Escribe José Carlos Picón
Barbieri y Maldoror, poesía del Sur
Los poetas son impetuosos y dubitativos. Los imaginarios que disparan en proyección o palabra pueden ser sólidos, débiles, o inacabados. Si hay o no mensaje, no es lo esencial. En el caso de los libros de Johnny Barbieri, “Supremo Sur” (2023) y “Casa Maldoror” (2024), ambos editados por Apogeo, hay una relativa correspondencia con la mencionada lógica.
En el primer caso, el volumen está constituido por un grupo de piezas escritas en homenaje a figuras que representan y encarnan discursos reivindicativos por la causa latinoamericanista. Poetas, músicos, artistas, guerrilleros. Barbieri, con mayor limpieza que en otros trabajos, compone sus versos, largos, de espaciados respiros, como un discípulo de Breton por sus diseños y por la direccionalidad política.
Posteriormente, en la segunda y última parte del conjunto, canta casi de panegírico, la energía, naturaleza y significado de determinados espacios geográficos claves en la historia de la construcción de la identidad latinoamericana, desde lo prehispánico a través de los nexos y circuitos histórico-culturales, hasta lo contemporáneo.
“Casa Maldoror”, por su parte, es el libro de exaltación y ceremonia frente al altar de los cuadros surrealistas que operaron en París entreguerras, durante la destrucción bélica de casi toda Europa. La huella de Maldoror e Isidore Ducasse, configura, acaso, aquél significativo y decisivo antecedente a las acciones de uno de los principales colectivos artísticos de la primera mitad del siglo XX.
Pero, sobre todo, es un reconocimiento poético a César Moro, nuestro vernáculo surrealista, constructor de máquinas verbales de sueños, desafíos del lenguaje y exploraciones mentales. Su estancia en Francia, su relación con los pintores, poetas, artistas del Surrealismo, en toda su plana. Barbieri ejecuta los versos, iluminado por aquella escuela que puede tanto, surcar una posible salida a la luz, o bien complicar el camino debido a obstrucciones inmanentes.
Lo que es rescatable de una apuesta por el lenguaje en su procedimiento inconsciente, está delimitado por la posibilidad de incluir elementos gentilicios, así como de las relaciones entre la cultura popular local y la marginalidad, o, en otro caso, reveladoras situaciones relacionadas a lo místico o esotérico del imaginario propio de tal o cual lugar. En ambos casos, hay una variedad de resultados en estos ejercicios.
MAZ y su amenaza floral
Lo próximo es lo invisible significativo, la materia que transfiere un sentido a la historia, pero no es vista, ubicada, conservada. No obstante, la observación y el goce laceran ese enfoque y hacen suyo el descubrimiento de la novedad en lo cotidiano.
En los poemas de “El florero amenaza con hablar” (Máquina Purísima, 2024) de Miguel Ángel Zapata, encontramos no solo epifanía sino iluminación sobre paisajes familiares, sobre detalles contextuales, sobre puntos sin perímetro en la esencia del universo.
Los textos, compuestos entre 2019 y 2024, salieron como “las canciones antiguas”, confiesa Zapata en el liminar. La sencillez que confieren al lector puede dar fe. Están dispuestos en siete apartados, composiciones breves, algunas no tanto y, también, prosas poéticas. Hay un insumo primordial en la construcción de su poética, la claridad, aquella transparencia universal de economía y sentido.
Piezas musicales clásicas, contemporáneas, de latín jazz son motivo de saltos creativos, de posiciones levemente razonables, tanto que provienen de la emoción. Piezas artísticas de Egon Schiele o Giorgia O’keffee, también.
Sin embargo, son las piezas que representan recuerdos, momentos familiares, románticos, la amada, sus propias flores o paisajes, elementos que generan una transferencia de sosiego, una consciencia de lo efímero y cotidiano, en tanto, placentero y atendible.
La verdad como la belleza están descubiertos y ocultos sin misterio en la propia vida, en la relación con un entorno inmediato que es la fuente nutricia de este libro. La identificación con la cultura oriental, básicamente, china (Tao) y japonesa, está presente tanto en la voz como en la escritura. Sosiego, conciencia de finitud y emociones refirmadas, por momento complejas, matizan los poemas. Libro de madurez.
Instinto de conservación: un poeta y un fotógrafo
“Misterios gozosos” (cepo de nutria, 2024) es un pequeño volumen en el que la palabra poética intenta dialogar con la imagen fotográfica o viceversa. Roger Santiváñez aborda verbalmente la fisonomía y naturaleza de una serie de desnudos del fotógrafo Billy Hare.
La historia, rápidamente, según la relata el editor, inicia cuando el editor Leonidas Cevallos propone a Santiváñez la composición de poemas “que dialogaran con la fotografía de B.H.”. El título, posteriormente, realizada ya la empresa, fue añadido por Cevallos. Precisamente, si por algo funciona el concepto, es por esa conexión, por los aparentes puntos de encuentro a través de su proyección mutua, el puente entre imagen fotográfica y literatura. Individualmente, ambas experiencias, probablemente no tengan la misma fuerza o hubiera generado un inacabado feedback.