Una entrevista de Luis Eduardo García
Harold Alva Viale es editor, promotor cultural, columnista y, sobre todo, poeta. Su poesía está marcada por el fin del siglo y la lectura de los modernistas clásicos, los surrealistas franceses, la vanguardia latinoamericana y poetas insulares como Roberto Juarroz y Leopoldo María Panero. Su intensa y versátil actividad en favor de la cultura nos había ocultado el inmenso poeta que hay detrás, el que escribe para no solo para sobrevivir, sino para revelar la belleza que contiene el mundo.
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Una selección de tus poemas publicada en México este año lleva como título A tiempo completo, lo cual me llama poderosamente la atención. ¿Se puede escribir poesía a tiempo completo o es más bien oficio gitano, un oficio que se asume a las apuradas, como dicen los mexicanos?
En mi caso sí es a tiempo completo. Tuve mi primer contacto con la poesía a los ocho años, desde entonces no he dejado de caminar con ella. Como decía Martín Adán, no se trata solo de escribir, se trata de estar en poesía, yo estoy en poesía todo el tiempo: escribiéndola, leyéndola, publicándola, organizándole recitales, incorporándola en los programas de las ferias de libros; viajo por la poesía y vivo dialogando con poetas. De allí Summa, la editorial que dirijo, la Fundación Iberoamericana para las Artes con la que organizamos ferias y el Festival Internacional Primavera Poética que este año celebrará su duodécima edición.
Tu poesía es intimista, irónica, épica, epigramática y, por momentos, narrativa. ¿En qué medida esto supone estirar el lenguaje hasta volverlo hiperlaxo o contraerlo hasta generar una gran tensión lingüística, digamos? ¿Qué riesgo corres en este sentido cuando compones tus poemas?
Yo aprendí desde muy joven que, si quería atreverme con la poesía, necesitaba aprender cómo compartirla, entonces me concentré en estudiar todos sus formatos. Aprendí las formas estróficas de la poesía en verso clásico y las figuras que me permitirían desarrollar el verso libre. Un poeta debe conocer los recursos expresivos que ofrece la teoría y procesarlos hasta naturalizarlos de tal forma que su registro alcance el estilo que lo hará distinto, o diferente. Como un abogado que necesita conocer de leyes o un arquitecto de estructuras, cifras y perspectiva, el poeta debe saber cómo se construye un texto literario. En ese sentido, el riesgo se da cuando ignoras los elementos que participan en esa construcción, no al revés.

Una de las virtudes de tu poesía es la construcción de las imágenes y el ritmo de los versos: “Tú habitas en mí/como una fuente/ donde los peces/ tejen como arañas/ estos versos […], poema 8, p. 54 de A tiempo completo. ¿De dónde te viene esto? ¿Qué poetas has leído, qué imágenes ajenas te han marcado? ¿La pintura y la música tienen algo que ver con esto?
Primero la contemplación, luego la pintura y la lectura, en ese orden. Yo viví siete años en la montaña rodeado de la más absoluta de las soledades. Allí aprendí a comprender el curso de los ríos dibujándolos, la agilidad de los animales, dibujándolos, por eso en mi poesía leerás arañas, cuervos, gatos o serpientes. Antes de escribir dibujaba y pintaba, lo que en aquellos años no pode vestir con las palabras, lo hice con mis trazos. Crecí leyendo a los modernistas, primero: Darío, Chocano, Nervo. Después a los surrealistas: Tzara, Artaud, Moro y, finalmente, Huidobro, Juarroz y Leopoldo María Panero. Ellos son los poetas que me marcaron.
Lima, su geografía y su paisaje social son temas recurrentes de tu poesía. El otro es la mujer amada, un tema que al que vuelves o huyes de manera directa e indirecta. ¿Qué clase de relación, desde el punto de vista creativo, mantienes con estos dos elementos recurrentes de tu poesía?
Mi padre fue policía, he vivido en ocho regiones del Perú, como gitano. Eso me enseñó a desapegarme rápido de las emociones, me desarraigo con facilidad, desarrollé mi capacidad de renuncia no solo hacia los objetos sino también con las personas. Vivo en Lima hace veintiséis años, eso la constituye mi casa, lo más cercano a mi raíz. Lima y todo lo que representa: su caos, su tragedia, su vértigo, su intemporalidad, es lo más parecido a mí. Yo diría que más que la mujer amada, es el amor mi tema recurrente. Yo pienso que uno vive escribiéndole a una sola mujer, a una mujer que son todas las que llegaron con rostros diferentes. Gracias a ese acercamiento, o fuga, se escribe.
Hay un verso en uno de sus sonetos que dice lo siguiente: “Cómo escribir con las manos amputadas […]”. Un verso que contiene, sin duda, una poética, una concepción que tienes sobre la poesía y sus efectos sobre los seres humanos. ¿Cómo haces para escribir con las manos amputadas, Harold?
También me lo pregunto. El verso de ese soneto se refiere a la frustración, al desencanto, a la apatía de abrir la ventana para encontrarte una vez más con la tragedia; a la soledad que significa perder a tus padres. Papá publicó mi primer libro de poemas, mamá asistía a todos mis recitales. Ellos eran la energía que movilizaba mis manos, de pronto un día falleció papá, el 2009; luego mi madre, el 2022. Asumir esas pérdidas no solo significó perder esa energía, sino también mis manos. Por eso ese verso. La poesía, sin embargo, está más allá de unas manos, tiene otra vitalidad, otra fuerza, se vale de otros recursos, aprende sin que el poeta lo advierta a continuar mostrándose.
Tú eres editor, promotor cultural, formador de lectores y poeta. Desde esa identidad multidimensional, qué respuesta tienes para lo siguiente: ¿Quién lee realmente a los poetas? ¿Quién puede acceder y gozar de esta imagen: “Este poema huye/ como un cuervo hacia tu lengua” (Poema XVII / La torre de los alucinados? ¿No sientes a menudo que se escribe para unos cuantos o para uno mismo?
Se escribe para sobrevivir al mundo: uno mismo es también el mundo, y eso es lo único que importa.
Unos creen que la poesía podría es la perfección de la realidad, otros hablan más bien de la poesía como un modo de descubrir la belleza en medio del horror. ¿Qué le puede dar la poesía a los seres humanos de a pie?
La poesía entrega visión. Nos enseña a ver donde los demás observan solamente objetos inanimados, nos da una toma completa de lo que sucede. Con la poesía aprendemos a cuestionar los límites. Sin la poesía seríamos animales incapaces de valorar la vida. Todo lo que existe ha sido imaginado por los poetas, la primera constitución la redactó un poeta, la primera revolución la perpetró un poeta.
¿Qué es lo más difícil que enfrenta un poeta cuando escribe?
Lo más difícil que enfrenta un poeta es a sí mismo. Uno es el primer adversario, y es el último. Ya lo escribió Blanca Varela: «tu sombra/ tu propia sombra/ fue tu única/y desleal competidora».
