Círculo de Lectores
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Jorge Ramos Cabezas

«El hallazgo», de Jorge Ramos Cabezas

No se trata de un debut titubeante: Jorge Ramos Cabezas conoce bien los mecanismos de la minificción, y "El hallazgo" es buena prueba de ello.

Publicado

26 Ago, 2025

«El hallazgo» de Jorge Ramos Cabezas: identidad, irreverencia y mundos desplazados en la minificción peruana contemporánea

Escribe Alberto Benza González

En el panorama de la minificción peruana contemporánea, El hallazgo (Dendro Ediciones, 2025) de Jorge Ramos Cabezas aparece como un volumen singular por su capacidad de combinar registros y tonalidades que, a primera vista, podrían parecer dispares: la exploración de la identidad como construcción frágil, la irreverencia religiosa y política, las distopías poshumanas y una reflexión metaliteraria sobre el propio acto de escribir. El libro, lejos de limitarse a la ocurrencia ingeniosa o al golpe de efecto, logra articular una poética reconocible, donde la brevedad no es sinónimo de simplicidad, sino de concentración de sentido.

El prólogo de Óscar Gallegos lo define como un libro “para una comunidad de seres raros y marginales” que han transitado por “los turbulentos y heteróclitos mundos del relato fantástico, el terror, el absurdo, la metaficción, la ciencia ficción o las distopías narrativas”. No se trata de un debut titubeante: Jorge Ramos Cabezas conoce bien los mecanismos de la minificción y se permite tanto rendir homenaje a sus maestros como parodiarlos o subvertirlos.

El conjunto está compuesto por piezas que van de la hiperbrevedad —a veces una sola línea— a relatos de varias páginas, con un ritmo que alterna el impacto inmediato y la construcción más elaborada. La variedad temática es amplia, pero la selección que aquí analizamos permite identificar los núcleos poéticos del autor.

Identidad y metamorfosis

Uno de los ejes más consistentes del libro es la desestabilización de la identidad, entendida no como esencia fija sino como máscara, mutación o impostura. Tres relatos condensan esta línea: “Cambios”, “DNI” y “Renacer”.

Cambios

Hoy soy María, mañana seré Jesús y pasado, Francis. Y así, todos los días. En casa no les importan mucho estos cambios, solo a mí. Es algo que escapa de mis manos y no sé cuándo terminará todo esto y despierte un día siendo aquella persona que alguna vez fui, antes de que operen dichas mudanzas, y me quede en ese estado para siempre y de una vez por todas. Aunque, pensándolo bien, ya ni recuerdo quién fui.

En “Cambios”, el yo se presenta como una sucesión de sustituciones involuntarias. La enumeración de nombres propios, con el desparpajo de lo cotidiano, sugiere que la pérdida de la identidad original ya no es tragedia sino hábito. El remate —“ya ni recuerdo quién fui”— intensifica el extrañamiento: la nostalgia del yo original se convierte en imposible.

DNI

No eres lo que tu Documento Nacional de Identidad dice que eres.

Este microtexto condensa en una línea una declaración filosófica: la identidad oficial es una convención, una impostura institucional. La ausencia de trama y personajes refuerza la idea como proclama o advertencia.

Renacer

Luego de la tormenta, vino el sol, y también muchos pensamientos me asaltaron mientras recién despertaba al nuevo amanecer. Miedo y temblores en todo mi cuerpo se asomaban a la vez que descubría el vacío total en derredor y un silencio estremecedor, que solo era interrumpido por el zumbido de un viento galopante. Lo último que recordaba era que había llegado el Fin. Las explosiones, la muerte, la luz. Nuevamente éramos muertos. Ello estaba escrito y no cabía ninguna esperanza. Pero… ¿y entonces yo? Estaba vivo, era claro; mas ¿acaso había la posibilidad de que fuera el único ejemplar humano sobreviviente?

Y entonces fue que sucedió: de entre los escombros, y a lo lejos, vislumbré cómo dos perros salían a la vida, me miraban y ladraban. De repente, se empezaron a acercar a mí, sin dejar de ladrarme. Y al intentar coger una piedra, o lo que fuera, para tirársela a ambos canes que ya llegaban, horrífica fue mi sorpresa al no poder hacerlo y comprobar que, en lugar de manos y pies, traía patas de bestia, y más aún cuando intenté espantarlos con un ¡Fuera! y solo me salió un tembloroso y agudo: ¡Woof! ¡Woof!

En “Renacer”, la metamorfosis es física y definitiva. El narrador, creyéndose el último humano, descubre que ya no pertenece a la especie. La revelación no necesita explicación: el ladrido basta para clausurar el relato y subrayar la fragilidad del yo.

En conjunto, estos textos articulan una poética de la desidentificación, donde el sujeto es siempre otro y la noción de autenticidad se desvanece.

Jorge Ramos Cabezas escritor
Escritor peruano Jorge Ramos Cabezas

Irreverencia y subversión

Ramos Cabezas no esquiva la sátira religiosa. Por el contrario, la convierte en un espacio de experimentación y juego. Aquí, el humor es un recurso de resistencia.

J & J

Al final, luego de tanto batallar, esa última cabalgata divina le confirmó al Maestro que, a pesar de todo, Juan era mejor amante que María Magdalena.

Una línea basta para invertir la solemnidad del relato bíblico y reducirlo a una anécdota erótica. La irreverencia es directa, sin adorno.

San Puta

«Esta vez no te salva ni San Puta. ¡Vas a morir, mierda! Ya te jodiste, ¡vas a morir!».

En el suelo de la pieza, encontrábase el victimario sobre el cuerpo del enemigo rendido, con el puñal filudo y brillante, a punto de atravesarle el cuello, cuando entonces fue que sucedió. De un porrazo cae la puerta de la habitación, esta se ilumina, esplendorosamente, y adquiere un aura mágico y sensual.

«¿Qué pasa? ¡¿Tú quién eres?!».

El ente extraño que producía tal atmósfera de dicha y goce, y que se hallaba flotando bajo el umbral, no se dejaba notar con claridad debido al incandescente brillo áureo que despedía. El hombre que yacía bajo el criminal, en un instante fugaz, pudo verle el rostro y se le reveló la verdad última y el secreto eterno. Luego, se desmayó.

«Yo soy San Puta», dijo el milagroso ser.

Luego de ser salvado aquel pobre hombre y castigado el otro, han corrido por el pueblo una y mil versiones acerca de esta primera y única epifanía de tan singular personaje divino, que, a ciencia cierta, no confirman los hacedores de leyendas si se trata de un santo o de una santa. Lo cierto es que aquella remota noche fue la primera y, hasta ahora, única vez en el mundo en que se ha manifestado San Puta, de seguro cansado y cansada de que se le estuviese invocando en vano durante tanto tiempo. Pero este milagroso acontecimiento, que enorgullece a la comunidad, ha generado mucha envidia, recelo y hasta problemas con la Iglesia, que no acepta ni reconoce nuestro, ya declarado por nosotros, santo y santa patrono-patrona oficial. Solo sé que San Puta nos pertenece y nosotros a su gracia; y haré, por ahora, todo lo que esté a mi alcance para que las autoridades acepten mi propuesta de cambiar el nombre del pueblo por el de «San Puta». Sé que me harán caso. Tengo influencias. Tengo poder. Además, ya es hora de echar a andar lo que se me encomendó hace cientos de años, cuando una fría noche me salvé de morir degollado… a cambio de salvar al mundo.

Aquí, la sátira alcanza dimensión de mito popular. “San Puta” se construye como hagiografía apócrifa, con mezcla de oralidad barrial y tono épico. La ambigüedad de género de la figura sagrada y la reivindicación comunitaria acentúan la subversión.

Distopías y desplazamiento humano

En este bloque, el autor desplaza al ser humano del centro del relato, imaginando universos donde su presencia es residual o inexistente.

Paz en la tierra

Y entonces, tras la última explosión en este triste planeta, por fin la original creadora del mundo y diosa dadora del amor, la salud, la felicidad y la sabiduría plena despertó; despertó después de haber permanecido dormida en su caverna durante millones de años y sin que ningún ser humano haya sabido nunca de ella. Sin embargo, para aquella tarde, ya no había un solo hombre sobre la Tierra que pudiera testificar sobre aquel apoteósico hecho: cuando los párpados de la deidad empezaron a abrirse, en ese mismo instante, los ojos, el corazón y las tripas del último sobreviviente reventaron en mil pedazos.

La ironía aquí es trágica: la epifanía divina ocurre cuando ya no queda nadie para presenciarla.

Ultraposapocalíptica

… Sin embargo, la máquina, la única con vida sobre el planeta, lamentablemente decidió volver atrás, muy atrás. Cogió un puñado de polvo y otro poco de aceites cósmicos, hizo un amasijo, creó figurines con él y sopló. Luego, decidió ser Dios.

Inversión de la cosmogonía: ya no es Dios quien crea la máquina, sino la máquina quien decide ocupar su lugar.

El descubrimiento

Espantados, agitados y con la lengua afuera, por la carrera que habían emprendido tras escuchar aquella imposible voz, desde el Monte Rojo hasta la cabaña familiar, en la que ahora se encontraban, los pequeños descubridores solo atinaron a gritar al unísono:

—¡Un humano que habla! ¡Un humano que habla!… ¡Hemos visto a un humano que habla!

Aquí, la inversión de roles es total: los humanos son rarezas zoológicas.

Metatextualidad y poética de la escritura

El título mismo del libro y algunos relatos giran en torno a la escritura como acto incierto, fatal o inútil.

El hallazgo

En pleno centro de la ciudad, hoy me hallé frente a una novela cuya autoría me pertenece, sin que yo haya escrito en mi vida ficción alguna. Sucedió esta fría mañana, mientras andaba por la feria de libros, ubicada en la plaza Central, buscando un ejemplar de nuestro clásico poeta Dino Layme Aragón. Fue entonces que, al llegar al último puesto de libros usados, mis ojos súbitamente se posaron sobre aquella carátula de tan rústico libro: era una tétrica y patética representación de un hombre llorando, sentado en su cama. No pude apreciar tristeza en esa imagen, mucho menos dolor; era horror lo que reflejaba el rostro del sujeto. Sobre el dibujo se leía el título del volumen: El hallazgo. Era una novela. Pero mi mayor sorpresa empezó, y no ha terminado aún, cuando leí el nombre del autor, pues leí mi nombre completo impreso sobre ese extraño cuadro. Pensé en la homonimia, mas al ver mi foto en la solapa, con todos mis datos personales y académicos, no hice más que pensar en un absurdo error editorial o algo parecido. Compré el libro, y he averiguado durante el día la inexistencia de la editorial, de sus encargados y de la imprenta que figuran en el mismo. He preguntado al librero y este no recuerda cómo llegó semejante ejemplar a sus manos. He conjeturado una broma de mal gusto por parte de mis amigos, pero la he desechado por falta de imaginación de estos. He elaborado una y mil hipótesis y todas estas se han desvanecido, ahora, luego de la lectura de “mi novela” que nunca escribí. Trata de la historia de mi vida, de mis secretos, angustias y crímenes que a nadie he confesado y que solo yo los he vivido. Es la novela que solo yo pude haber redactado y no lo he hecho. Pero escrita está.

En el capítulo final se cuenta la trágica historia de mi encuentro con este libro, el día de hoy. Desgraciada historia porque trata sobre mi muerte. Sobre mi muerte, que se producirá dentro de unas horas…, y es por eso que lloro esta noche, desconsoladamente, sentado al borde de mi lecho.

Aquí, la escritura se presenta como fuerza autónoma, capaz de anticipar y sellar el destino del autor-personaje.

Apunte extraído de las últimas páginas de un viejo cuaderno hallado por allí

Valga este espacio para confesar que mi paso fugaz por la Escuela de Literatura de la Universidad de San Marcos, en plena guerra, estuvo plagado de enormes trabajos, monografías e informes plagiados todos, todos, que presentaba sin vergüenza alguna, y con los que, además, aprobaba con la nota máxima. Sin embargo, hubo un texto, solo uno, que sí fue de mi autoría y con el cual pasé raspando el muy estricto Taller de Poesía sanmarquino, luego de lo cual opté por el retiro absoluto (en plan de huida, diríamos, para ser más exactos).

Subido en la montaña, y después de muchos años, aparte de recordar a mi familia, mis libros y mis juergas secretas, a veces se me da por pensar qué hubiera pasado si hubiese seguido intentando en esto de la escritura.

En fin, en noches como esas, y antes de volver a la cabaña, suelo garabatear en el piso aquel primer y único texto original que construí hace ya mucho tiempo (cuando existían familia, mis libros y mis juergas secretas). Se trata de un haiku y es este:

Extinto el hombre,
el lenguaje persiste.
Toda estación vuelve.

El haiku final condensa una visión: el lenguaje como superviviente absoluto, incluso más allá de la especie que lo engendró.

Conclusión

El hallazgo demuestra que la minificción, lejos de agotarse en el artificio breve o en el chispazo ingenioso, puede ser un laboratorio de pensamiento y emoción donde conviven la sátira irreverente, la inquietud filosófica y la fábula distópica. Jorge Ramos Cabezas maneja con solvencia el equilibrio entre la condensación extrema y la profundidad conceptual: en una línea puede demoler la noción oficial de identidad, y en unas pocas páginas construir una mitología apócrifa capaz de rivalizar con las más arraigadas narrativas populares.

Su escritura no se limita a entretener; desestabiliza. Frente a una tradición literaria que muchas veces ha exigido solemnidad y reverencia, Ramos Cabezas apuesta por el humor como instrumento de resistencia, por el absurdo como método de revelación y por la mutación como destino inevitable. Sus personajes —humanos, divinos o poshumanos— se mueven en escenarios donde la certeza es una ilusión y el yo, una máscara intercambiable.

El libro dialoga con referentes internacionales —de la parábola kafkiana a la irreverencia de un Kurt Vonnegut o un Monterroso—; pero lo hace desde un registro marcadamente local, con guiños al habla popular, la oralidad barrial y la historia reciente del Perú. Este anclaje dota a sus ficciones de un espesor cultural que las aleja del mero ejercicio de estilo: son piezas que participan de un imaginario colectivo, incluso cuando lo niegan o lo parodian.

En última instancia, El hallazgo es también una reflexión sobre el propio acto de escribir. Varios textos interrogan la autoría, la persistencia del lenguaje y la capacidad de la literatura para inventar realidades que acaban por imponerse sobre quienes las conciben. Esta dimensión metatextual no es un adorno intelectual: es el núcleo que articula el resto de obsesiones del autor.

Con este volumen, Jorge Ramos Cabezas se afirma como una de las voces más versátiles de la minificción peruana contemporánea. Su trabajo prueba que, en tiempos de saturación informativa y discursos efímeros, la brevedad puede seguir siendo un vehículo poderoso para cuestionar, conmover y provocar. Leer El hallazgo es aceptar la invitación a un territorio donde las certezas se desmoronan, las máscaras se suceden y el lector sale transformado, aunque no siempre pueda explicar por qué.

Beto Benza González
Beto Benza González (Lima, 1972). Periodista, escritor y director de Micrópolis, la primera editorial en el Perú dedicada exclusivamente a la minificción. Cursó estudios de Escritura Creativa en el Taller de Hiperbreves de la escritora argentina Clara Obligado (Madrid, España) y de Microliteratura en la Escuela de Escritores de Madrid. Como coordinador de las Jornadas Peruanas de Minificción en la FIL Lima, organizó las catorce ediciones realizadas entre 2011 y 2025. Asimismo, organizó el XI Congreso Internacional de Minificción en la Universidad Marcelino Champagnat (2022). Ha publicado siete libros de microrrelatos: A la luz de la luna (2011), Señales de humo (2012), Entre vivos y muertos. Antología personal (2015), Sarah Ellen (2016), Hojas de otoño (2017), La muerte en primera clase (2018) y Ver sin mirar (2025). En 2023, recibió un reconocimiento por su obra literaria al presentar su obra reunida, Brevedad bajo palabra, en la Feria de Acapulco, México.

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