moneda nacional, es algo que no se puede contar todos los días ¿No?

Creo que esta reflexión que acabas de hacer da en el blanco de las preguntas que yo me he ido haciendo desde niño con respecto a esto. Cuando eres niño crees todo lo que te dice tu abuela y tu madre, ¿verdad? De pronto, conforme vas adquiriendo experiencias, teniendo lecturas, cotejando información, vas dejando de creer algo. Empiezas a dudar, obviamente. Y sí, muchas de las cosas que hablo sobre mi abuelo mítico y que mi madre adora, pues, porque incluso lo tiene en un pedestal mayor porque nunca lo conoció. Entonces es un padre idealizado, mi abuelo. Todas estas maravillas, mi abuela y mi madre las daban por reales, ¿no? Y conforme fui investigando para entregarle esta novela a mi madre, me di cuenta de que sí, había fundamentos para la maravilla. O sea, Otoniel Vela, mi abuelo, fue un hombre tenaz, industrioso, digamos, un hombre de su época, siglo XIX, inicios del siglo XX.

Gustavo Rodriguez

Esta época, como tú dices, entre el siglo XIX y el siglo XX, el mundo pasó de la energía, de la máquina del vapor, a la energía atómica. La guerra mundial es impresionante. Entonces, bueno, mi abuelo selvático, occidentalizado totalmente, educado en Europa, miembro de esa burguesía de Iquitos que podía darse sus lujos, ¿no? Logró proezas, tuvo amores cientos, regó hijos por el mundo. Y la historia que tuvo con mi abuela específicamente es muy, muy, muy problemática. Entonces, investigando para esta novela me di cuenta de que había una base, pero había mitos también. El hecho de que hoy exista en los bolsillos de muchos peruanos una moneda de sol que tiene en su anverso una obra que mi abuelo hizo, eso sí es real. Es alucinante.

Es alucinante pensar que algo que tu abuelo construyó hace 100 años, pues está en la moneda de una señora, de un lavador de autos, en mi monedero probablemente. Ese ya fue un disparador para mí, te lo confieso, Gabriel, hace diez años. Cuando yo fui a esa ceremonia y vi a mi mamá viejita ya posar junto a la moneda, que representaba algo del poder de su padre, dije, no, acá hay una historia que ya debería entregársela a mi madre

En una parte de la novela escribíste que cuando te preguntan sobre el temor a la página en blanco —una de las cosas que a mí, honestamente, siempre me ha molestado— tú dices que sueles responder que en realidad tienes temor al compromiso. Y me imagino, que este temor tiene que ver con hasta qué punto puedes mostrar la desnudez de tu historia familiar. A pesar de que es una ficción, como dijiste al inicio, estas suelen anclarse —para que funcionen—, en cosas reales. A partir de ahí se sienten sólidas. ¿Cuánto de esto hay ahí? ¿O cómo lo planteaste en todo caso?

Mira, hay total sinceridad, si no en los hechos, por lo menos sí en las emociones que plantean los hechos. Y hay cosas que son problemáticas, incluso dolorosas, que yo me permito decir porque ya he llegado a una edad en la que ya siento que no tengo que ganarme a nadie ni mostrarle algo a nadie. O sea, ya estoy seguro del amor que me tiene mi gente más cercana, incluso algunas personas en las que me he basado como molde para hacer personajes, ¿no? Y creo que si me lo perdonan, si me perdonan esa sinceridad, estas personas en las que a veces baso mis personajes, tienen que ver con que yo no escribo mis novelas para desquitarme. Al menos no las últimas. Entonces las hago desde un espacio más tierno y de admiración. Y creo que eso lo notan ellos.

Después de 100 cuyes y todo ese periplo internacional de viajes, me imagino que debe sentirse como una esponja excesivamente llena de experiencias. Después de todo eso ¿Cuán difícil es sentarse a escribir sabiendo que ahora tienes mucho más lectores que antes y que hay mucho más expectativa por lo nuevo que vayas a ofrecer?

Yo he tenido la suerte de recibir el premio Alfaguara ya siendo algo viejo y habiendo escrito algunas novelas que a mí me gustan más que 100 cuyes antes. Entonces, yo ya he llegado a esta etapa de mi vida haciendo una zanja. entre lo que es literario y lo que es comercial. Entonces, para mí, el premio Alfaguara es literario hasta el momento en que el jurado está reunido a solas leyendo manuscritos sin nombre del autor y deliberando sobre eso. Hasta ahí es literario. En el momento en que se abre la plica y empiezan los reflectores a apuntar al ganador del premio, el premio ya dejó de ser literario y empieza a ser parte de una dinámica comercial.

Escucha la entrevista completa en nuestro podcast en Spotify

Gabriel Rimachi Sialer
Gabriel Rimachi Sialer. Director y Fundador del Círculo de Lectores Perú. Autor de los libros de cuento "Canto en el infierno", "El color del camaleón", "El cazador de dinosaurios", "Historias extraordinarias"; la novela infantil "La increíble historia del capitán Ostra"; y la novela "La casa de los vientos". Reconocido en la antología nacional "El cuento peruano 2001-2010", del crítico literario Ricardo González Vigil, dirige la editorial Casatomada y la revista del Círculo de Lectores.

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