nunca antes
había deseado la muerte
tanto como ahora
nunca antes 
había sentido reafirmarse
mi existencia 
tanto como ahora
arrojarse al vacío y notar
que vivir no es tan diferente 
de aprender Excel
pues nadie sabe Excel, 
así como nadie sabe vivir 
(no realmente) 
y quizá de eso se trata,
torpe intento de meter el alma 
entre viñetas
encasillarse en algo 
y esperar que en el proceso 
no se desordene 
lo demás
la muerte
lame la punta de mis dedos
               como un perro fiel
su cosquilleo
es una invitación
                a caer
en un abismo
intemporal
caer
tan lentamente
    que parezca
       que aquí
          no ha pasado
                nada
los fantasmas de los niños
deambulan por hospitales bombardeados
preguntando por sus padres perdidos
buscan
entre los escombros
algún tipo de respuesta,
una mano que pueda asir la suya
para conducirlos nuevamente a casa 
no recuerdan otro lenguaje
más que el del humo negro
metiéndose por los ojos,
arrancando sus voces
de repente
pero pronto
esos mismos escombros florecerán
y crecerán en ellos edificios
ajenos a la orfandad
que recorre de noche los pasillos,
jugando al escondite
con sus huesos
y quizá algún niño caiga un día
por el hueco de una escalera
siguiendo distraído
el eco de un murmullo
que no se apaga nunca
mientras tanto
los fantasmas de los niños
seguirán deambulando por edificios
que serán bombardeados nuevamente,
habitados por nuevos niños muertos
que jugarán con ellos
y entonces su risa
será como un hogar
del que ya nunca nadie
tendrá que partir
Al pueblo palestino
hay un pájaro perdido
dentro de mi corazón
que canta constantemente
un sonido de castañas,
el crepitar de algún incendio
y el pájaro, que canta
su pico se abre lo suficiente,
mi corazón envuelve la música,
el crujir de los rescoldos
calienta sus plumas ennegrecidas
para darle fuerza a su voz,
para darle forma a su melodía
en ese nido que es mi corazón
un pájaro envuelto en llamas
abre sus alas a la noche
atraviesa la negrura
bajo ese pájaro más grande
hecho de polvo de estrellas,
que lo mira volar,
que lo ve batirse
contra su propia suerte
y mi corazón, ese nido silente
se replica sobre sí mismo,
crece con la calma
de los bosques,
se puebla de pájaros ciegos
que se arrojan hacia el cielo,
que estallan bajo la noche
en una misma sinfonía
y se permiten caer
consumidos por el fuego
al estómago del mundo
escribo poemas
para no arrojarme
por la ventana
buscando una respuesta
en Dios,
o en el diablo
que ríen
mientras leen
estos versos
que nunca
salvarán
a nadie
ni siquiera
a mí
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JOHN GÓMEZ (Bucaramanga, Colombia, 1988). Magíster en Filosofía y escritor. Director de la plataforma cultural Alter Vox Media y la Editorial Sátiro. Creador del «Certamen Nacional de Poesía Basura John Gómez». Perdedor en infinidad de concursos, premios y convocatorias literarias. Autor de los libros XIII (2019), Baladas Baladíes (2020), Poemas para lidiar con uno mismo de madrugada (2021), Máscaras (2021), Opus Diabolicum / El Evangelio de las Brujas (2022), Esto no es un libro de poemas (2022), Desaforismos (2023), La mala suerte (2024) y Morir, ese privilegio (2024). Poemas suyos han sido traducidos a varios idiomas. Ha hecho parte de un montón de festivales y ferias del libro, detesta las mafias alrededor de las instituciones culturales y sueña con la llegada del fin del mundo. También le gustaban los mapaches.


 
				 
				 
				