Escribe Guillermo Schavelzon
Algunas editoriales, en realidad unos emprendimientos comerciales que nada tienen que ver con el mundo del libro, están aprovechando los avances tecnológicos para ofrecer a los autores publicar sus libros traducidos a otros idiomas, gracias al ínfimo costo y la velocidad que posibilita la Inteligencia Artificial. Ofrecen así a los eventuales lectores un texto empobrecido y estandarizado, publicado en libro electrónico o impreso de uno en uno gracias a la tecnología del bajo tiraje (POD, Print on Demand). Una combinación de dos tecnologías, para un uso espurio. Para un escritor que se ha pasado años trabajando sin cobrar en un libro, tener nuevos lectores, en países que nunca hubiera pensado en alcanzar, es comprensiblemente atractivo.
Calidad de la Inteligencia Artificial
Estos libros no advierten en ninguna parte visible que se trata de una traducción automatizada, con lo cual se está engañando al autor y al lector. Son un buen negocio, porque se aprovechan de los apoyos económicos a la traducción que otorga el país del autor, a quien también le piden algún aporte económico, y luego venden ejemplares para las bibliotecas del país donde está la editorial, con fondos públicos creados en algunos países del norte de Europa, para difundir la bibliodiversidad. Tres fuentes de recursos que, cuando no hay costos que asumir son todo ganancia.

Los libros se ofrecerán en la web de la editorial y en otras plataformas, ya sea como libro electrónico o impresos de uno en uno, además de algunos ejemplares justificativos de la edición, que se enviarán al autor.
Las traducciones automatizadas -alimentadas por millones de libros de gran venta, notas de prensa y subtítulos de series, lo que hacen sin permiso ni remuneración- solo traducen palabras, estandarizando y empobreciendo lo mejor de cualquier obra literaria. Los autores, engañados en su deseo de difusión, perderán dinero y posibles lectores, que al encontrarse con textos mediocres, creerán que lo malo es el autor.
Organizaciones de escritores y traductores, junto a la Unión Europea, están tratando de que se esto se regule, y sea obligatorio un etiquetado frontal diciendo que el libro está traducido de forma automatizada.
Por momentos pienso ¿cómo será leer a Proust en sueco, escrito con el lenguaje y el estilo de Stephen King?