«O me vendo o me arruino», Vallejo en su correspondencia

César Vallejo, nuestro poeta universal, un ser humano delicado y hondo, no pudo sobrevivir a Europa. En su correspondencia podemos hallar la clave para entender sus últimos días.

Publicado

22 May, 2024

Escribe James Quiroz

La prematura muerte de César Vallejo nos privó de apreciar la segura evolución de su producción poética, representada por esa cúspide que fue «España, aparta de mí este cáliz», acaso su mejor libro de poemas, publicado póstumamente en 1939.  En aquel libro, Vallejo desplegó, en plena madurez, el pleno dominio de sus recursos estéticos e intelectuales logrando un libro intenso y sobrecogedor de principio a fin, quince poemas en donde se describe la historia de la humanidad por su supervivencia, figurado en el escenario de la Guerra Civil española. 

Vallejo, ser humano delicado y hondo, no pudo sobrevivir a Europa. Su estancia por el Viejo Mundo, adonde había llegado para autorrealizarse como escritor y, principalmente, como hombre, fue difícil. Confluyeron hasta tres factores para que Vallejo no pudiera concretar su ansiado sueño de vivir como escritor. Primero, el cruel clima parisino con sus estaciones tan marcadas que debilitaron la salud del peruano (en diversas cartas el poeta hace alusión a las bajas temperaturas); segundo, los límites que impone el idioma que restringieron las posibilidades de comunicación y difusión de su obra en países con lengua materna distinta al español, aspecto más acentuado durante su estancia en París; y tercero, sus continuas dificultades para colocar su obra literaria y periodística en manos de editoriales importantes o gestores culturales que se interesaran en sus contenidos: obras de ensayo dedicadas al comunismo ruso, obras de teatro, un par de novelas y libros de poemas. Sin ingresos habituales provenientes de su oficio literario e intelectual, sin poder vivir de la literatura, la economía de Vallejo nunca pudo despegar como para permitirse una vida holgada. 

Si la experiencia personal fue relevante y vital para ampliar su concepción del mundo, sus limitaciones de dinero fueron determinantes al momento de perfilar su proyecto de vida, y bien pudieron haber incidido en un sentimiento natural de frustración, aunque no de desesperanza.

Portada del libro que analiza la correspondencia del vate peruano César Vallejo

El libro “César Vallejo. Correspondencia” (Fondo Editorial de la Universidad César Vallejo, año 2023) ofrece indicios de estos y otros aspectos. En estos materiales de investigación reunidos en dos tomos muy bien cuidados por la edición de Carlos Fernández y Valentino Gianuzzi, se recoge la correspondencia que mantuvo César Vallejo con amigos, escritores y familiares como Antenor Orrego, José Carlos Mariátegui, Alcides Spelucín, Pablo Abril de Vivero, Juan Larrea, Gerardo Diego, su hermano Néstor Vallejo, etc. Las cartas suelen ser eslabones perdidos al momento de interpretar la vida de un artista y en el caso de César Vallejo resultan esclarecedores documentos para complementar la exégesis de su biografía en Europa. Por ejemplo, es gracias a sus cartas que sabemos que el autor de Trilce siempre deseó volver al Perú, a la par que seguía con mucho interés el rumbo cultural y político del país y del mundo hasta donde le permitían las posibilidades de comunicación de la época; así, en una carta le dice a su hermano Néstor: «Me parece que debo volver a América a luchar y a trabajar públicamente por mi país». 

Los eternos retornos de Vallejo

César Vallejo quiso regresar al Perú en varias ocasiones, sin embargo no pudo concretar su retorno a causas de sus ya mencionadas carencias económicas. En una de sus cartas el poeta señala que ha tenido que mudarse al campo con Georgette porque no tiene dinero para vivir en una ciudad “cara” como París. 

Otro detalle que nos muestra esta última edición de sus cartas es que Vallejo siempre mantuvo una lucha constante de índole moral consigo mismo. El poeta al inicio de su estancia europea idealiza el mundo literario, entiende, en su inocente lógica, que su obra debe y tiene que ser reconocida por el solo hecho de ser escrita por el artista que es. Pero Europa es hostil, agresiva y selectiva con la obra en habla hispana, más aún con una obra de contenidos extraños para la época (Trilce, reeditada en España, 1930) o de propuestas singulares (su obra de teatro Mampar que, se presume, destruyó y otras propuestas como sus ensayos sobre el comunismo ruso). 

II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura; España, 1937. Aparecen al extremo César Vallejo, Nicolás Guillén delante de Vallejo, y de cuclillas Pablo Neruda.
II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura; España, 1937. Aparecen al extremo César Vallejo, Nicolás Guillén delante de Vallejo, y de cuclillas Pablo Neruda.

Bajo esas circunstancias, su obra no tuvo el eco deseado y el poeta debió sobrevivir, entre otros oficios, de la redacción de artículos periodísticos que enviaba a diversas revistas y diarios del Perú y de Europa, incluso sin ver remunerado su esfuerzo como la revista peruana Variedades a la que acusa de adeudarle algunas colaboraciones. Asimismo, en una carta fechada en 1930, en el contexto de la reedición de Trilce acaecida ese mismo año en Madrid, Vallejo le dice al poeta español Gerardo Diego – junto a Juan Larrea gestores de la edición madrileña del libro- que Trilce no ha concitado el interés comercial esperado, evidenciándose así su asombro ante la indiferencia que recibe su trabajo. 

Resignación y frustraciones

Este asombro se va convirtiendo en una suerte de resignación, la diferencia entre  expectativa y realidad llevan al poeta a mostrar de manera más recurrente su desencanto del sistema político-social que él mismo eligió, así como muestra su amarga visión de la escena literaria: «Como tú podrás imaginarlo, aquí es raro encontrar amigos y menos aún hombres, entre los escritores» escribe a su amigo, el poeta trujillano Alcides Spelucín. «España, según creo, es un país de recomendaciones. Sin estas no se logra nada. Las aptitudes no valen«, se queja el santiaguino. 

El poeta, entonces, tiene que elegir: ser genuino y auténtico o transigir, moldearse a una sociedad que no le ha sido favorable. «O me vendo o me arruino”, dice en una de sus cartas dirigida a Pablo Abril de Vivero de 1929, “naturalmente, si no me vendo ni me he vendido, es prueba de que me estoy arruinando. Van a ser seis años que salí de América ¡y cero!”. El poeta, a su pesar, desea mantenerse íntegro dentro del sistema, pero no tiene las habilidades sociales ni las capacidades necesarias como para convivir pacíficamente en él. Su personalidad y su carácter no son propicios para mimetizarse. Son insuficientes sus técnicas de afrontamiento: «La humanidad es terrible… Lo cierto es que en la sociedad en que vivimos hay que andar como lobo entre los lobos o, si no, te devoran», le confiesa a Juan Larrea en 1937.

Julio Ramón Ribeyro escucha al poeta Enrique Verástegui, quien lee un poema ante la tumba de César Vallejo, en el Cementerio de Montparnasse, París, 1979.

Los últimos días de Vallejo

Finalmente, jaqueado por el fatalísimo azar y un destino que no se tuerce a su favor, víctima de una enfermedad de la que no se recuperará jamás, Vallejo  acude a sus antiguos amigos, se juega sus últimas cartas contra la muerte y, desesperado, el 15 de marzo de 1938 escribe a Luis José de Orbegoso, reconocido hacendado trujillano: “Muy distinguido y recordado amigo, un terrible surmenage me tiene postrado en cama desde hace un mes, y los médicos no saben aún cuanto tiempo seguiré así. Necesito una larga curación y encontrándome sin recursos para continuarla, he pensado en usted don Luis José, en el gran amigo de siempre para pedirle su ayuda en mi favor. En nombre de nuestra vieja e inalterable amistad, me permito esperar que el querido amigo de tantos años me tenderá la mano…”.

Vallejo moriría el 15 de abril de ese año, sin saber que el 25 de marzo su distinguido amigo había respondido oportunamente a su llamado: le había endosado un cheque por mil francos franceses. La contestación llegó demasiado tarde.

Otra constante en la correspondencia vallejiana, por lo menos la que se sitúa alrededor del año 1930, es la descripción de presuntos actos violentos acaecidos entre Vallejo y Georgette. A decir de Juan Larrea, el poeta siempre le comentaba acerca de «discusiones violentas» entre ambos y en una carta hasta le llega a revelar: «Acabo de tener un encuentro violento con Georgette que me ha puesto en un estado verdaderamente fuera de mi mismo«, lo que sugiere que la convivencia entre César Vallejo y Georgette, en aquel tiempo, atravesaba por periodos tóxicos que al vate le eran imposibles silenciar y ocultar. Esta nueva edición de la correspondencia de Vallejo publicada el año pasado es, en suma, una buena manera de acercarse al hombre que fue y expone, más allá del mito, su dimensión más real y cercana, exenta de tergiversación.

James Quiroz
James Quiroz (Trujillo, 1984). Estudió Derecho en la Universidad Nacional de Trujillo y siguió una Maestría en Derecho Penal por dicha casa de estudios. Ha publicado los poemarios La noche que no has de habitar (2010), Rock and roll 2015 y El libro de los fuegos infinitos (2018).

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