Círculo de Lectores
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«El viaje interior», de Iván Thays, 25 años después

Hace 25 años Iván Thays publicó "El viaje interior", una novela donde el escritor peruano indaga en las grietas del amor en la ciudad de Busardo.

Publicado

9 Sep, 2025

Escribe René Llatas Trejo

Yo la amaba, desde luego, pero más aún amaba mi vicio,
aquel deseo de huir de todas partes.

Céline, Viaje al fin de la noche

En La disciplina de la vanidad, de Iván Thays (Fondo Editorial PUCP, 2000) el narrador escribe lo siguiente: “Los que jamás han leído el Retrato [del artista adolescente] de Joyce podrían aprender algo. Y los que lo han leído podrán descubrir, no sin sorpresa, que el furor místico de principios de siglo se ha transformado, poco a poco, en un nuevo furor: la disciplina de la vanidad”. (p. 36)

Al releer en su edición conmemorativa El viaje interior (Peisa, 2024), de Iván Thays, lo primero que pensé fue: quien jamás ha leído el Cuarteto de Durrell podría aprender algo, y los que ya lo leyeron podrán descubrir que el tema central del libro, una investigación del amor moderno, es hoy en día un pasado de anticuario, pero absolutamente bello, eso sí.

El viaje interior publicado inicialmente en 1999 venía antecedido de dos libros, una novela Escena de caza (1995) y un conjunto de cuentos Las fotografías de Frances Farmer (1992), que sorprendieron, no a la crítica porque es mucho decir, pero sí a los lectores —los happy few. Thays no era solo un escritor que escribía bien, un halago mediocre muy vigente en la literatura peruana, sino un narrador exageradamente sutil en el lenguaje, para encontrar la frase correcta, el párrafo preciso y la prosodia. Por esta razón Thays era considerado un escritor de atmósferas antes que de acciones.

Otro punto por mencionar es que su trama no era realista ni naturalista. Sus cuentos ni su novela abordaban temas coyunturales, urbanos, marginales, que tuvieron cierto éxito en los noventa, sino todo lo contrario, el amor, el desamor, la búsqueda de la belleza física y de la perfección intelectual o reflexiva.

En El viaje interior esos tópicos los densifica pero con varios elementos nuevos de amplitud: Busardo, una ciudad inventada en el mediterráneo, la Europa decadente convertida en turistas y souvenirs de paso, la depredación de la historia como hito cultural, los artistas ensombrecidos por pasiones, y finalmente la psicología del amor. Desde ya es una novela muy ambiciosa y por consiguiente con sus vicios y virtudes, con tonos altos y bajos, pero orgánicamente resistente.

iván thays
Escritor peruano Iván Thays, a inicios del 2000

La historia podría resumirse histriónicamente como tóxica si nos ceñimos a los parámetros de los discursos y narrativas de autoayuda de hoy tan aburridos. Ese tipo de análisis es lesivo para la literatura, por lo tanto, desechable.

Lawrence Durrell en su libro Limones amargos decía lo siguiente: “Los viajes, como los artistas, nacen, no se hacen”. En El viaje interior de Thays el narrador, un joven historiador apasionado por las culturas anticuarias -una modernidad dedicada al estudio y aprecio de cosas antiguas-, realiza con su novia un viaje a una ciudad desconocida, Busardo, que no está en el mapa señalado ni planificado, sino es producto del azar, del destino.

Pero esta ciudad parece estar construida en el imaginario del narrador -Vía dolorosa, el hotel Normandía, el bar Zeta, el Reposo, las Ruinas, el Sofía- “la ciudad como un mapa de agujeros y trazos” (p. 181). Tanto así que se torna en su propio lagar para el amor a Kaas, su novia, sombra de Justine, de Clea, del Cuarteto, incluso de la Maga de Rayuela e Yvonne de Bajó el volcán.

“La disciplina histórica tiene mucho en común con la sentimental: compartes la magia de convertir cualquier escombro en una ruina añorable” (p.48). Una declaración que guarda relación con la teoría de la cristalización stendhaliana porque necesita de un objeto para llevarlo a cabo: “Jamás te perdonaría que quieras construir un museo a mi alrededor”, le dice Kaas (p. 71).


Este viaje agota todas las vías de comunicación entre la pareja. Lo que en un inicio prometió ser un enamoramiento natural, luego un compromiso sostenible, y hasta lógico, aderezado por las ciudades bellas europeas -el síndrome de Stendhal-, por el consumo elevado de literatura y la vida placentera de un flâneur moderno, el quiebre de todo se inicia con la muerte repentina del padre de Kaas.

Entre largas y breves discusiones, reflexiones eróticas y suspiros poéticos “el presente solo es la cúspide del pasado y el futuro no existe” (p.124), el narrador de El viaje interior sabe que su vida y el amor y desamor por Kaas lo sucumbirán en el más patético de los trabajos: olvidarla, no para reponerse, no para demostrar resiliencia, sino para cultivar ese pasado en la literatura.

“Por culpa de la literatura te has convertido en un personaje literario… estás podrido de literatura” (p.131) le recrimina Kaas. Y el narrador lejos de rechazar estas afirmaciones, las admite no sin vergüenza. Su egotismo ha conseguido el objetivo, cristalizarla: crear otra Kaas fuera de la realidad para enamorarse cada vez más de ella, de las minucias que el tiempo le va proporcionando.

Iván Thays Vélez
Iván Thays Vélez

Las aventuras con Agustín, las historias en el bar Zeta y finalmente la amistad entre el narrador y Salvador Dicent, el cazador de pájaros, el excéntrico pintor que eligió Busardo como el refugio perfecto para su arte, viviendo en una especie de palacio, un símbolo al ostracismo, a la repulsión de Europa y la historia, una amistad más para buscar respuestas que para vivir el ocio, es la vía de escape casi por obligación. Porque Busardo no ofrece más variantes, es un nudo pequeño pero detestable. “La ruina del amor sobre las ruinas de la historia” (p. 242).

Dicent es la contraparte a la historia de Kaas, un personaje basado en Nabokov, sobre todo en sus aficiones, como bien el autor señala en su Exorcismo público, pero que termina más pareciéndose al Quilty de Lolita, un tipo al inicio enigmático pero luego tornado en un pobre artista decadente y pervertido que desata la ira del narrador, y al igual que Quilty termina asesinado. Como colofón el desfile de situaciones exageradas de vicios y perversiones, un castigo al cuerpo y a la moral que el propio narrador abandonado está dispuesto a padecer con tal de liberar sus fantasmas.


El viaje interior es una novela que explora las dimensiones del amor de la mano de la historia y la literatura. No ha envejecido, defiende aún su espacio en la narrativa peruana lejos de presiones y liviandades mediáticas y correctas.

René Llatas Trejo
Autor de la novela "Aftersun". Ha realizado colaboraciones en revistas del medio como Buensalvaje, El Dominical del diario El Comercio, entre otras.

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