Teoría del fin del mundo
El primer principio está en la boca
también la primera oscuridad
que es de donde huyen las palabras
abriéndose paso entre los dientes
para salir a las calles
arrebatadas y deseosas
de que llegue pronto la noche
porque allí las cosas se duermen
y lo único que brilla junto a la sangre
son ellas.
El mundo está lleno de demoliciones
y de rostros que se caen de la cara
como si lo que unía el adentro y el afuera
lo alto y lo bajo
la ilusión y la muerte
ya no existiera más allá
que el sentido que también
se ha desplomado.
Uno camina oliendo el universo
mirando el Big Bang
pisando los átomos de la corteza terrestre
y a lo lejos el mar
ese hermoso contorno
que se pudre como el cuerpo semidesnudo
amarrado a sí mismo
por intestinos y venas
que lo único que querían es ver el sol
tomar aire fresco
pedir un último deseo.
Es la guerra la que da esta sensación
de que todo marcha
hacia otras marchas que no veremos
que desbordan el porvenir
que intuyen el sacrificio y la verdad
a media voz y a media luz
escarbando en los restos de la civilización
en la gran juguetería
que finalmente es la sociedad
donde siempre es verano
para quienes quieren tomar la última foto
de ese último atardecer.
Las palabras
ah sí las palabras
volvieron amargas y huérfanas
y se arrojaron al acantilado
que separa la cabeza del corazón
no son buenos días les digo
no son buenas noches me responden
antes de quitarse la ropa de trabajo
y acostarse tristes como yo
en este poema
debajo del fin del mundo.
Dos hombres terminan con el vínculo que los unía. No sabemos cuál es. La ciudad en que pasan su última noche está siendo bombardeada. Entre ellos hay una biblioteca y un sueño. Ambos se desmoronan. Es posible que sean los dos únicos sobrevivientes en el mundo. Eso es lo que en el fondo desean. Sin embargo, todo lo que sucede allí les lleva a otro momento. El origen del universo y la materia. El origen del alfabeto y su vida. El origen del secreto de la civilización. El origen de una teoría de la escritura. Nada es suyo esta noche. Uno era amigo de los caballos y el otro los quería dominar.
(Inéditos)
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Héctor Hernández Montecinos (Santiago de Chile, 1979). Doctor en Literatura, magíster y licenciado en Letras Hispánicas. A los 19 años recibió el Premio Mustakis a Jóvenes Talentos. A los 29, el Premio Pablo Neruda por su destacada trayectoria tanto en Chile como en el extranjero. Ha sido becario del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, Fundación Andes, FONCA (México), AECID (España) y Conicyt (actual Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo). Es el compilador de los dos tomos de “4M3R1C4: Novísima poesía latinoamericana” (2010 y 2017) y “Halo: 19 poetas chilenos nacidos en los 90” (2014). Apareció en “Cuerpo plural. Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea” (2010) de Pre-Textos y “El Canon Abierto. Última poesía en español” (2015) de Visor, entre otras. Su proyecto en poesía, “Arquitectura de la Mentalidad”, está conformado por “La Divina Revelación” (1999-2011), “Debajo de la Lengua” (2007-2009) y “OIIII” (2012-2019). Sus ensayos autobiográficos sobre el quehacer poético son “Buenas noches luciérnagas” (2017), “Los nombres propios” (2018) y “Contra el amanecer” (en preparación). Todos publicados por RIL editores en Chile y España. Además, es gestor de varios encuentros como “Poquita Fe: Poesía Iberoamericana en Chile” (2004-2014) y en España “Siglo de Oro de la poesía latinoamericana 1922-2022”; editor, entre otros, de “Un mar de piedras” (FCE, 2018) y “Mi Dios no ve” (Vaso Roto, 2022) de Raúl Zurita, y profesor de literatura en la Universidad Diego Portales.