Escribe Sonia Rico
Mi último viaje antes del confinamiento fue a París.
Y ya que París, tal como anunció Enrique Vila-Matas, no se acaba nunca; será por eso que aunque ya había estado varias veces en la ciudad, descubrí por casualidad algo que no sabía de una de mis escritoras preferidas: Marguerite Duras.
Hace un tiempo sobre su novela El amante, y la escrita posteriormente, El amante de la China del Norte a partir del conocimiento de que su amante, “El chino”, como ella se refería a él, había muerto. Me pareció fascinante como el hecho de que ella conociera este fallecimiento hizo que le diera una vuelta y reescribiera la novela.
Puedes leer el post sobre El amante de la China del Norte aquí.
Mi viaje fue este pasado febrero y el descubrimiento tuvo lugar una lluviosa tarde en la que me adentré en el cementerio de Montparnasse en busca de la tumba de Cortázar, uno de mis escritores favoritos. Y la encontré, resulta que están en el mismo sepulcro sus retos junto con los de Aurora Bernárdez, la que fue su mujer, y Carol Dunlop, la última pareja del autor.
El tiempo era desagradable, hacía frío y con el paraguas abierto en una mano y el plano del cementerio en la otra la situación no invitaba a seguir sin embargo, quise aprovechar la ocasión y vi que no lejos de allí podría encontrarme con el sepulcro de Marguerite. No podía pasarlo por alto.
Lo cierto es que me costó un poquito encontrarlo porque su nombre está grabado en una losa de piedra clara pero de manera muy sutil. Encima hay un macetero grande en el que los visitantes han ido dejando clavados bolígrafos y lápices, sin duda, en un eterno deseo de insuflarle tinta a “la genia”. También vi muchos coleteros y eso es algo para lo que no he encontrado (aún) explicación.
La sorpresa fue que vi que en la losa había grabado otro nombre que nunca había leído: Yann Andréa. Lo anoté mentalmente, para buscar luego, quién sería y salí de allí a tomar un té a la mezquita.
Pocas cosas me alegran más que tener algo nuevo que investigar, un nuevo rastro literario y cuando anoté ese nombre Yann Andréa no me imaginaba para cuánto me iba dar esta historia de amor a tres: Marguerite, Yann y La escritura.
Yann nació en 1952 en Guingamp. Siendo un estudiante de filosofía cayó en sus manos la novela de Duras “Los caballitos de Tarquinia” y se dijo que nunca más leería a otro autor. Ahí, sin él saberlo, se inició su historia con ella. Un tiempo más tarde Duras estuvo en París abierta a un encuentro con algunas personas interesadas en su faceta como cineasta, fue durante el rodaje de India Song y Yann acudió como fan. Tenía que conocerla en persona y aquella era una oportunidad.
Aquella noche en París, después del encuentro, algunas personas se fueron a tomar una copa y Yann tuvo la ocasión de seguir acercándose a ella y antes de terminar la velada le pidió su dirección en París para poder escribirle alguna carta.
Esa correspondencia de Yann a Duras se produjo de manera diaria durante unos cinco años. Siempre era él quien le escribiría a ella. Duras nunca le contestó y como confesó años más tarde “nunca tuvo la intención de hacerlo” hasta que una día no llega la carta de Yann. Ni al día siguiente ni al otro y es entonces cuando le escribe ella a Yann y le invita a visitarla en París.
Marguerite tenía 38 años más que Yann y desde que se produjo ese primer encuentro entre ellos ya no volvieron a separarse en los 16 años de vida que le quedaban a la autora. Yann se quedó en su vida de una forma especial, algo tóxica y muy difícil de comprender desde fuera.
Cuando ella falleció en 1995 Yann quedó tan desolado que estuvo durante dos años sin salir, sin relacionarse con nadie, bebiendo en exceso y alimentándose mal. Cuando luego empezó a recuperarse su vida fue capaz de escribir la novela Ese amor, que es en realidad una carta a ella, a Marguerite.
En la novela Yann cuenta la relación de amor y odio que tenían entre ambos, la incapacidad para dejarla, los paseos en coche por el bosque de Boulogne, por el Sena, las compras en el mercado, las comidas a base de puerros, las canciones, los ataques de risa y la escritura, siempre la escritura que era el lazo que siempre les unió.
Yann se convirtió para ella durante esos 16 años que duró su relación en su secretario, su chófer, su confidente, su escribiente, su amante…
Un amor que solo se puede entender si se ama la literatura.
Es imposible vivir conmigo, con un escritor, es imposible, lo sé.
MARGUERITE DURAS
Ella lo quiere todo y no quiere nada. […] Que yo y ella sumen Uno, pero no, no es posible, en ningún caso, eso falla en todos los casos, ella lo sabe, ella sabe que ella y yo, más bien, suman tres. Que la solución provisional, la que hay que intentar, la que hay que replantearse siempre, pasa por un tercer elemento: la escritura.
YANN ANDRÉA